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Barbara Kuklinski esperaba los fines de semana con ilusion y, al mismo tiempo, los temia. Aunque nunca sabia cuando estaria en casa Richard (solia salir de casa sin previo aviso, por menos de nada, a cualquier hora del dia o de la noche), ella procuraba hacer planes contando con el. A Barbara le gustaba vestirse e ir a restaurantes buenos; le gustaba la buena comida, la buena compania, la buena conversacion. A diferencia de su madre, Genevieve, Barbara era una persona abierta y sociable y le gustaba salir con amigos y con otros matrimonios los viernes y los sabados por la noche. En esto era igual que su padre.
Cuando salian, Richard pedia siempre lo mejor de lo mejor, costara lo que costara. Por lo que a el respectaba, el dinero servia para gastarlo, y lo gastaba como si tuviera en el jardin de su casa un arbol que diera billetes de cien dolares nuevecitos cada vez que se regaba. Chateaubriand, langosta, botellas de vino de trescientos dolares: eso era lo habitual. Tambien a Richard le gustaba ponerse trajes hechos a la medida, corbatas de seda, zapatos italianos caros. Barbara le elegia casi toda la ropa. El confiaba en su buen gusto; tenia confianza en su elegancia y en su buen hacer social. Si salian con otro matrimonio, como solia suceder, Richard se hacia cargo de la cuenta. No consentia que pagara nadie mas. Barbara intentaba explicarle que no era indispensable que pagara el todas las cuentas, que bien podian pagar a medias o dejar que pagaran los otros. Pero el no lo veia asi, y hacia oidos sordos.
Barbara no sabia de donde salia todo ese dinero. Se figuraba que Richard habia salido adelante por fin en los negocios, y no le hacia preguntas. Si le hubiera preguntado algo, la respuesta habria sido una mirada inexpresiva, una cara de piedra, como si el no la hubiera oido.
Barbara aprendio a aceptar como una cosa mas los labios cerrados de su marido… y su generosidad. Cuando Barbara y Richard salian de noche por el centro, el solia estar callado, no hablaba mucho. Se quedaba alli sentado escuchandolo todo. Pero Barbara hablaba por los dos, cosa que a el le parecia bien. Hasta respondia las preguntas que le hacian a el. Richard ya no bebia mas que un poco de vino. Sabia que los licores fuertes lo volvian violento, y tenia el buen sentido de evitarlos. Ya era lo bastante maligno de por si.
Richard no solo era generoso, sino que podria ser increiblemente atento, un romantico incorregible. Por ejemplo, habia dado a Barbara el nombre de Lady, y solia llamarla asi, y encargaba que estuvieran tocando la cancion de Kenny Rogers Lady cuando entraban en sus restaurantes favoritos: el Palosadium, el Archer's, el Over Rose's Dead Body, el Le Chateau y el Danny's Steakhouse, y encargaba tambien que ya estuvieran preparados los vinos favoritos de Barbara, Montrachet y Pouilly-Fuisse, enfriandose en cubos de hielo elegantes junto a su mesa. Hasta encargaba que adornaran la mesa con rosas rojas de tallo largo.
Todo era poco para Lady.
Barbara amaba a su manera, en silencio, a este Richard, al Richard bueno. Pero habia llegado a odiar al otro Richard, y los malos sentimientos que albergaba hacia este pesaban con frecuencia mucho mas que los buenos. Los sentimientos de Barbara oscilaban como un pendulo: amor, odio; amor, odio.
Cuando se vestian y salian, Richard solia ser amable, se portaba como un caballero. Pero tenia unos celos obsesivos. Si un camarero o cualquier otro hombre prestaba demasiada atencion a Barbara o la miraba mucho, a Richard se le congelaba la cara y no tenia el menor reparo en volverse grosero, agresivo, violento incluso. Veia a Barbara, mas que nunca, como una posesion personal, como un juguete favorito, y prestarle demasiada atencion era peligroso.
Un sabado por la noche fueron al cine a Dumont. Cuando salian, Richard se aparto bruscamente de Barbara, se acerco a un tipo en el que esta no se habia fijado siquiera y le pregunto bruscamente por que miraba asi a Barbara. El hombre dijo a Richard que estaba loco; que no la estaba mirando; que lo dejara en paz. Richard dio un punetazo al hombre y lo dejo sin sentido.
– ?Por que, Richard? -le pregunto Barbara cuando salieron a la calle.
– Vi que te estaba mirando de manera irrespetuosa.
– ?A mi?
– Si.
– Yo ni lo habia visto. -Era una cosa entre el y yo -dijo el.
Barbara aborrecia ir en el coche con Richard, pues este solia discutir con los demas conductores, y las discusiones, inevitablemente, le hacian perder los estribos, bajarse del coche, insultar a la gente, romper parabrisas con sus punos inmensos. Barbara sabia que cuando Richard estaba asi, ella no podia hacer nada para hacerle entrar en razon. Ni ella, ni nadie. Ni siquiera un policia con una pistola en la mano. Era mejor quedarse callada, porque la furia de Richard podia volverse de pronto contra ella. Richard era una bomba de relojeria andante. Cuando estaba furioso, casi se podia oir el tictac. Podia estallar en cualquier momento. Esta era la realidad. Esto era con lo que tenia que convivir ella. Hasta cuando iba en el coche con sus hijas, se enzarzaba en esas discusiones tontas, sin sentido, violentas, con otros conductores y conductoras. Una vez hasta lo detuvieron por romper el parabrisas del coche de una mujer mientras iban con el sus hijas. Pero la mujer no quiso presentar denuncia. Tenia un miedo mortal a Richard, y con razon. Verlo en uno de sus arrebatos de rabia era una experiencia temible. Nadie que lo veia lo olvidaba facilmente. Dwayne era todavia demasiado pequeno para comprender del todo lo loco que podia volverse su padre; pero tanto Merrick como Chris conocian su caracter variable y violento, y ambas le tenian terror, estaban asustadas hasta lo mas hondo de sus pequenos seres. Merrick solia temblar cuando Richard perdia los estribos. Pero Richard no puso jamas la mano encima a ninguna de las ninas. Aun hoy, despues de tantos anos, tanto Merrick como Chris palidecen y tiemblan con solo oir la voz de su padre.
Pero cuando Merrick tenia que ingresar en el hospital, cosa frecuente, Richard era atento y carinoso a mas no poder. ?Como queria Merrick a ese papa, y cuanto temia al otro papa! En esos ratos tranquilos en el hospital, cuando Richard y Merrick estaban solos a ultima hora de la noche o de madrugada, Richard empezo a contar a su primogenita la historia de su infancia. Como su madre, su hermano Florian y el habian tenido que sufrir la brutalidad de Stanley; lo pobres que eran; como les faltaba siempre de todo; como robaba el para comer.
Nunca hablo asi a Chris; ni siquiera a Barbara: solo a Merrick. Ella lo miraba con sus ojos enormes de cervatilla, de color de miel, y lo escuchaba en silencio, comprendiendo mas que lo propio de sus anos. No es que Richard intentara explicar ni excusar de ninguna manera sus arrebatos de mal genio y su violencia contra Barbara. Solo pretendia que ella conociera la verdad. Que supiera como habian sido las cosas. Pero despues de escuchar esas cosas, Merrick queria a su padre mas todavia.
Habia veces, en casa, en que Richard tenia uno de sus arrebatos y rompia cosas y, despues, se encerraba en su despacho. Merrick iba a hablarle, le pedia que se tranquilizara, «relajate, por favor, papa». En esos episodios, Richard le explicaba como cosa normal: «Ya sabes que si… si mato a mama, si pasa algo y se muere, tendre que mataros a todos. No puedo dejar testigos».
– Si, papa. Ya lo se, papa -decia ella.
Con todo lo extrano y terrible que era decir una cosa asi a una nina, Richard intentaba hacer saber a Merrick por adelantado, por consideracion hacia ella, lo que podia suceder. Queria que entendiera que si hacia una cosa asi seria… por amor. Solo por amor.
Queria demasiado a Barbara.
Queria demasiado a sus hijos.
Aquel era el problema. La unica manera en que podria superar su perdida si mataba a Barbara sin querer, era matarlos. En esencia, aquel era el modo en el que Richard habia resuelto todos sus problemas desde nino. Matando, problema resuelto. Richard tenia gran capacidad para confinar su dolor y su agitacion emocional. Era como dos personas distintas que no se conocieran la una a la otra, como