instrucciones eran: «Que suelte el dinero, o lo matas». Richard se reunio con el en su habitacion de un hotel muy caro de cinco estrellas. No habia dinero. Muchas excusas flojas. Richard estaba educado y servicial. Salieron a la terraza.

– Que vista tan bonita

– dijo Richard, contemplando el panorama maravilloso.

Si, si, es preciosa -asintio el asiatico; y cuando quiso darse cuenta, caia a plomo hacia el suelo. Un gran golpe sordo, sangriento, huesos rotos un cuerpo destrozado, irreconocible e irreparable. Richard se volvio tranquilamente y se marcho. Cuando habia matado, nunca corria.

Richard dijo hace poco: Me parecia que no tenia amigos porque creia que todo el mundo estaba contra mi, siempre contra mi, que no tenia ningun vinculo verdadero con nadie. Rabia, odio, eso era lo que llevaba yo encima. Eso era lo que aportaba yo al trabajo. Utilizaba bates de beisbol, desmontables de neumaticos, cuerdas, alambre, cuchillos, armas de fuego, arcos y flechas, picos para hielo, destornilladores veneno, explosivos, mis manos, por citar solo unos pocos.

Es interesante que cuando Richard cumplia un contrato no sentia ninguna animadversion hacia las victimas. A excepcion de los violadodores. Para el, matar a la gente era tan facil como soltar una ventosidad. No sentia ninguna empatia, ni simpatia, ni nada asi. Stanley Kuklinski habia conseguido despojar a Richard de esos sentimientos, a golpes, hacia muchos anos… hacia vidas enteras.

Richard se consideraba a si mismo un gran gladiador en la palestra de la muerte, porque hacia, sencillamente, lo que era su vocacion en la vida. Habia aceptado, hasta habia llegado a apreciar, el hecho de que formaba parte de una sociedad clandestina de elite: la de los que mataban por diversion; la de los que mataban por un beneficio. Pero lo que hacia unico a Richard era que el hacia ambas cosas: mataba tanto para su disfrute personal como por un beneficio, y a una escala sin precedentes, sin que la Policia tuviera idea siquiera de su existencia.

Richard era capaz de trabajar en equipo con otros asesinos. Algunas veces el encargo lo requeria, y el estaba dispuesto a hacerlo; pero siempre preferia trabajar en solitario. Uno de estos trabajos en equipo se realizo en Detroit, y consistio en abatir a un sindicalista que tenia relaciones con la Mafia. El tipo era un bocazas, repetia que no tenia miedo a la Mafia, que no tenia miedo a nadie, que si intentaban meterse con el haria tal cosa y tal otra. Era un individuo francamente duro, de labios estrechos y pomulos marcados, pelo ralo y peinado hacia atras con gomina. Ademas de ser un bocazas, tenia verdaderos delirios de grandeza.

La orden de ejecucion fue dictada por Tony P, «hombre hecho» de la familia Genovese que ejercia en Union City, Nueva Jersey. Russi Bufalino, jefe en funciones de la familia Genovese, encargo a Tony P. que se librara de aquel sindicalista.

Tony P. conocia a Richard desde que era un muchacho en Jersey City. Sabia que era de fiar y que no abriria la boca; por eso lo invito a formar parte de un equipo de cuatro hombres, en el que participaban, ademas, dos hermanos, Gabe y Sal, y un tipo llamado Tommy. Richard era el unico de los cuatro que era asesino profesional con todas las de la ley, doctorado en asesinatos. Richard no sabia quien era el que tenia que morir, y tampoco le importaba especialmente. Me importaba una mierda, explico hace poco. El quien y el por que no son nunca asunto mio.

Era el 29 de junio de 1975. Richard fue en su coche a Union City cuando todavia no era de dia y se reunio con los demas. Salieron a la Ruta 80 Oeste y se dirigieron a Detroit, sin superar nunca los limites de velocidad. Richard iba en el asiento trasero. Tony P. iba con ellos. El se encargaria de atraer al sindicalista, invitandolo a comer. Richard llevaba una automatica del 22 con silenciador y un cuchillo de caza afilado como una navaja de afeitar. Llevaba ambas armas atadas a las enormes pantorrillas. Tambien llevaba un rompecabezas. El plan consistia en apoderarse rapidamente de la victima. Richard se encargaria de que esto se realizara bien y sin alboroto, y de matar a la victima, que despues deberia desaparecer «para siempre». Esto era indispensable.

El viaje hasta Detroit duro casi diez horas. Todos pasaron casi todo el viaje durmiendo, salvo el conductor. Richard no condujo. Llegaron a Detroit casi a media manana; hacia un dia caluroso y humedo. Callados, serios e impasibles, cruzando pocas palabras, reservaron habitaciones en un hotel, se refrescaron, tomaron un desayuno ligero. Llevaban walkie-talkies que emplearian en la operacion de apoderarse de la victima. Richard habria preferido hacer aquello a solas, pero acepto que tuviera que ser asi. El sabia que el asesinato podia llegar a ser un asunto muy complicado y comprometido.

Llego una llamada de telefono. Salieron y fueron al aparcamiento del restaurante Machus Red Fox, en Bloomfield Hills, un barrio residencial acomodado de las afueras de Detroit. Cuando entraron en el aparcamiento del restaurante, les estaba esperando alli de pie un hombre que a Richard le resultaba vagamente familiar. Tony R se bajo del coche. Los dos se dieron la mano y estuvieron hablando un minuto, y la victima subio al coche con Tony R El hombre se sento en el asiento delantero. No parecia ir demasiado a gusto. Se pusieron en camino. Richard iba a usar un cuchillo de una manera especial. Solo esperaba una senal de Tony R Cuando llevaban unos cuantos kilometros, Richard recibio la senal. Empezo por dejar inconsciente a la victima de un golpe con el rompecabezas. Asi habria poca sangre, menos que limpiar. Richard saco el cuchillo de caza, se inclino hacia delante, asio la ancha barbilla del hombre y tiro de el hacia arriba para tener a su alcance la nuca. Acto seguido, apoyo el cuchillo en la base del craneo, lo inclino hacia arriba y, con su fuerza fuera de lo comun, lo clavo hasta llegar al cerebro de la victima.

El hombre dio una fuerte sacudida, se quedo inmovil. Su ultimo suspiro sono como un estertor. A causa del angulo del cuchillo, que llegaba directamente al cerebro, y de que Richard no retiro el cuchillo de la herida, hubo poca sangre. Se detuvieron al poco rato en un area de descanso, metieron el cuerpo de la victima en una bolsa para cadaveres y lo guardaron en el maletero. Richard accedio a llevarse el cadaver hasta Nueva Jersey. El habria preferido deshacerse de el alli, pero en Nueva Jersey lo querian. Los otros iban a volverse en autobus. Richard los dejo en una estacion de autobuses y salio camino de Nueva Jersey. Ahora que el trabajo ya estaba hecho, estaba relajado y cantaba por el camino las canciones de la radio.

Cuando Richard llego a Nueva Jersey, fue directamente a un desguace de automoviles junto a la carretera Pulanski, en Kearny, camino de Newark. El desguace era propiedad de un asociado de la Mafia. Alli echaron a la victima en un bidon negro de doscientos litros. Cubrieron el cadaver de gasolina, le prendieron fuego y lo dejaron quemarse durante cosa de media hora. El aire se lleno de olor fetido de su carne, de sus organos y de sus huesos ardientes. El perro del desguace aullaba; el olor a carne asada le abria el apetito. Despues, sellaron cuidadosamente el bidon, lo soldaron y lo enterraron alli, en el desguace.

El encargo estaba cumplido, de momento. Pagaron a Richard muy bien, cuarenta mil dolares. Antes de marcharse del desguace se aseguro de limpiar todas las huellas dactilares que hubiera podido dejar en el coche. Todo cuidado era poco. Aunque nadie del equipo, salvo Tony P., sabia quien era Richard ni donde vivia, el los conocia a todos. A el solo lo conocian por «el grandullon».

Cansado pero contento de como habia ido el trabajo, Richard regreso a Dumont con su familia. Dwayne tenia una cometa nueva y Richard le enseno a hacerla volar. Barbara estaba en la piscina con Chris y Merrick y con algunas amigas de las ninas. Hacia un dia de mucho calor y se agradecia el alivio que representaba el agua fresca de la piscina. La familia hizo una barbacoa. Richard se encargo de asarlo todo, sirvio alegremente hamburguesas y salchichas a los chicos, bistecs a los mayores. «?Poco hecho, o bien pasado?» preguntaba siempre Richard. Le gustaba mucho servir la carne tal como le gustaba a la gente, incluso a los ninos. Cuando la carne se asaba, se acordo de cuando quemaron el cadaver del sindicalista.

Mas tarde, uno de los hermanos, Sal, empezo a hablar con los federales; y como se temia que se sirviera de aquel asesinato para librarse de problemas en otro asunto en que estaba metido, sin relacion con aquel, desenterraron rapidamente el bidon y lo metieron en el maletero de un coche que pusieron, a su vez, en una maquina compresora gigante que lo redujo a un bloque de metal de un metro veinte por sesenta centimetros. Junto con otros centenares de coches comprimidos, se vendio a los japoneses como chatarra que se reciclaria para construir coches nuevos que harian la competencia a los producidos en Detroit.

Y asi termino, segun Richard, el jefe del sindicato del transporte Jimmy Hoffa.

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