tenia razon, que la habia tenido desde el principio.

A principios de abril, Pat Kane fue en su coche a Trenton, Nueva Jersey, para reunirse con aquel superagente infiltrado.

45

?Como te va, joder?

Dominick Polifrone tenia treinta y nueve anos; ojos oscuros, duros, callejeros; pomulos marcados; bigote de Fu Manchu; llevaba un peluquin negro que le sentaba mal. Media cerca de un metro ochenta; era un hombre tuerte, robusto, ancho de hombros, hijo de inmigrantes italianos, de piel oscura y cetrina. Polifrone estaba casado y era feliz en su matrimonio, y tenia tres hijos pequenos. Se habia infiltrado con exito muchas veces en circulos de la Mafia; habia recogido pruebas solidas que habian servido para conseguir condenas en tribunales federales, y ninguno de los condenados por mediacion suya se habia enterado de que la culpa habia sido de el. Polifrone sabia andar y hablar, sabia vestir, sabia que decir y como decirlo. Habia adoptado la personalidad, la apariencia ruda, los andares contoneantes, el habla y los dichos de los tipos de la Mafia. En muchas ocasiones hablaba poniendo un «joder» en cada frase. Polifrone impresiono inmediatamente a Pat Kane. Cuando se conocieron, Pat no solo penso que era capaz de hacer el trabajo, sino que podia hacerlo muy bien. Segun contaria mas tarde Pat, Polifrone era perfecto, «como salido de una pelicula de mafiosos». De hecho, segun dijo tambien Kane, «casi parecia demasiado autentico para ser de verdad».

Los dos hombres, tan diferentes como el dia y la noche, uno osado y audaz, el otro cortes e introspectivo, se sentaron a hablar, y Pat Kane le conto poco a poco todo lo que tenia. Mientras hablaba, Polifrone iba frunciendo la ancha frente con curiosidad, con surcos que se hacian mas profundos conforme Kane iba hablando. La curiosidad no tardo en convertirse en consternacion, y despues en franca rabia. Cuando Kane hubo terminado de exponer todo lo que tenia, Polifrone dijo:

– ?Me estas diciendo que ese cabron ha matado a toda esa gente y que sigue suelto por ahi, joder?

– Eso mismo es lo que estoy diciendo -dijo Kane, con la cara de muchacho rigida como una piedra, con la mirada firme y decidida, lleno de resolucion de acero.

– ?Eso es increible! -dijo el otro.

– Y que lo digas. ?Estas dispuesto a ayudar?

– La cuestion no es si estoy dispuesto a ayudar. Claro que lo estoy. La cuestion es como voy a conseguir que mis jefes lo aprueben.

Polifrone trabajaba para la Oficina Federal de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, que no se dedicaba a investigar asesinatos. Los homicidios quedaban fuera de su jurisdiccion. Pat Kane ya lo sabia, naturalmente, y tenia preparada una respuesta.

– Yo te lo dire -dijo Kane-. Por las armas de fuego. Trafica con armas de fuego.

– ?Directamente? -Si.

– Eso bastara, joder.

Polifrone fue a hacer unas llamadas telefonicas, resumio a sus superiores lo que les habia contado Kane, y al cabo de una hora ya le habian dado luz verde. Kane y el se dieron un apreton de manos.

– ?Vamos a atrapar a ese cabron! -dijo Dominick. Y asi empezo una colaboracion poco frecuente entre la Policia Estatal de Nueva Jersey y el Gobierno federal. Esta colaboracion llegaria a convertirse en uno de los trabajos policiales estatales-federales mas amplios de la historia; seria un equipo de trabajo sin igual en la historia de Nueva Jersey.

Pero era mucho mas facil decir «vamos a atrapar a ese cabron» que hacerlo.

Richard Kuklinski era un hombre muy desconfiado y peligroso. Olia a un policia a un kilometro de distancia. Era un don que habia desarrollado, pulido incluso, a lo largo de toda una vida dedicada al crimen, a acechar y matar a voluntad, de toda una vida de depredador en una selva muy peligrosa, pues asi era como concebia el su mundo. ?Como podian conseguir que Dominick Polifrone se acercara a Kuklinski, cuanto mas que se ganara su confianza y su buena fe? Esta era la pregunta del millon, era la gran montana que tenian que escalar.

Aquella noche, Pat Kane llego a su casa emocionado y muy contento, como si hubiera vuelto a nacer. Era la primera vez en mucho tiempo que sonreia en vez de estar taciturno y retraido. Por primera vez desde que habia caido en sus manos aquel caso que crecia cada vez mas, Kane veia una luz al final de un tunel oscuro y traicionero, sembrado de los muchos cadaveres descompuestos de las victimas de Richard Leonard Kuklinski.

Cuando Richard llego a su casa de vuelta de Zurich aquel fin de semana estaba de buen humor. Siempre que habia ganado dinero estaba de buen humor. Al dia siguiente fue a ver a John Spasudo y le hablo del viaje, le conto lo bien que habia ido.

– ?Ya te lo decia yo, Rich! ?Ya te lo decia yo!-exclamo Spasudo, apretando la mano enorme de Richard.

– Es cierto, amigo, es cierto -dijo Richard; y al poco tiempo los dos se repartieron los beneficios de la operacion con las divisas nigerianas; era una buena cantidad de dinero, y existia la perspectiva de ganar mas dinero todavia. Mucho mas dinero. Richard no habia creido que pudiera ser tan facil, pero ahora tenia fe, y John Spasudo era, de momento, su nuevo mejor amigo.

?Por que no se limito Richard a matar a Spasudo, a quedarse con su parte del dinero y quitarselo de encima? Cuando se le hizo esta pregunta hace poco, respondio: Porque me resultaba util. Pense que si habia sido capaz de llevar adelante aquello, quien sabia de lo que seria capaz.

Pero a Richard no le gustaba John Spasudo, y cuanto mas lo conocia, menos le gustaba. Por ejemplo, cuando Richard conocio a la mujer de Spasudo, este le dijo con tono de conspiracion amistosa: «Puedes follartela si quieres»; lo que dejo atonito a Richard, que seguia siendo un hombre muy remilgado para esas cosas. ?Que clase de hombre era aquel -penso Richard-, que ofrecia a su esposa como si fuera un palo de golf favorito? Spasudo tambien tenia una amante, Sherry, y cuando Richard la conocio, Spasudo tambien le dijo que podia acostarse con ella si queria.

– No, gracias -dijo Richard, pensando que Spasudo debia de tener sin duda tornillos sueltos en la cabeza. Entonces sucedio una cosa que hizo que Richard aborreciera a John Spasudo; de hecho, hizo que

Spasudo tuviera los dias contados. Preguntaron a Richard si podria conseguir cien kilos de marihuana. Como de costumbre, Richard estaba dispuesto a vender cualquier cosa para ganarse unos dolares. Recurrio a Spasudo, y le pregunto si conocia a alguien.

– Claro -dijo Spasudo, satisfecho de poder demostrar a Richard que tenia contactos para cualquier cosa, que era hombre rico en talentos y en recursos; y Spasudo llevo a Richard a ver a «un amigo».

Aquel amigo vivia en una hermosa casa de un barrio exclusivo de North Jersey. Era un tipo intelectual, erudito, segun lo describe Richard. Tenia en el cuarto de estar un panel secreto tras el cual tenia escondidos unos fardos de marihuana envueltos en tela de saco. Richard se llevo cien kilos, pago un precio justo al tipo y guardo la hierba en su furgoneta. De vuelta en la casa, el traficante pregunto a Richard si queria «ver sus juguetes».

– ?Que juguetes son esos? -pregunto Richard; y el traficante condujo a Richard y a Spasudo hasta una escalera oscura, oculta tras un panel bajo la escalera principal que llevaba al segundo piso. Lo siguieron por unos peldanos de madera estrechos hasta llegar a un sotano secreto. Cuando

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату