cosas que hacer.
Y tenia prisa por hacerlas todas.
SEGUNDA PARTE
1
El teniente Chiti entro en su despacho. Ya era mayo, pero fuera llovia y hacia frio.
Habia llegado a Bari unos meses antes, con la idea de hallar una ciudad donde se alternaban un verano calido, un otono tranquilo y una dulce primavera. Ni siquiera habia considerado que el invierno pudiera prolongarse hasta mayo.
Y tampoco habia tenido en cuenta la posibilidad de quedar abrumado por el trabajo en una sede que todos consideraban tranquila en los anos ochenta. Una sede de paso para adelantar en la carrera, convertirse en capitan, etcetera.
Etcetera.
Pronto se dio cuenta de que las cosas no eran asi.
Estaba la rutina de los arrestos por droga, por hurtos menores, por robos en pisos; estaban los procedimientos en la ciudad y en la provincia por hurtos, extorsiones, atentados con dinamita. Homicidios.
Habia algo parecido a la mafia que serpenteaba bajo la superficie. Algo opaco, como la criatura endeble y monstruosa que se entreve a traves de la cascara transparente del huevo de un reptil.
Y ademas las violaciones. Una igual a la otra, con claridad obra del mismo fantasma al que se afanaban inutilmente por atrapar, tanto ellos como los carabinieri y los de la brigada movil. Como siempre en orden abierto.
Aquella noche habia habido otra. La quinta, por lo que sabian. La quinta denunciada, porque a menudo, en aquella clase de delito, las victimas se avergonzaban y no tenian ni siquiera el valor de llamar a los carabinieri o a la policia.
Chiti se dejo caer en la silla detras del escritorio, prendio un cigarrillo y comenzo a hojear los borradores de informes que habian preparado sus suboficiales.
Informe de servicio del coche patrulla, informaciones sumarias de la victima, declaraciones de un par de testigos. ?Testigos? Dos tipos que habian visto a la joven salir de un portal, la habian socorrido, habian llamado al 112. Sobre el autor, una vez mas, ni una palabra. Un verdadero fantasma.
Aparte de las victimas nadie lo habia visto nunca. En realidad ni siquiera ellas. A todas les habia dicho que no intentaran mirarlo a la cara o las mataria. Todas habian obedecido.
Chiti se disponia a leer el borrador del informe para la fiscalia cuando en la habitacion se asomo el cabo Lovascio con la misma frase de todas las mananas.
– ?Tomara un cafe, senor teniente?
Dijo que si, que gracias, que lo tomaria, y Lovascio desaparecio en direccion a la cantina.
Las primeras veces decia que no, gracias, e iba solo a buscarlo a la cantina, no hacia falta que Lovascio se molestase. Queria decir exactamente eso: no queria molestar, se sentia incomodo si le servian. Despues comprendio que Lovascio se sentia mal ante tales rechazos. Aquella incomodidad era algo que el cabo no podia ni siquiera concebir en un oficial y se convencia de que el rechazo era por antipatia hacia su persona. Cuando Chiti lo comprendio, comenzo a aceptarlos.
Volvio al borrador del informe. Sabia que encontraria toda clase de errores gramaticales. Algunos sin importancia, otros extraordinariamente fantasiosos. Sabia que los dejaria pasar casi todos, firmando sin demasiados cuestionamientos. Esto tambien era el resultado de un cambio. Al principio lo corregia todo, de la sintaxis a la ortografia y hasta la puntuacion. Luego se dio cuenta de que no se podia seguir asi: los hombres quedaban mal, el pasaba horas corrigiendo textos casi siempre incorregibles y nadie, entre los superiores, en la fiscalia o en cualquier otra parte, se daba cuenta de la diferencia. De modo que un tiempo despues se adapto. Cambiaba algo, aqui y alla, como para mostrar que lo leia todo; pero, en resumen, se adaptaba.
Por otra parte, siempre habia sido muy habil en adaptarse.
2
Lovascio se asomo a la habitacion. Aunque aquella manana ya habia traido el cafe, debia de haber alguna otra cosa.
– Senor teniente, el senor coronel Roberti quiere hablarle. Quiere que vaya enseguida.
Chiti apago el cigarrillo y cerro el expediente. Estaba seguro de que el coronel queria saber si habia alguna novedad en la investigacion de las violaciones. Aquel asunto se estaba empezando a descontrolar y ponia nervioso a todo el mundo. No habia novedades y eso no contribuiria a reducir el nerviosismo del coronel.
El teniente recorrio los pasillos del edificio fascista que ocupaba el comando. No tenia ganas de encontrarse con el coronel y habria preferido que su superior inmediato, el capitan Malaparte, no hubiese partido hacia la escuela de guerra para ascender a mayor y no le hubiera dejado solo, a los veintiseis anos, para dirigir el nucleo operativo.
Llamo a la puerta, oyo la voz aguda del coronel que decia adelante, entro. Permanecio en posicion de firmes a tres metros del escritorio hasta que Roberti, ya seguro de que el ritual militar habia sido respetado, le hizo senas de acercarse y sentarse.
– Y bien, Chiti, ?tenemos alguna novedad de este asunto de las violaciones?
– A decir verdad, senor coronel, estamos tratando de organizar todos los elementos de que disponemos. Pero, naturalmente, necesitamos compararlos con los de la brigada movil. Sobre cinco episodios, tres fueron denunciados en nuestras oficinas y dos en las de ellos. Ya sabe que no es muy facil trabajar juntos…
– Es decir que no tenemos nada nuevo.
Chiti se paso la mano por el menton y la mejilla, sintiendo el roce de la barba a contrapelo. Antes de hablar respondio con un gesto de cabeza, como de derrota.
– No, senor coronel. No tenemos nada nuevo.
– El procurador me toca los cojones, el prefecto me toca los cojones, los diarios me tocan los cojones con este asunto. ?Que puedo decir a este monton de tocacojones? ?Que hemos hecho hasta el momento?
A Roberti le gustaba soltar tacos. Tal vez pensaba que le daban un aire viril. En cambio, con aquella voz chillona el efecto era totalmente opuesto, pero el nunca lo sabria.
– Lo de siempre, senor coronel. El primer caso fue denunciado por lo menos tres horas despues de lo ocurrido. La joven volvio a su casa, se lo conto a sus padres y ellos la acompanaron al cuartel. Enviamos un coche patrulla al lugar, pero, obviamente, solo encontraron la calle desierta. En los casos segundo y tercero actuo la brigada movil, porque las jovenes fueron a hacerse atender en primeros auxilios y alli esta el puesto fijo de la policia de Estado. De todos modos, conseguimos copias de las denuncias, y los hechos han ocurrido mas o menos del mismo modo. Todos en los zaguanes de casas populares en las que el portal permanece abierto, incluso de noche. En los ultimos dos casos procedimos nosotros. En un caso la victima vino directamente hacia nosotros, sola. En el otro, que ademas es el ultimo, dos transeuntes han llamado al 112 al ver a la joven llorando en el suelo, cerca del portal donde tuvo lugar la agresion…
– Bueno, esta bien. ?Que estamos haciendo, en concreto? ?Detenciones, seguimientos, tenemos algun nombre? ?Que dicen los informantes?
?Detenciones de quien si no tenemos ni un asomo de sospecha? ?Y que pueden decirnos los informantes? Este tio es un maniaco, no un camello o uno que anda buscando.
Pero no dijo eso.
– A decir verdad, senor coronel, nos faltan las bases minimas para poder solicitar una detencion en la fiscalia. Es verdad que hemos presionado a todos nuestros informantes, pero ninguno sabe nada. Cuando se trata de un maniaco y no de un delincuente comun esto es bastante normal.