fajos de billetes de cien dolares que enviaba DeMeo a Gaggi y a Castellano y al asesinato de Vinnie el Lelo, Paul Castellano cedio por fin y accedio a «hacer» a DeMeo. Aquella primavera, Castellano estaba «abriendo los libros» y permitiendo el acceso a nuevos miembros, entre los que se contaba Roy DeMeo.
Para DeMeo, aquello era como recibir un doctorado despues de una vida dedicada al estudio. Era la culminacion de su vida, lo que siempre habia deseado, un sueno hecho realidad. Segun la costumbre establecida, se comunico a todos los «hombres hechos» de todas las familias la noticia de que a Roy DeMeo lo iban a arreglar, y si alguien conocia algun impedimento para que a DeMeo lo «hicieran», debia decirlo, hacerselo saber a los Gambino. Nadie dijo nada en contra del ingreso de DeMeo.
La ceremonia, sencilla aunque muy seria, se celebro en el sotano acondicionado de un teniente de los Gambino que vivia en la calle Diecisiete Bay, en Bensonhurst. Estuvieron presentes Castellano y Gaggi, DeMeo y el veterano Jimmy Esposito. Gaggi hacia de patrocinador de DeMeo, naturalmente. Se celebro la ceremonia; se hizo un pequeno corte a DeMeo en el dedo hasta extraerle sangre, se pronuncio el juramento, todo con una solemnidad comica. Gaggi y Castellano besaron a DeMeo en las dos mejillas y le dieron un gran abrazo de oso, y DeMeo se convirtio oficialmente, formalmente, en miembro «hecho» de la familia Gambino del crimen organizado… en sgarrista.
Despues tomaron una larga cena de cuatro platos en el Tomasos, en la calle Ochenta y Seis. Tras la cena hubo brindis y mas abrazos y besos, y Roy DeMeo se marcho camino del Gemini, en la carretera Belt Parkway, convertido ya en «hombre hecho».
Sabia que a partir de entonces se le abririan muchas puertas. Recibiria por fin el respeto y el temor que habia anhelado siempre. Ahora podia ir ascendiendo por el escalafon. DeMeo tenia planes grandes y optimistas: tener su propia cuadrilla, llegar a capo y, quiza, hasta llegar con el tiempo a jefe de la familia. ?Por que no? DeMeo se consideraba mas habil que cualquier otro miembro de la familia Gambino, o incluso que cualquiera de cualquier otra familia. Y ademas, el era implacable, un asesino frio, lo que constituia un atributo muy necesario para ascender en el crimen organizado en Nueva York.
La reputacion de DeMeo como asesino ya se habia extendido por todas partes. Se le consideraba el ejecutor oficial de la familia Gambino, su mano mortal. Ninguna otra cuadrilla de los Gambino (habia veinte en total) podia compararse siquiera con la banda de asesinos en serie de Roy DeMeo. Y Richard Kuklinski siempre estaba alli dispuesto, en un segundo plano, como un espiritu sobrenatural y malevolo dispuesto a salir de las sombras y a sembrar la confusion cuando lo convocaba DeMeo.
Richard Kuklinski era el Luca Brasi [7] de Roy DeMeo.
Aquella noche hubo otra fiesta en el Gemini Lounge. Acudieron todos los hombres de DeMeo. Se abrieron botellas de champan caro y se pronunciaron muchos brindis. En la mesa de la cocina habia montones relucientes de cocaina para que se sirviera quien quisiera. Se habia hecho venir a varias mujeres de vida alegre para animar la velada, para que hicieran un espectaculo lesbico y practicaran felaciones maestras. Por entonces no existia todavia el problema del sida y las mujeres se lo tragaban todo tranquilamente.
Roy se consideraba todo un galan; no se llevaba bien con su mujer, era muy lascivo y aquella noche le hicieron un trabajo doble: dos mujeres le chuparon y le lamieron el pene y los testiculos a la vez. «Una mamada doble», como lo llamaba su cuadrilla.
Que bella era la vida. Roy DeMeo esperaba mucho de la vida y era un hombre muy feliz. Era «hombre hecho». Estaba en la cumbre del Everest. Llego, vio y vencio.
Las drogas eran uno mas entre los multiples problemas que empezaban a acosar a la cuadrilla del Gemini. Henry Borelli, Chris Goldberg, Joey Testa y Anthony Senter tomaban mucha cocaina. Anthony Senter se estaba quedando escualido, paranoico, y ya no era de fiar. La cuadrilla del Gemini, por sus exitos anteriores, habia llegado a creerse que nada podria hacerles dano, ni la Policia, ni el FBI, ni mucho menos otra cuadrilla manosa u otra familia del crimen organizado. Eran invencibles. Eran como Asesinato, S. A., y la Banda Roja, todo en uno, los reyes de una montana cubierta de cadaveres descuartizados.
Roy DeMeo ya caminaba contoneandose como si midiera tres metros, como si fuera el rey de Brooklyn, con su cabeza de huevo, del tamano de una sandia, llena a rebosar del gran concepto que tenia de si mismo. Mataba o habia matado con despreocupacion a todo el que se interponia en su camino, a todos los que el consideraba que podian darle problemas, a todos los que le faltaban al respeto, a todos los que consideraba una amenaza, una fuente de disgustos. No corria riesgos.
– Los muertos no hablan -decia. Cuando tenia el menor conflicto con alguien, su solucion era matarlo. Como Richard, se comportaba como si tuviera el derecho divino de matar a los seres humanos. Pero, a diferencia de Richard, Roy DeMeo se habia rodeado de un punado de asesinos en serie psicoticos y llenos de cocaina, lo que acabaria por resultar un grave error de juicio.
Richard salio de su casa con una bolsa de papel de estraza arrugada llena de dinero para DeMeo; era la parte que correspondia a este del negocio de la pornografia. Ya eran socios en toda regla.
Tambien Richard sabia que DeMeo era ya hombre hecho, que ya no era un picciotto sino todo un sgarrista. Sabia tambien que DeMeo tenia planes grandiosos. Richard creia que DeMeo ascenderia rapidamente dentro de la familia Gambino, que al cabo de unos cuantos anos tendria su propia cuadrilla aprobada por la familia. Pero Richard creia firmemente que DeMeo era demasiado temperamental, que era un maniaco descontrolado, que tenia un genio demasiado vivo como para durar y llegar hasta donde podria llegar por sus dotes. Creia tambien que, tarde o temprano, la cuadrilla de locos de DeMeo (como los consideraba el) acabarian por quemar el puente que se estaba construyendo DeMeo.
Richard seguia pensando en matar a DeMeo cuando llegara el momento oportuno. Que DeMeo fuera «hombre hecho» no se lo impediria. De hecho, nada se lo impediria. Era cuestion de tiempo; tenian que cumplirse todas las circunstancias oportunas. Richard habia llegado a descubrir que no importaba quitarse de en medio a un «hombre hecho», con tal de que nadie se enterara. Asesinar a un «hombre hecho» sin que el golpe estuviera aprobado, y permitir que alguien se enterara, era un billete de ida a la tumba, una muerte segura.
Richard abrazo y beso a DeMeo en el club, le felicito con efusion, representando el papel de amigo leal, de buen socio: hizo una actuacion digna de un Oscar. Richard entrego a Roy su parte del dinero. Se portaba con DeMeo con honradez escrupulosa. Se aseguraba de pagarle hasta el ultimo dolar que le correspondia.
Para sorpresa de Richard, Roy le invito a ir de pesca en su barca, un nuevo juguete del que DeMeo estaba orgulloso. Hacia buen dia, a Richard le gustaba la pesca, y accedio a ir. Tomaron el Cadillac de DeMeo y fueron al puerto deportivo proximo de la Bahia de Sheepshead. Los asesinos en serie Chris Goldberg, Joeh Testa y Anthony Senter ya estaban esperando a Roy en el puerto. Iba con ellos un cuarto tipo, un tal Bob, al que Richard no conocia. Se hicieron las presentaciones. Subieron al barco, una barco de motor blanco y reluciente de diez metros de eslora, provisto de algunas canas de pescar, y zarparon. DeMeo se habia llevado una caja grande de emparedados italianos gigantes, trozos de provolone y de mozarela, y gruesas lonchas de pepperoni. Saltaba a la vista que a DeMeo le encantaba su barco y que estaba orgulloso de el: era como un chico con una bicicleta nueva, con la mejor bicicleta del barrio, la envidia de todos. El cielo estaba despejado y muy azul. Hacia un calor poco comun para la estacion y el mar estaba en calma y acogedor. Cuando se hubieron hecho a la mar, DeMeo puso el motor a las maximas revoluciones y salieron directamente hacia alta mar. Richard se sento a disfrutar del paseo, del aire fresco. Aunque los tipos de Roy todavia no habian llegado a apreciar a Richard, ni el a ellos, habian aprendido a aceptarlo; pero lo miraban con desconfianza.
A Richard le encantaba el mar desde su infancia en Jersey City, y le gustaba ir en barco, recibir el aire limpio y fresco del Atlantico. Joey y Anthony iban hablando con el tal Bob, contandole chistes, contandole la mamada doble que habian hecho esas dos chicas tan estupendas a Roy.
Cuando estuvieron lejos de la costa, Roy desacelero el motor, lo apago y anuncio que aquel era buen lugar para pescar, pero que antes debian echar algo de cebo al agua.
– ?Que vamos a pescar? -pregunto Bob.