La semana siguiente, DeMeo aviso a Richard por el «busca», y este fue a reunirse con el en la casa de comidas proxima al puente Tappan Zee.

– Hola, Rich -le saludo DeMeo; y los dos asesinos de piedra se abrazaron y se besaron efusivamente y empezaron a pasearse por el aparcamiento.

– Tengo un trabajo especial para ti. Un mamon cubano, alla en Miami, pego y violo a la hija de catorce anos de un socio nuestro. Ella no pudo reconocerlo en una rueda de reconocimiento porque el cabron llevaba un panuelo en la cara, pero sabemos quien es. Trabajaba de encargado de mantenimiento en el complejo residencial donde tienen ellos la casa. Se llama el Castaway, en el mismo Miami, en la avenida Collins. Richie, vete a verlo y asegurate de que sufre, joder… ?de que sufre de verdad! ?Entendido?

– Sera un placer -dijo Richard; y lo decia de verdad.

– Esto es de nuestro socio -dijo Roy, y dio discretamente a Richard un sobre que contenia veinte mil dolares. Los mafiosos ganan el dinero a espuertas, y veinte mil dolares era una menudencia, pero fue suficiente para que Richard saliera al dia siguiente camino de Miami. En esta ocasion no se detuvo a comer ni a pasar la noche en un buen hotel. Hizo todo el viaje de un tiron. La gasolina y el aceite los pagaba al contado. Aunque tenia tarjeta de credito, no queria usarla, porque no queria que quedase ningun rastro de aquel viaje. No habia loto de la victima, pero DeMeo le habia dicho como era su coche y que lo aparcaba en las plazas reservadas para empleados del hotel adjunto; hasta le habia dado el numero de la matricula.

Solo habia unas personas a las que Richard odiaba mas que a los matones, y eran los violadores. Por el camino iba pensando como se sentiria si una de sus hijas sufriera un ataque asi… la rabia y el odio que lo invadirian. A pesar de lo frio e indiferente que podia ser Richard ante el sufrimiento, una joven violada le producia una gran compasion. Aquella ejecucion la haria con gusto. Era un trabajo que no le habria importado nada hacer gratis.

Como siempre, Richard procuro cuidadosamente no superar los limites de velocidad, a pesar de que tenia prisa, impaciencia incluso, por hacer aquel trabajo. Llevaba una 38 cargada con balas de cabeza hueca y un cuchillo de caza muy afilado, de hoja curva y mango de madera dura. En el mango habia cuatro muescas: a Richard le gustaba hacer muescas a sus cuchillos cuando los habia utilizado para matar a alguien. No se como tome la costumbre -contaba-, pero siempre me gusto hacer muescas en mis cuchillos. Como las que hacian los pistoleros del Oeste. Con el paso de los anos tenia docenas de cuchillos que habia usado para matar. En algunos habia de diez a quince muescas. Despues, me deshacia de ellos sin mas.

Richard pensaba hacer este encargo concreto con un cuchillo. Segun dice, le gustaba mucho matar con cuchillo porque era muy personal; habia que estar muy cerca de la victima. Le gustaba ver como se apagaba la vida en los ojos de los que mataba. Sobre todo si se trataba de un violador. Aquello seria… divertido.

El Castaway era un gran complejo residencial de tres pisos en la avenida Collins, cerca de la calle 170, que daba a la avenida por un lado y al mar por el otro. Richard tomo una habitacion en el hotel proximo, almorzo bien y llevo su coche al aparcamiento, buscando el coche de la victima. No estaba. Richard se entero al poco rato de que habia dos turnos de trabajo, de las ocho de la manana a las cuatro de la tarde, y desde esta hora hasta medianoche. Estaban en pleno invierno de 1974 y el aparcamiento estaba lleno. Sabia que tendria que tener cuidado para que no lo vieran llevarse a la victima.

Se marcho, volvio a las tres y media y se puso a esperar. No tuvo que esperar mucho tiempo, pues la victima no tardo en llegar con su coche al aparcamiento, tan tranquilo, cantando solo. Llevaba un Chevrolet rojo destartalado. El numero de matricula coincidia. Richard sonrio al ver al tipo, un latino alto y flaco, con cabellera negra espesa y grasienta, peinada hacia atras. Richard vio rapidamente como debia hacerse el trabajo, y se marcho al poco rato.

Ya solo era cuestion de tiempo.

Richard volvio aquella noche, a las once y media, al aparcamiento del Castaway. En la acera de enfrente habia un bar para jovenes llamado Nebas, y habia multitud de chicos rondando por alli. Richard aparco su furgoneta lo mas cerca que pudo del coche de la victima. Se bajo, se acerco al Chevrolet rojo, le pincho una rueda y se volvio tranquilamente a la furgoneta. Era un metodo seguro y bien probado, que Richard utilizaria muchas veces. Ya sabia donde llevaria a la victima cuando la tuviera en su poder, a un bosquecillo de palmeras aislado, junto al mar, a cosa de media hora del hotel, hacia el norte.

La victima aparecio hacia la medianoche, caminando hacia su coche con garbo. Vio la rueda pinchada, solto una maldicion en voz alta y abrio el maletero. Cuando se agachaba para sacar la rueda de repuesto, Richard se le planto detras sigilosamente y le apoyo la 38 en la baja espalda.

– Amigo, necesito que vengas conmigo -dijo con voz distante y neutra, como si saliera de una maquina, de una grabacion telefonica. Richard enseno al otro la pistola, lo asio del brazo flaco y lo condujo a la furgoneta, lo echo dentro, lo esposo, le metio un calcetin en la boca y lo amordazo con cinta adhesiva industrial gris. Richard se puso tranquilamente al volante y salio del aparcamiento. Todo se habia hecho en menos de dos minutos. Mientras Richard se dirigia hacia el norte por la avenida Collins, dijo a la victima:

– Amigo -dijo-, quiero que sepas que me envian amigos de la chica a la que pegaste y violaste.

Al oir esto, el hombre empezo a gemir y a agitarse como un pez fuera del agua.

– Si no dejas de alborotar, te voy a hacer dano.

El hombre se quedo quieto, en silencio. Lo mas inquietante de lo que habia dicho Richard no era tanto las palabras, sino el modo frio y distante con el que las habia dicho. Cada palabra era cortante como un cuchillo de sierra.

– Asi que, amigo mio, quiero que sepas que lienes que sufrir antes de que te mate. Me han pagado bien por ello; pero la verdad es que yo haria esto gratis de buena gana. Quiero que lo sepas.

– ?Mmm! ?Mmm! -murmuro el hombre, aterrorizado.

– Si crees en Dios, amigo, sera mejor que te pongas a rezar, porque has llegado al final de la carrera. El tren se va a detener y es hora de bajarse.

Richard atormentaba intencionadamente a la victima, haciendo que aquellas palabras causticas fuesen las ultimas que oyera en su vida.

– ?Es que te habias creido que podias hacer una cosa asi y seguir a lo tuyo como si no hubiera pasado nada? Bueno, amigo, esta vez elegiste a la chica equivocada.

Richard giro a la derecha, apago las luces y entro por una pista de tierra que llegaba hasta la playa. Habia una luna casi llena, sobre un cielo de terciopelo negro. La luz de la Luna, blanca, limpida y agradable, se reflejaba en el mar tranquilo, trazando un camino lunar reluciente sobre la superficie quieta del agua. Richard se detuvo, se sento y se puso a escuchar. Todo estaba callado y en silencio. No habia mas sonido que el suave rumor de las ondas sobre la arena fina y blanca de la playa.

Richard se puso los guantes de plastico, saco al violador de la furgoneta, lo arrastro hasta una palmera gruesa y muy inclinada y lo ato al arbol con cuerda amarilla de nailon. El hombre ya era victima de un panico frenetico. Richard le enseno el cuchillo de hoja curva reluciente. La luna se reflejaba de manera siniestra en el acero, afilado como una navaja de afeitar.

– Asi que, amigo, vamos a empezar.

Y, dicho esto, Richard bajo bruscamente los pantalones a la victima, le agarro con fuerza los dos testiculos y tiro de ellos con tal fuerza que literalmente se los arranco. A la victima le estallo un dolor ardiente como el hierro al rojo vivo donde habia tenido los testiculos. Los ojos se le salian de las orbitas. Richard le enseno sus testiculos.

– ?Que tal? -le pregunto, sonriente-. Amigo.

Richard le dio tiempo para que se le pasara la conmocion y para que el dolor se asentara.

– Bonita noche, ?verdad? -le pregunto-. Mira que hermosa esta la luna.

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