trazo un plan para mover el dinero haciendolo pasar por varios bancos, uno de Luxemburgo, otro en las islas Caiman, y otro en Nueva Jersey, para dispersar los fondos de tal modo que no se pudieran detectar. Todo esto sucedia a pesar de las leyes bancarias actuales, que dificultan mucho mas este tipo de transacciones.
Phil Solimene llamo a Richard varias veces pidiendole que se pasara por la tienda, diciendole que tenia «cosas buenas», pero Richard se encontraba por entonces muy ocupado con sus nuevas operaciones, estaba enfrascado en aquello, y ya no se sentia tan a gusto como antes en la tienda. Sabia que Percy House se habia vuelto un soplon, y temia que a el lo relacionaran de algun modo con los asesinatos de Danny Deppner y de Gary Smith.
Por entonces, Richard pensaba mucho y a fondo en matar a Richie Peterson, antiguo novio de su hija Merrick. Era un punto flaco, sabia demasiado; pero, en ultimo extremo, Richard decidio no hacerlo. Peterson le caia bien, y a Barbara tambien. Esperaria. Pero tambien sabia que habia cometido un error al confiar sus asuntos a Peterson.
Richard tenia que volver a Zurich para ocuparse del arabe. Preparo cuidadosamente el espray de cianuro, lo metio en un bote de espray especial, lo envolvio bien y lo guardo en su bolsa de aseo. Tenia que salir para Zurich al dia siguiente por la tarde. Pero antes tenia aquel asunto pendiente del traficante que tenia encerrados a aquellos ninos en el sotano. Richard no se habia olvidado de ellos; no dejaban de representarse sus rostros, y no podia descansar mientras no hubiera arreglado aquel problema, como decia el.
Cargo un revolver del 38 con balas de punta hueca, le puso un silenciador y fue en su coche a la casa del traficante. Le costo trabajo encontrar la casa, pero la localizo por fin. Era cerca de la medianoche. Richard paso despacio ante la casa. Habia luces encendidas en la planta baja. Siguio adelante por la carretera, aparco su coche, se puso unos guantes de plastico y volvio hasta la casa andando con su paso rapido y largo. Entro sin titubear por el camino particular de acceso y se dirigio a la casa.
De pronto salto una alarma y se encendieron las luces. Richard se quedo inmovil. Las luces se apagaron. No parecio que nadie se hubiera dado cuenta. Llego rapidamente a la casa y se movio a lo largo de la fachada, evitando el radio de accion de la alarma. En aquella region habia ciervos, y Richard supuso que el traficante ya se habia acostumbrado a que los ciervos hicieran saltar la alarma, y habia bajado la guardia.
Con movimientos rapidos de felino, Richard llego hasta la parte trasera de la casa. Se acerco a una ventana de la planta baja. No estaba cerrada con pestillo. La abrio muy despacio, y con dos movimientos rapidos ya estaba dentro de la casa aquel hombre grande, imponente, de una seriedad mortal. Oyo voces de hombres y avanzo hacia las voces, pisando con silencio. Habia tres hombres, el traficante y otros dos a los que no habia visto nunca Richard, sentados ante una mesa de comedor. Levanto el revolver del 38, apunto, disparo enseguida a los dos primeros, dos tiros rapidos, pum, pum. El tercer hombre, conmocionado, estaba mirando a un lado y a otro para enterarse de que demonios habia pasado, cuando tambien recibio un tiro y cayo al suelo. Richard se cercioro de que todos habian muerto. Despues fue directamente a la puerta que daba al sotano, corrio el cerrojo y la abrio.
– ?Alguno de vosotros sabe contar hasta veinte? -dijo en voz alta.
Nadie respondio.
– He dicho que si alguno de vosotros sabe contar hasta veinte repitio.
– Yo si -dijo una nina.
– Vale, muy bien. Cuando yo te lo diga, empieza a contar. Y cuando hayas terminado, todos podeis subir hasta aqui. En la cocina hay un telefono. Esos hombres ya no os pueden hacer dano. No tengais miedo. ?Todo ha terminado! Llamad a la Policia, marcad el 911. Despues, salid todos de la casa. La Policia os llevara con vuestras familias. De acuerdo: empieza a contar -dijo Richard; y se dirigio a la puerta principal, la abrio y se marcho, dejando la puerta abierta de par en par. Recorrio rapidamente el camino de entrada, llego a la calle, volvio hasta su coche y regreso a su casa de Dumont. Ya se sentia mejor. Estaba seguro de que aquellos ninos no tardarian en estar en buenas manos. Aquella noche durmio bien.
A la manana siguiente, despues de llevar a Barbara a desayunar en una buena cafeteria, fueron a echar de comer a los patos en Demarest, que era, casualmente, la poblacion donde se habia criado Pat Kane. Richard estaba con un buen humor fuera de lo comun. Barbara parecia contenta. Richard no habia dicho nada de sus ultimos negocios, ni ella se lo habia preguntado. Se sentaron en un banco verde de madera a la orilla del estanque tranquilo y echaron de comer a los patos. Los patos se alegraban siempre de ver a Richard, lo conocian, y el los conocia a ellos. Habia puesto nombre a muchos de ellos. Despues, Richard dejo a Barbara en casa, fue a verse con John Spasudo y lo puso al dia, sin contarle que habia matado al traficante y a sus amigos ni decirle nada de que pensaba ir a matar a aquel arabe. Despues de ver a Spasudo, Richard fue en su coche a Paterson. Phil Solimene ya le habia llamado media docena de veces, y Richard queria ver de que se trataba. Estaban alli reunidos los sospechosos habituales. Como de costumbre, todos se alegraron de ver a Richard, el Grande, el rey de la selva en persona. Dominick no estaba. Solimene y Richard se retiraron a solas a la trastienda.
– ?Donde te habias metido, Grandullon? -le pregunto Solimene.
– He estado ocupado -dijo Richard, sin decir nada de sus viajes a Zurich. Seguia confiando en Solimene; sencillamente, era reservado por naturaleza y por costumbre.
– El otro dia vino por aqui un viejo amigo mio -dijo Solimene-. Tiene un montonazo de armas, lo que quieras, hasta lanzagranadas, joder.
– ?De verdad? ?De donde las saca?
– De la capital, del centro. Lo conozco desde hace veinte anos. Estuvo fuera de la circulacion una temporada. Si necesitas cualquier cosa, yo me encargo… cualquier cosa.
– No; de momento voy bien. ?Puede conseguir granadas de mano?
– Desde luego, joder. Creo que tiene no se que contactos en el Ejercito.
– ?Como se llama?
– Dom Provanzano.
– ?Es pariente de Tony Pro?
– Puede, no lo se con seguridad.
– Vale; me alegro de saberlo -dijo Richard; y dejo el tema. Tenia otras cosas en la cabeza, asuntos mas importantes.
Solimene le pregunto por que no se habia pasado por alli ultimamente.
– ?Pasa algo malo, Grandullon?
– No; he estado liado, nada mas.
– ?Por que no vienes a la partida del sabado?
– Si puedo… -dijo Richard, y se marcho al poco rato. No sospecho de Solimene en absoluto. Por el camino de vuelta a Dumont, se pregunto si aquel tal Dom podria proporcionarle algo de cianuro. Richard habia matado a Paul Hoffman y a Robert Pronge, que eran sus dos proveedores de venenos, y no tardaria en necesitar un nuevo contacto.
Richard tomo a media tarde un vuelo para Zurich, se registro en el mismo hotel a la manana siguiente. Como no queria perder tiempo, se ducho, comio algo y se dirigio a la casa donde vivia el arabe, llevando en el bolsillo de la chaqueta el comodo espray de cianuro. En la acera de enfrente, a cierta distancia, habia una cafeteria. Richard se sento mirando hacia el edificio, pidio un te. Llevaba un periodico y se puso a leerlo, con el periodico bien levantado para poder vigilar el edificio. Paso tres horas alli sentado, tomando varios tes. Nada. Se levanto para marcharse, paso por delante de la casa caminando despacio, llego a la esquina, se volvio y regreso al cafe, donde pidio entonces algo de comer, mientras vigilaba y esperaba, dispuesto a matar.
Richard era un cazador paciente e incansable cuando tenia que hacer un trabajo. Era como si se apartara de la realidad; era capaz de pasarse horas enteras sin hacer otra cosa que esperar.
