el barrio de Ridgewood de Brooklyn, una zona de mucha presencia de sicilianos. El local se llamaba Restaurante Italoamericano de Joe y Mary. Servian autentica comida casera siciliana. Era propiedad de una prima de Galante, Mary. Por ese motivo, Galante se sentia alli a salvo, y solia comer y cenar alli muchos dias.

El 8 de julio de 1979, Richard se reunio con DeMeo en el Gemini y los dos fueron juntos a almorzar en Ridgewood. DeMeo queria que aquel trabajo fuera impecable. Tambien para el era el encargo mas importante de su vida, y le garantizaria una ascension rapida en la familia Gambino. Estaban en juego tanto su reputacion como su vida. Iba a ser un trabajo hecho desde dentro, y DeMeo queria que Richard viera la distribucion del local, que «conociera el terreno», como dijo a Richard aquella manana.

El restaurante era un pequeno negocio familiar. Sobre la puerta principal habia un letrero barato que decia:

RESTAURANTE ITALOAMERICANO DE JOE Y MARY SE SIRVE COMIDA PARA LLEVAR

El local tenia un ventanal grande a la calle que cubria todo el ancho del restaurante, sus buenos seis metros, cubierto de visillos baratos y delgados. DeMeo y Richard entraron, ocuparon una mesa y pidieron de comer. La comida era buena y barata. Los dos hombres comieron en silencio, empezando por un entrante; despues compartieron un plato de pasta pensando en el asesinato, en la muerte violenta de aquella tarde. Richard tomo despues ternera con pimientos y Roy un plato de gambas con salsa marinera picante. A Richard no le gustaba la distribucion en absoluto. Era un local pequeno, largo y estrecho, con solo una entrada y una salida. Al fondo habia un patio descubierto con varias mesas, rodeado de edificios de tres pisos. DeMeo dijo que a Galante le gustaba sentarse alli; alli se sentia seguro porque veia venir a cualquiera con tiempo para reaccionar: para llegar al patio habia que recorrer todo el restaurante a lo largo.

– Esto es una ratonera -dijo Richard, casi en un susurro-. No me gusta.

– Asi estan las cosas -dijo Roy-. A ver que te parece. Estudia esto con amplitud de miras. Cuando llegue aqui y mientras come, estara acompanado de los suyos. Dos tipos. Uno de ellos esta con nosotros. Cuando hayan terminado de comer, el que esta con nosotros se disculpara y dira que tiene que hacer unas llamadas. Tu vas a trabajar desde dentro. Cuando entren ellos, estaras comiendo. No sospechara de ti. Salta a la vista que no eres italiano, ?te das cuenta? Asi que tu te sientas todo lo cerca del fondo que puedas, mirando hacia la calle, y pides de comer. Los otros llegaran con su coche hasta la puerta, aparcaran en doble fila y se bajaran. Podras verlos a traves de los visillos.

Como es un local largo y estrecho, el los vera desde el primer momento, y es un tipo que dispara primero y pregunta despues. Por eso tiene que haber uno de los nuestros dentro, en posicion… y ese seras tu.

Richard miro hacia la calle. Veia claramente a traves de los visillos la acera y la avenida Knickerbocker. Oia el ruido de los camiones, las bocinas.

– Asi que -prosiguio Roy-, en cuanto los veas, actuas. Te levantas tranquilo, muy tranquilo, caminas hacia el patio y le das lo suyo. No le des ocasion de sacar un arma. Los otros estaran a tu espalda con escopetas. Ese mamon no puede vivir. No puede salir vivo de esta… ?que te parece?

– Es una ratonera -repitio Richard-. Pero se puede hacer.

– ?Estas a gusto con el plan?

– Estoy a gusto. Pero tu asegurate de que los tipos que entren sepan que yo soy del equipo.

– Lo sabran. Cuando te vean, ya estaras disparando al cabron. Cuando termines, te vuelves y sales andando. No corras. Yo te estare esperando en un coche, ?vale?

– Vale. ?Cuando?

– El jueves, dia doce. Esa manana ire a recogerte. Digamos a las diez y media. Tienes que estar aqui, tienes que estar dentro, aqui sentado, a las doce y cuarto. Usa algo que no falle… un 357, quiza.

– Vale -dijo Richard, tranquilo, frio, despejado. Tomo un trago de agua mientras pensaba que la comida era buena.

El 11 de julio Richard llamo a Barbara desde su «puesto de mando» y le dijo que no volveria a casa aquella noche, que tenia cosas que hacer. Ella le dijo que muy bien, como siempre. Barbara no hacia nunca preguntas a Richard. El hacia lo que tenia que hacer. Barbara ya habia terminado por darse cuenta de que Richard andaba metido en «negocios turbios» y aceptaba sin rechistar lo que le decia. Richard comio algo en el barrio chino, cerca de su despacho, vio la television en su puesto de mando, llamo a Barbara para darle las buenas noches, hablaron de los ninos, de un viaje que tenian pensado hacer en familia a Disney World. Despues de ver el telediario y el monologo de Johnny Carson se acosto.

El 12 de julio era un dia despejado, con el calor y la humedad propios de la estacion. Richard se ducho y se vistio con la ropa adecuada para el trabajo de aquel dia. Se puso unos pantalones verdes corrientes y una camisa muy holgada, de manga corta, que cubriria facilmente las tres pistolas que se llevaria al almuerzo. Salio a tomarse una tortilla en una cafeteria griega de alli cerca, se compro los tres periodicos de Nueva York, se dio un paseo, se volvio a su puesto de mando y abrio la caja fuerte. Los periodicos le iban a servir en su trabajo. En la caja fuerte guardaba una amplia coleccion de armas. Eligio dos pistolas del 357 de seis tiros y una del 38 con canon de cuatro pulgadas. Una de las 357 tenia el gatillo sensible. Richard habia limado el mecanismo de disparo de modo que la pistola se disparaba con solo rozar el gatillo. Metio las pistolas en una bolsa de deportes negra y bajo a la calle con la bolsa y los periodicos. Tal como habian acordado, DeMeo lo recogio en la esquina de las calles Spring y Lafayette. Apenas cruzaron palabra durante el viaje hasta Brooklyn. Como de costumbre antes de un golpe, Richard tenia una calma extrana. Sabia que muy bien podian matarlo aquel dia, que habia muchas cosas que podian salir mal, y entonces todo habria terminado para el. Pero aquello no le preocupaba demasiado. Richard Kuklinski tenia en cierto modo extrano un deseo de muerte que se le iria agudizando cada ano que pasaba. Por el camino iban oyendo canciones antiguas. A Roy tambien le gustaban las canciones antiguas.

Richard esperaba el momento de enfrentarse a Galante. Sabria que aquello tendria que hacerlo de cerca, de manera intima: asi era como mas le gustaba. Tambien sabia que Galante intentaria defenderse, sin duda alguna, que tenia un instinto y unas dotes de asesino muy desarrolladas. En cierto modo, Richard consideraba que aquello era su Solo ante el peligro, que iba a plantar cara al peor forajido del pueblo, a un canalla de corazon negro que tenia que morir, al que habia que matar como hay que matar a un perro rabioso.

No, Richard no estaba nervioso en absoluto. Cuando estaban cerca de la avenida Knickerbocker, saco las tres pistolas de la bolsa y se las metio cuidadosamente bajo el cinturon de los pantalones, en la posicion donde debian estar para tenerlas a mano. Roy dijo que estaria alli delante cuando el saliera, por delante del coche que traeria a los otros pistoleros, cuya labor consistiria en rematar a la victima.

– Asegurate de que no me encuentre colgado al salir de alli.

– ?Estare! -le prometio DeMeo. Se dieron la mano, se besaron en las mejillas. DeMeo le deseo suerte. Richard salio del coche al sol implacable de mediados de julio. Llevaba un ejemplar del Daily News, un accesorio muy util. Se levantaban del suelo ondas sinuosas y flexibles de calor. Richard camino despacio hacia el restaurante, pasando por delante de cafes italianos, pizerias italianas, tiendas de alimentacion italianas con salamis y grandes trozos de provolone colgados en los escaparates. El aire estaba impregnado del olor a pan recien hecho. Abrio la puerta y entro. Se sento en una mesa hacia el fondo, pero no demasiado al fondo porque tampoco queria llamar mucho la atencion. Saludo al camarero de manera amistosa, pidio algo de almorzar, un emparedado de albondigas, algo que pudiera comer sin cubiertos. No queria dejar huellas dactilares en ninguna parte. Abrio el periodico y se puso a leerlo con atencion, bajando la vista, haciendo como que leia algo muy interesante. Le sirvieron el bocadillo. Tenia un aspecto y un olor deliciosos. Pero el no lo toco. Esperaria.

Al poco rato aparecio en la puerta Carmine Galante, hosco y ruidoso.

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