Fue en primera clase, naturalmente.

El avion encontro una tormenta violenta, y Richard sufrio en su asiento las sacudidas. Era supersticioso, y espero que la tormenta no fuea una especie de mal presagio. Richard apreciaba a los hermanos Mediro, en la medida en que era capaz de apreciar a alguien; le habia caido muy bien Yada, la hijita de Eduardo. Aquello represento un peso sobre sus hombros durante algun tiempo, pero no tardo en olvidarse de ella. Richard dominaba muy bien el arte de guardar sus sentimientos en compartimentos estancos, y centro sus pensamientos, su energia, en asesinar a los hermanos y poder salir ileso de alli. Aquel era el trabajo que tenia por delante.

Tomo en el aeropuerto un taxi que lo llevo directamente al hermoso Hotel Copacabana Palace; se registro en el hotel con su nombre falso y subio a la lujosa habitacion. Tenia una gran vista de la playa y Richard se quedo un rato en el balcon admirando la playa de color claro y las hermosas mujeres casi desnudas que estaban por todas partes.

Las pistolas debian llegar aquel mismo dia, pero no llegaron. Sin duda las habria robado algun aduanero, y Richard se encontraba en Rio sin armas, sintiendose como un musico de una orquesta sin su instrumento.

Aquello era un dilema, claro esta. Richard no conocia alli a nadie; no sabia una palabra de portugues; ni siquiera sabia ir a la casa de los Mediro. Salio a la playa de Copacabana, llego hasta el borde del agua, se volvio y contemplo la ciudad animada y bulliciosa. Tomando como punto de referencia el Cristo gigante, Richard tenia idea de donde se encontraba la casa, pero no tenia coche.

Perplejo, preocupado, camino hasta llegar a Ipanema y se volvio. Se sento en una terraza a la sombra, pidio un te helado y se puso a ver pasar a las gentes brasilenas, que vivian sus vidas aceleradas y ardorosas. Alli hacia un tiempo veraniego, y la temperatura rondaba los treinta grados. Tan cerca del ecuador, el sol brillaba con mucha mas fuerza que en los Estados Unidos. Richard veia las ondas sensuales de calor que subian de la acera blanca y negra de mosaico. Alli sentado, viendo pasara la gente, a las bellas mujeres, daba vueltas a la cuestion.

Richard no tardo mucho tiempo en detectar la presencia de pilletes que vendian drogas por la acera del lado de la playa de aquella ancha avenida, al otro lado de la calle. Eran unos chiquillos duros, y cuando empezaba a ponerse el sol por detras del Pan de Azucar, Richard abordo a un chico alto, delgado, de color de cafe capuchino. El chico lo vio venir desde el otro lado de la calle y penso que seria un gringo que querria chuparle la polla. Muchos como el lo abordaban, pues era un chico guapo. Tendria unos quince anos. Sonrio a Richard, dispuesto a dejar que le chupara la polla a gusto cualquiera que le pagara.

Richard, usando la mimica y su ciencia de la calle, consiguio rapidamente comunicar al chico que queria comprar un arma de fuego, una pistola del 38. El chico, que era de la calle, del hampa, comprendio enseguida y con exactitud lo que queria Richard y, sirviendose de los dedos, le indico cuanto costaria una pistola asi. Venian a ser unos cien dolares. Richard accedio. Acordaron reunirse en aquel mismo lugar a las doce del mediodia siguiente. El chico pidio el dinero por adelantado; Richard le dijo que no: le pagaria cuando le diera la pistola.

Sin estar seguro de que el chico le cumpliera el encargo, Richard se volvio al cafe y paso otro rato contemplando el paseo animado. Cuando se hizo la oscuridad en la ciudad, se volvio a su habitacion y llamo a Barbara. Hablaron de los chicos. El no dijo nada de donde estaba. Ella no se lo pregunto. Volvio a bajar, ceno, fue a darse otro largo paseo y se acosto temprano.

Al dia siguiente, a mediodia, Richard cruzo el paseo, y alli estaba el chico, con una bolsa de papel en la mano. Richard miro lo que habia dentro. En efecto, se trataba de una Smith & Wesson del 38. Richard pago al chico, se dieron la mano y se despidieron. De nuevo en su habitacion, Richard desmonto la pistola. Estaba vieja y algo maltratada, pero todas las piezas funcionaban. La limpio y la engraso.

Ya con la pistola encima, Richard volvio a salir y se alejo de la playa, adentrandose en la capital. Localizo una ferreteria; se compro un martillo, unas tenazas y un destornillador y siguio caminando. Encontro una calle tranquila y consiguio robar rapidamente una furgoneta, utilizando las herramientas que acababa de comprar. Ya motorizado, se dirigio a las colinas que dominan Rio; y, sirviendose del Cristo gigante como punto de referencia, acabo por conseguir localizar la casa de los Mediro al cabo de varias horas. Sonrio; aparco en la misma calle y se puso a esperar, sin estar seguro de lo que haria ni de como lo haria. No llevaba alli una hora cuando se abrio de pronto el porton electronico y salio el Mercedes amarillo. Iban en el coche los dos hermanos y otros dos hombres. Richard los siguio hasta la zona de la playa y por la Avenida Atlantica. Los hombres aparcaron y entraron en un restaurante discreto, en una calle tranquila de Ipanema. Richard tenia seis balas. Sabia que debia aprovechar todos los los disparos, que los hombres irian armados sin duda alguna y que tendria que moverse deprisa. Consiguio aparcar cerca del Mercedes. Saco el aire de la rueda delantera izquierda del coche, se volvio a la furgoneta y se puso a esperar, tenso como un muelle comprimido, como un felino gigante que acecha a su victima, pero tranquilo por dentro; frio como el hielo por dentro… un Hombre de Hielo. Richard estaba en su elemento. Aquel era su oficio. Acechar para matar. Los hombres salieron al cabo de dos horas. Saltaba a la vista que habian bebido. Se reian, iban relajados. Cuando se acercaron al Mercedes, Eduardo fue el primero que vio la rueda sin aire. Despues de soltar las maldiciones de rigor, uno de los otros tipos abrio el maletero del Mercedes y saco la rueda de repuesto. Los otros esperaron. Encendieron cigarrillos. Richard salio de la furgoneta y camino directamente hacia ellos, sin salir de las sombras. John Carlo fue el primero que lo vio, pero no llego a asimilar del todo que pudiera tratarse de Richard de verdad. Richard saco la pistola y disparo cuatro veces en pocos segundos, los abatio a lodos. Pero tuvo que disparar un segundo tiro para rematar a Eduardo.

Una vez hecho el trabajo, Richard se subio a la furgoneta y se marcho. Los clientes del restaurante y los camareros salian en tropel, asustados. Richard llego al otro extremo de la ciudad, a Lemi, y dejo alli la furgoneta despues de haber limpiado cuidadosamente todas sus huellas. Arrojo la pistola al mar y se volvio al hotel. Al dia siguiente, Richard se marcho de Rio en el primer vuelo.

Richard estaba muy orgulloso de aquel trabajo. Era de aquellos logros que le daban ganas de contarselos a la gente, de presumir de ellos. Pero, naturalmente, no podia hacer aquello.

Se subio a su coche y se volvio a Nueva Jersey, mirando por el retrovisor y haciendo cambios de sentido por el camino. Cuando estuvo cerca de su casa, aviso a DeMeo por el busca desde una cabina telefonica. Roy lo llamo a los pocos minutos. Richard le comunico que los hermanos ya no darian problemas.

– ?Grandullon, eres el mejor! ?Eres el mejor, joder!, ?me oyes? -dijo DeMeo.

Richard le dio las gracias, colgo y se volvio a su casa, satisfecho y orgulloso de si mismo, aunque pensando que DeMeo y Gaggi eran unos hijos de perra avariciosos.

Algunos dias mas tarde, Richard se reunio con DeMeo en la casa de comidas proxima al puente Tappan Zee, y DeMeo le entrego, segun lo prometido, una bolsa de papel que contenia sesenta mil dolares en billetes de cien dolares. Se abrazaron, se besaron en la mejilla y se fueron cada uno por su lado.

40

Sammy Gravano, el Toro

Sammy Gravano habia nacido y se habia criado en el corazon del territorio mafioso, Bensonhurst, en Brooklyn. Gravano habia sido de joven un chico duro, miembro de la celebre banda callejera llamada los Rambers. El jefe de la banda era Gerald lPappa, un luchador callejero

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