Entro con sus dos tipos y se dirigieron directamente al patio del fondo. Ya tenian preparada una mesa larga, cubierta de un mantel nuevo e impecable. El patio estaba a la sombra de los edificios que lo rodeaban. Los camareros acudieron a atender a Galante con gran deferencia. Todo el mundo sabia quien era, y lo trataban como si fuera el Papa en persona. Le llevaron a la mesa agua mineral, vino y comida. Richard, que seguia leyendo el Daily News, empezo entonces a comerse su bocadillo distraidamente. En un momento dado dejo caer el periodico y, al agacharse para recogerlo, se volvio un breve instante y vio donde estaba sentado Galante. Se lo grabo en la mente. Desde ese momento, no perdio de vista la calle. El coche donde venian los demas ejecutores podia llegar en cualquier momento. Richard se comio despacio el bocadillo de albondigas mientras leia el periodico, sin perder de vista la calle. DeMeo le habia dicho que uno de los guardaespaldas dejaria a Galante en un momento dado y que seria entonces cuando se presentaria el equipo de pistoleros, pero el se temia que se presentaran antes. Richard esperaba, tranquilo y relajado, sin sentir ninguna angustia (estaba en su elemento), comiendo despacio, leyendo el periodico despues de cada bocado.
Despues, en efecto, uno de los guardaespaldas se levanto y salio del restaurante. Era Caesar Bonventre.
La cosa empezaria en cualquier momento. Richard se preparo. Movio los pies para ponerse en posicion, para poder levantarse rapido. Richard era un hombre enorme, pero tenia la rapidez de movimientos de un felino agil, era una pantera gigante de color palido.
El coche se detuvo ante la puerta. Richard vio que se bajaban los ejecutores. Llevaban gafas oscuras. Ya estaba. Era el momento de hacerlo. Richard se levanto enseguida y, sin prisas, camino directamente hacia el patio, directamente hacia Galante, con los ojos clavados en su objetivo. A Richard se le habian potenciado todos los sentidos. Oyo que se abria la puerta de entrada. Galante vio venir a Richard; se miraron a los ojos. Galante comprendio inmediatamente lo que pasaba, vio claramente que se le venia encima la muerte. Conocia el percal; conocia esa mirada, ese ritmo, esos pasos, esos gestos. Intento ponerse de pie. Richard saco dos pistolas, las 357, apunto y disparo repetidamente, vaciando los dos cargadores en cuestion de segundos. Alcanzo a Galante y a Coppola. Se volvio, y los del equipo dispararon inmediatamente a Galante, uno de ellos con una escopeta. En aquel lugar cerrado, el ruido era ensordecedor. Richard tomo su periodico y salio el restaurante, con el ruido de los disparos zumbandole en los oidos. El coche estaba alli. Llego hasta el y se subio, y se pusieron en camino despacio.
– ?Como ha ido? -le pregunto Roy, con la cara contraida por la curiosidad.
– Como un reloj, joder -dijo Richard.
– rEres el mejor, Grandullon.
Richard se volvio directamente a la ciudad. Estaba contento con lo bien que habia ido todo; en efecto, habia funcionado como un reloj, perfectamente. Roy y el se sentaron en la terraza de un cafe de Little Italy y Richard le conto todos los detalles; como Galante lo habia visto venir y habia entendido inmediatamente de que se trataba. Roy le dio la mano varias veces. Estaba tan contento como un nino en la manana de Navidad. Los dos fueron a pie a la oficina de Richard. Roy lo abrazo y lo beso, y acordaron volver a verse pronto. Richard subio al puesto de mando. Estaba contento de si mismo, como si acabara de correr una dura maraton y hubiera llegado el primero. Pensaba quedarse unos dias en la oficina, en la ciudad. No volveria hasta estar seguro de que todo habia terminado de una vez por todas. No sabia si se presentaria entonces alguien para matarlo, para reducirlo al silencio, para que no quedara rastro de lo sucedido. Los italianos, la gente de la Mafia, tenian sus costumbres extranas en cuestion de asesinatos. Nada era sencillo. Habia muchos protocolos y traiciones. Cargo una escopeta de caza que tenia, la dejo sobre su escritorio y se puso a esperar, tenso… inseguro. No se fiaba de nadie, y de DeMeo menos todavia.
Se pregunto si DeMeo querria matarlo, si enviaria a gente para que lo mataran. Para hacerlo callar. Que lo intenten, penso.
Llamo a Barbara. Esta estaba preparando emparedados para ella y para los ninos, que estaban jugando en la piscina. Le dijo que volveria a casa «dentro de unos dias». Volvieron a hablar del viaje que querian hacer a Disney World, y colgaron. Richard encendio el televisor y vio un boletin de noticias sobre el asesinato, mientras se preguntaba si habria alguna persona mayor vigilando a los ninos que jugaban en la piscina.
Un fotografo de prensa consiguio de alguna manera acceder a la azotea de uno de los edificios que rodeaban el patio donde habian matado a Galante, y saco fotos de su cadaver. Cosa rara: Galante tenia todavia en la boca el puro; se le habia quedado alojado en la boca, que ahora tenia abierta como si tuviera desencajada la mandibula. Tenia las gafas torcidas. Lo rodeaba un charco de sangre rojo y brillante que atraia a las moscas. El aire estaba cargado del hedor de un cadaver sometido al calor de julio. Era un olor extrano al mezclarse con el aroma agradable del pan recien hecho. Cuando los detectives que estaban en el patio vieron al fotografo, le gritaron que se largara. «?Vete al infierno!», le dijo uno.
Pero al dia siguiente, como era de esperar, una de sus fotos aparecio en la primera plana de todos los periodicos de Nueva York, en los periodicos de todo el pais: alli estaba el terrible Carmine Galante, mas muerto que una piedra, con aquel puro ridiculo metido en la bocaza. Las familias de la Mafia de todas partes lo celebraron. Se habian quitado de encima una espina, un cancer. Habia pasado a la historia, adios muy buenas.
Carmine Galante no habia mostrado a nadie el respeto debido; ni el debido ni ninguno, de hecho, y no solo habia recibido su merecido, sino que todo el mundo lo veria en esa postura desairada, vergonzosa, como si fuera una mierda de perro en la acera.
Se pronunciaron brindis en todo el mundillo de la Mafia. Los «hombres hechos» se daban la mano, se felicitaban mutuamente, se daban palmaditas en la espalda como si aquello hubiera sido una boda, como si uno de sus hijos hubiera terminado la carrera con premio extraordinario.
– El gilipollas se ha llevado lo que se merecia, joder -anuncio Paul Castellano en su Club de Veteranos y Amigos de la calle Ochenta y Seis. Cuando Richard vio la foto extraordinaria de Galante con el puro en la boca, sonrio, pensando: Cuanto mas grandes son, mas dura es su caida. Dias mas tarde, Richard fue a ver a DeMeo, y Roy volvia a ser todo abrazos, besos y sonrisas. Richard habia aumentado su reputacion en el mundo del crimen organizado. DeMeo merecia un nuevo respeto gracias a Richard. Por fin se reconocia su talento fuera de lo comun. Estaba seguro de que lo ascenderian pronto. No cabia duda de que Paul Castellano le recompensaria con generosidad. ?Como no iba a recompensarlo? Richard y DeMeo salieron a comer juntos, como solian hacer con frecuencia. Fueron al restaurante Rao, en Manhattan, y Richard volvio a contar a DeMeo con profusion de detalles lo perfectamente que habia salido el golpe. Richard no habia visto nunca a DeMeo tan contento. Parecia como si fuera a ponerse a bailar encima de la mesa en cualquier momento.
– ?Grandullon, estamos en deuda contigo! -dijo DeMeo-. ?Me voy a encargar de que salgas ganando verdaderamente!
Entonces entro otro capitan de la familia Gambino, Sammy Gravano, de Bensonhurst, al que llamaban Sammy, el Toro. Iba con una rubia atractiva y con otra pareja. DeMeo y el se saludaron con un gesto de la cabeza. Gravano ocupo una mesa al fondo del pequeno local. Richard sabia quien era Gravano y se pregunto si estaria alli solo por casualidad. La verdad era que Gravano solo habia ido alli a comer y a pasarlo bien. Pero en anos posteriores acabaria jugando un papel importante en la vida de Richard. Tambien el intervendria de manera importante en el asesinato de un capo di tutti capi.
DeMeo paso discretamente a Richard un sobre cerrado lleno de dinero.
– Por un trabajo bien hecho -dijo DeMeo.
– Roy, yo no quiero nada -dijo Richard-. Esto lo he hecho como un favor. Dile al tipo grande [Castellano] y a los demas que… ?la verdad, ha sido un placer! -anadio, muy diplomatico. Era un gesto muy habil por su parte.
– ?Eres el mejor! ?Eres el mejor, joder! -dijo DeMeo, casi en un susurro.
Despues de darse un buen banquete (en aquel restaurante servian excelente comida casera italiana, napolitana) y de tomar cafe y copas, DeMeo se brindo a llevar a Richard a un