maltratando a Barbara. Solia llegar a casa de mal humor y entablar una discusion con Barbara por cualquier tonteria sin importancia; ella le replicaba, el perdia los estribos y provocaba danos: le daba bofetadas, soltaba maldiciones, rompia cosas con su fuerza sobrehumana.

Barbara habia comprado una mesa de comedor preciosa. Era de grueso marmol italiano, con patas macizas tambien de marmol. Habia costado una fortuna, pero ella la queria, y la compraron. A Barbara se le concedian todos los caprichos. La mesa era tan pesada que tuvieron que meterla en la casa e instalarla donde la queria Barbara entre cuatro hombres fuertes. Una tarde, Richard llego a casa de mal humor. Barbara y el se enzarzaron y se pusieron a discutir. El empezo a perder los estribos. Queria abofetearla, retorcerle el cuello, estamparla contra la pared. Pero en vez de hacerle dano, levanto en vilo la hermosa mesa de comedor de marmol y la arrojo a traves del hermoso ventanal que daba a la calle.

Barbara, atonita, lo increpo, sin tener idea de lo peligroso que era en realidad, sin saber con quien estaba discutiendo.

Fijese, estamos hablando de una mesa que tuvieron que meter en casa entre cuatro hombres. El la levanto como si nada y la tiro por la ventana, conto ella mas tarde, sacudiendo la cabeza al evocar el recuerdo, fumando.

Por desgracia, estos estallidos se producian delante de Merrick y de Chris, aunque no de Dwayne. Era Merrick la que solia tranquilizar a su padre. Ejercia sobre el un efecto calmante. Le hablaba con voz suave, lo convencia de que saliera de la casa, de que la llevara a echar de comer a los patos.

En la poblacion de Demarest (donde nacio y se crio Pat Kane), a diez minutos en coche, habia un estanque pequeno en el centro de un parque. Se llamaba estanque de Harworth. Alli se reunian siempre bandadas de patos silvestres. A Richard le gustaba ir a aquel estanque tranquilo a echar de comer a los patos. Compraba pan en una tienda de alli cerca, se sentaba en un banco verde del parque, cerca de la orilla del agua tranquila, y daba de comer a los patos. Solia llevarse a Merrick, y entre los dos echaban a los patos trocitos de pan, que las aves se tragaban rapidamente; y, alli sentados, Merrick tranquilizaba a su padre, le hablaba de su infancia, le hacia olvidar su ira contra Barbara, su ira contra el mundo. Por algun motivo insondable, Merrick ejercia sobre su padre un efecto muy tranquilizador y calmante. Chris no solia hacer esto con su padre, pero Barbara si que solia ir tambien alli acompanando a Richard. A ambos les gustaba sentarse en el banco, cerca del estanque tranquilo, echando de comer a los diversos patos, hablando en voz baja… en paz. El estanque tranquilizaba verdaderamente a Richard. Los patos ya lo conocian y se acercaban a el en cuanto lo veian.

Chris, hija de Richard, se fue retrayendo mas y mas dentro de si misma, apartandose de su padre, apartandose de la familia. A Chris la trastornaban y la debilitaban mucho las discusiones y la violencia.

Chris era ya una nina de doce anos muy atractiva. Tenia el cuerpo largo y esbelto; el pelo rubio largo y espeso, y una cara dulce, en forma de corazon, con grandes ojos azules. Una tarde de verano, Barbara y Richard discutian despues de la cena y el empezo a romper cosas. Chris se levanto en silencio y se marcho de la casa. No soportaba la violencia, los gritos, el mal genio de su padre, la «bocaza» de su madre, como la consideraba ella; y fue a sentarse en un banco de madera cerca de la parada del autobus, intentando pensar que hacer, con quien hablar, donde encontrar ayuda, donde dirigirse.

Chris habia creido al principio que todos los padres discutian, que sin duda todos los padres hacian trizas la casa; pero ahora sabia que no era asi en absoluto, que su padre era singular y que tambien su madre lo era. Seguia alli sentada mientras anochecia por momentos y empezaban a aparecer las luciernagas. Un hombre que iba en una furgoneta roja se detuvo, la saludo, se ofrecio a llevarla a donde fuera.

– No voy a ninguna parte -dijo Chris a media voz, sabiendo que no deberia hablar con desconocidos. Barbara le habia advertido muchas veces que no debia hablar con desconocidos.

– ?Quieres venir a dar un paseo? -le pregunto el hombre. Tenia treinta y tantos anos, pelo rubio, era atractivo, parecia agradable; parecia… interesarse por ella.

– Si, vale -dijo ella; y se subio a la furgoneta con el desconocido, sabiendo que no debia hacerlo, sabiendo que sus padres se enfadarian, que la castigarian con severidad por haber hecho una cosa asi; pero no le importaba. Estaba asumiendo el control; era duena de sus actos, y se acabo.

Chris no tardo mucho rato en descubrir que era lo que interesaba exactamente al hombre rubio. Este le pregunto si queria ir con el a un lugar apartado que conocia, para «hacer cositas».

– Vale -dijo ella, aun antes de darse cuenta de que lo habia dicho. El hombre la llevo a un pequeno claro de un bosque cercano y se puso a besarla. Ella se lo permitio sin presentar resistencia. El hombre la llevo a la parte trasera de la furgoneta, la desvistio y mantuvo con ella relaciones de todo tipo, incluso el coito, mientras ella se lo permitia de buena gana. Aquel era el modo que tenia Chris de asumir el control de su vida. Su cuerpo era suyo y solo suyo; nadie se lo podia quitar, y ella estaba dispuesta a usarlo, a dejar que lo usaran, como ella quisiera. No disfruto ni mucho menos con lo que estaba haciendo, con lo que el hombre la obligaba a hacer. Lo hacia para reafirmarse en su propia individualidad, para rebelarse. Chris sabia que si su padre veia una cosa asi, lo mas probable es que la matara, y al hombre lo haria pedazos, literalmente. Pero no le importaba.

Cuando termino aquello, cuando el hombre hubo terminado, llevo otra vez a Chris, lleno de agradecimiento, a la parada del autobus, al banco donde la habia encontrado, y ella se bajo de la furgoneta dandole las gracias con toda dulzura y educacion, sin sentirse traumatizada en absoluto. El no le pidio que volvieran a verse; ella no le dio ningun dato. No queria volver a ver a aquel hombre. Lo dos sabian que lo que habia pasado estaba mal… muy mal, tan mal que era pecado, que era un delito.

Chris camino despacio hacia su casa, habiendo perdido su virginidad. Barbara le pregunto donde habia estado.

– En casa de una amiga -dijo ella.

Richard sabia que sus arrebatos violentos estaban mal, y se odiaba a si mismo por tenerlos. Sabia que no debia ser violento con Barbara, pero no podia controlar sus cambios de humor. Era como si estallara una bomba dentro de el. Richard decidio alquilar una oficina, un lugar donde poder meterse cuando estuviera de buen humor, un lugar donde pudiera prepararse para los golpes, tranquilizarse despues de haber dado un golpe. Habia llegado a comprender que no debia estar con su familia en momentos como aquellos. No era justo para con ellas. Tambien sabia que era francamente peligroso.

Richard oyo decir a Argrila, el productor de pornografia, que habia despachos disponibles en un edificio comercial de Spring, cerca de Lafayette, ideal para lo que tenia pensado el, y estaba en la ciudad. Richard solia ir a la ciudad por cuestiones de negocios, y aquella oficina pequena le haria un buen servicio. La alquilo, y compro algunos muebles de oficina, una cama, un escritorio grande, una caja fuerte, un frigorifico. Hizo instalar telefonos y, de pronto, Richard Kuklinski tenia una oficina, un lugar desde el que podia dirigir sus negocios, sus tratos criminales, sus contratos de asesinato. En la caja fuerte guardaba muchas armas, granadas de mano, esposas y parte de su creciente coleccion de venenos.

A partir de entonces, cuando sabia que tenia que hacer un encargo a primera hora de la manana, un contrato que tenia que realizarse en la ciudad, dormia en la oficina, en su puesto de mando, como lo consideraba. Habia hasta bano con ducha. No dijo nada de la oficina a Barbara. Le decia muy pocas cosas.

A Richard se le presento otro trabajo, matar a un soldado de la familia Genovese. Tomaba drogas; cometia errores; comprometia a la familia. Tenia que desaparecer. Richard sabia que el hombre, Henry Marino, era cocainomano, y decidio aprovechar esta circunstancia para matarlo. Richard compro unos gramos de cocaina pura y la extendio cuidadosamente sobre un espejo en su nuevo despacho. Richard no tomaba cocaina ni ninguna otra droga. Pero entendia de drogas, conocia sus aplicaciones y sus efectos. Despues de picar la cocaina con una hoja de afeitar, se puso unos guantes de plastico blancos y mezclo con la cocaina el cianuro suficiente para matar a un hombre. Hecho esto, guardo la cocaina en un frasco y, al rato, ya estaba en un

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