para evitar hacer dano a Barbara y aterrorizar a sus ninas: dejarse sin sentido a si mismo; y asi lo hacia.

El espectaculo de Richard dejandose sin sentido a si mismo a golpes era terrible, espeluznante, pavoroso. No solo se daba punetazos, sino que se daba de cabezadas contra la pared hasta caer sin sentido. Despues, al cabo de un rato, volvia en si y se marchaba de la casa en silencio, como un tornado que se alejaba y se perdia de vista calladamente por el horizonte.

Es verdad que Richard no pegaba a sus hijas ni las maltrataba fisicamente de ninguna manera, pero les estaba produciendo una angustia y un dolor interior muy grandes… cosa que, al parecer, Barbara no tenia en cuenta. Ambas ninas parecian equilibradas y felices exteriormente, pero dentro tenian una gran agitacion. No obstante, hacian amigos con facilidad, eran animadas y sociables, y obtenian resultados escolares relativamente buenos.

Pero Merrick seguia sufriendo problemas de rinon y de vejiga, fiebres altas, infecciones y convulsiones; pasaba mucho tiempo ingresada en el hospital y, en consecuencia, faltaba mucho a la escuela, varios meses al ano.

Cuando Merrick estaba hospitalizada, su padre estaba siempre a su lado, llevandole lo que le hacia falta y asegurandose de que estaba comoda y de que recibia buenos cuidados medicos. No solo se ocupaba de su hija, sino de todos los demas ninos de la planta donde estaba ingresada. Siempre llevaba munecas, juguetes y caramelos a los ninos de la planta. Sentia una compasion tremenda hacia aquellos ninos enfermos y estaba dispuesto a hacer de buena gana cualquier cosa por ellos, hasta a pagarles tratamientos y medicacion que los padres no podian permitirse. Una nina de siete anos que estaba en la habitacion contigua a la de Merrick se estaba muriendo de cancer, solo le quedaban unos dias de vida. Sus padres no podian permitirse pagar el televisor del hospital, y se lo desconectaron. Cuando Richard fue a visitar a Merrick y se entero de lo sucedido, se indigno porque hubieran desconectado la television de la nina, fue a buscar al tecnico, le pago y le hizo conectar inmediatamente el televisor. Richard era un verdadero doctor Jekyll y mister Hyde. Pero hiciera lo que hiciera, por muchos arrebatos que tuviera, por mucho miedo que le tuviera ella, Merrick perdonaba siempre a su padre, nunca le guardaba ningun rencor. Richard y Merrick estaban unidos por unos lazos especiales que no tenian Barbara ni Chris con Richard.

Tanto Chris como Barbara guardaban rencor a Richard por sus arrebatos, no le perdonaban ni olvidaban lo que hacia. Pero Merrick no. Hasta ahora, despues de todo lo sucedido, Merrick no tiene una sola mala palabra para su padre, no le guarda el menor rencor. Es su sol y su luna, y ella estara a su lado hasta el final, pase lo que pase, donde sea, contra viento y marea.

Barbara se quedo embarazada otra vez, y este quinto embarazo fue relativamente facil. Barbara queria y anhelaba tener un chico. Richard queria otra nina. Preferia a las ninas.

Conto en confianza que no queria tener un chico porque sentia muy dentro de si que este le disputaria la atencion de Barbara, e incluso la de sus hijas. A Richard le producian grandes celos todos los varones. Al fin, Barbara dio a luz un nino sano de tres kilos y medio al que llamaron Dwayne, en recuerdo de un cantante de musica country del que Richard era aficionado.

30

Asesino a sueldo

– ?puedes venir a verme a la casa de comidas que esta junto al puente Tappan Zee, de mi lado del puente? -le pregunto DeMeo.

– Claro, estare alli dentro de una hora -dijo Richard, y no tardo en ponerse en camino en su nuevo y ostentoso Cadillac El Dorado blanco, para reunirse con Roy. Roy y Richard habian desarrollado y perfeccionado aquella manera clandestina sencilla de ponerse al habla. Roy llamaba a Richard por su «busca» y le marcaba el numero de una cabina de telefonos de Brooklyn. Richard salia a una cabina proxima a su casa para devolverle la llamada, y asi conseguian hablar sin miedo a los telefonos intervenidos por el FBI, un temor constante y muy realista entre la gente de la Mafia. Estaban cayendo mafiosos como moscas por culpa de la ley de Organizaciones Corruptas e Influidas por el Crimen Organizado (OCICO), de reciente creacion y que se aplicaba con habilidad. Para ser condenados bajo la ley OCICO e ir a la carcel bastaba con hablar de cometer un delito, conspirar, como lo definia el texto de la ley; no era preciso haber llegado a cometer ningun delito.

Camino de su reunion con Roy, Richard se preguntaba que trabajo tendria este entre manos. Desde el dia que Richard habia volado la cabeza al hombre que paseaba con el perro en el Village, habia sufrido una metamorfosis radical. Se habia comprometido por entero al asesinato, a matar por dinero.

Frio, desapegado y muy calculador, y ya abstemio, Richard se disponia a embarcarse en un viaje violento que dejaria a docenas de personas muertas, destrozadas, torturadas, enterradas y quemadas vivas, arrojadas a pozos sin fondo, arrojadas estando todavia vivas a ratas hambrientas, arrojadas a los cangrejos de los muelles abandonados del West Side de Manhattan.

Fueran los que fueran los asesinatos que estuviera cometiendo Roy DeMeo con su cuadrilla de asesinos en serie, guardaba su promesa y no complicaba nunca a Richard en ninguno. No; DeMeo utilizaria a Richard para los «encargos especiales», como los consideraba el. DeMeo se habia convertido en el asesino principal al servicio de la familia Gambino. Realizaba encargos a diestro y siniestro, para esta familia y para otras, varios por semana. Su reputacion de asesino eficiente y brutal habia adquirido proporciones monumentales. Hasta los celebres hermanos Gene y John Gotti evitaban a DeMeo y a sus asesinos en serie. Su bar, el Gemini Lounge, habia adquirido el sobrenombre bien merecido de «el matadero».

Richard y Roy se reunieron en el aparcamiento de una casa de comidas muy frecuentada, junto al puente Tappan Zee, en la orilla de Westchester. Se saludaron dandose un abrazo y besandose en la mejilla, segun la costumbre italiana. Roy habia elegido aquel lugar porque la mayoria de la gente que se pasaba por una casa de comidas de carretera iba camino de alguna parte y probablemente no volveria alli, y aquel lugar estaba fuera del terreno habitual de la gente de la Mafia; era muy poco probable que los viera juntos alguien de «la vida». Su negocio era el negocio del asesinato, una empresa seria en la que estaba en juego la vida y la muerte de todos los que participaban. No habia lugar para los errores ni para los descuidos, para los tropiezos ni para los deslices.

– Tengo un trabajo para ti -le dijo DeMeo-. Nada extraordinario; pero procura que se haga deprisa y que nadie se entere… ?entendido?

– Entendido.

DeMeo entrego a Richard una fotografia que llevaba escrita al dorso una direccion en Queens.

– Es este. Siempre va armado; ten cuidado.

– Me encargare de ello -dijo Richard. Roy le entrego un sobre. El sobre contenia veinte mil dolares en billetes. No habia nada mas que decir. Cuanto menos se dijera, mejor. Se despidieron con un abrazo y un beso y se fueron cada uno por su lado.

Pero Richard seguia recordando en lo mas hondo de su mente la paliza que le habia dado Roy.

Al dia siguiente, Richard estaba aparcado en una calle residencial de Queens, a dos manzanas del cementerio Calvary. La victima vivia en una casa de ladrillo de dos viviendas, en el piso bajo. Advirtio enseguida que tenia una esposa bonita y dos ninos pequenos. Que la victima tuviera familia no importaba a Richard, no tenia nada que ver con el encargo que tenia entre manos; pero no quiso matarlo delante de su familia. Al cabo de cierto tiempo, la victima salio de su casa, se subio a su coche y se puso en camino. Richard lo siguio hasta un aparcamiento urbano de cuatro pisos en el Queens Boulevard, y aparco su coche en la plaza contigua al coche de la victima. En primer lugar, pincho la rueda delantera izquierda del coche de la victima; despues, dejo abierta la cerradura del maletero de su Cadillac, se sento en su coche y se puso a esperar tranquilamente a que regresara la victima. Richard tenia una paciencia fuera de lo comun en aquellas situaciones. Era capaz de pasarse horas y horas sentado, dando vueltas a muchas cosas en la cabeza pero sin dejar de

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