Me parecio notar un tono burlon en su voz. O tal vez lo imagine y, en cualquier caso, en aquel momento me importaba poco.

– Este es Giorgio. Mi amigo Giorgio. Patricia, una de las mujeres mas peligrosas de la region. Es campeona de judo.

Se volvio hacia mi y parecia en verdad contenta de conocerme: el amigo de Francesco. Yo no sabia como comportarme, darle la mano me parecia torpe y burocratico. Sonrei acercandome un poco y diciendole ?hola!, ?como estas? Ella resolvio mi dilema. Me abrazo y me beso como si nos conociesemos de toda la vida. Era morena, no muy alta, robusta, con ojos oscuros ligeramente agitados, una nariz larga y masculina. Transmitia una sensacion de vigor fisico, una sensualidad alegre y elemental. Mis pensamientos se habian apartado de sus senderos habituales. Pense en como seria desnuda y como seria tirarmela. Me imagine su cuerpo blanco y musculoso apoyado en la pared y que yo la tomaba brutalmente, por detras. Con muchos saludos para el judo.

– ?Y eres un bandido como el? ?Hay que estar en guardia tambien contigo? -dijo alegremente y yo pense que no sabia si era un bandido o que. Sonrei mirandola a los ojos y no dije nada.

– Alla hay comida y bebidas. -Hizo un gesto hacia otra habitacion, mas iluminada, en la que se entreveia una gran mesa cubierta de bandejas y botellas. Luego alguien la llamo desde un sofa y ella contesto que ya iba-. Nos vemos despues -dijo dirigiendose a Francesco, con una mirada llena de sobreentendidos-. No intentes desaparecer como de costumbre. -Francesco le sonrio, entrecerrando los ojos y con una inclinacion de asentimiento con la cabeza. Una expresion hermosa y simpatica. Espontanea.

Apenas ella se volvio, la expresion de Francesco se apago como unas luces de neon a la hora de cerrar.

– Comamos algo -me dijo con el tono de quien ha agotado los cumplidos y tiene que trabajar despues de comer. Lo segui.

Era un estilo de bufe al que yo no estaba habituado. En nuestras fiestas habia bollitos, cazuelitas y sandwiches de jamon y de embutido, cerveza y coca-cola. Alli habia fuentes de salmon, ensaladas de gambas, canapes de caviar, carpaccio de pez espada y vinos caros.

Llenamos los platos, Francesco cogio tambien una botella de vino blanco recien descorchada y fuimos a sentarnos en un sofa del salon en penumbra.

– Aqui encontraremos algunos buenos candidatos para la proxima partida -dijo Francesco, despues de limpiar el plato. Habiamos comido en silencio y vaciado un par de vasos. Yo asenti porque no sabia que decir y porque estaba aprendiendo que a menudo estar callado era mejor que decir algo. El volvio a hablar despues de haber encendido un cigarrillo.

– Ahora voy a dar una vuelta. Esperame aqui, o mezclate con la gente o come el postre. Lo que te parezca. Volvere cuando termine.

Tampoco esta vez hable y el desaparecio en la penumbra.

Habia por lo menos un centenar de personas. Muchos hombres vestian traje y corbata, otros llevaban ropas mas informales. Un tipo me llamo la atencion: era alto, tal vez de un metro noventa, la cabeza completamente afeitada -y en aquellos anos no era algo comun-, llevaba una camiseta negra ajustada que marcaban gruesos musculos de culturista.

Debia de andar por los treinta y cinco o cuarenta anos y le acompanaba una chica delgada, con el aspecto vagamente anorexico de las modelos. No era mayor que yo. Era guapa, pero tenia un aire nervioso, conmovedor, que resultaba molesto. Los dos juntos me daban una sensacion de incomodidad, de estar fuera de lugar. De una enfermedad que consumia justo por debajo de la superficie.

Habia muchas mujeres guapas. Pero aparte de la novia del pelado no consegui localizar a ninguna. Era como estar en un gran negocio lujoso y brillante, lleno de cosas atrayentes o apetitosas. Tantas, tantas, que no puedes elegir porque al elegir algo tienes la impresion de tener que renunciar a otra cosa. Habia terminado la botella de vino blanco y estaba por encender un cigarrillo.

– ?Me ofreces uno? -Me volvi hacia la izquierda, arriba, hacia donde venia la voz.

– Por supuesto -dije, comenzando a levantarme. Por buena educacion y porque no conseguia verle bien el rostro. Ella me toco el hombro diciendome que no me molestara; me rodeo con sus pasos y senti su perfume dulzon. Se sento en el sofa en el lugar dejado por Francesco.

– Clara -dijo estirando la mano de modo femenino, ligeramente doblada en la muneca.

– Giorgio -conteste sin lograr evitar que mis ojos se detuvieran un segundo mas de lo debido en sus grandes pechos. Me domine, le tendi la cajetilla, le encendi el cigarrillo y luego prendi el mio.

– Eres un joven bien educado -comento, despues de lanzar la primera bocanada de humo hacia arriba.

– ?Por que?

– Siempre me fijo en como un hombre ofrece los cigarrillos. La diferencia fundamental esta entre aquellos que primero sacan uno y luego alargan la cajetilla y los que alargan la cajetilla y basta. Tu lo has hecho asi. No me obligaste a fumar el que habias tocado. Lo que habria sido como meterme los dedos en la boca. -Dijo esta ultima frase despues de una breve pausa, mirandome directamente a los ojos. Di una calada como si estuviese meditando sobre el sentido de sus palabras. En realidad, buscaba algo que decir, algo adecuado, y mientras tanto sentia olor a alcohol. Decididamente, Clara ya habia bebido aquella noche.

– ?Y a que te dedicas en la vida, Giorgio?

– Este ano tendria que licenciarme en Derecho. -Mientras lo decia, me sentia como un colegial timido que explicara que habia sido boy scout durante diez anos. Clara no debia de tener menos de treinta y dos o treinta y tres anos, no era ni guapa ni fea pero tenia una mirada rapaz. No muy inteligente, pero rapaz. Y aquellos pechos que llenaban de modo tan arrogante su blusa blanca y que yo me esforzaba en no mirar.

– Yo tambien me habia matriculado en Derecho. Despues lo deje. Y de todos modos, nunca habria podido trabajar como abogada. No se si entiendes lo que quiero decir.

No entendia nada pero asenti con aire de entendimiento.

– ?Y que haces ahora?

– Ahora le pongo un pleito a mi ex marido, que es un desgraciado miserable y no paga lo que deberia. Pero pagara, seguro que pagara. ?Estas solo?

– Vine con un amigo.

– ?Por que no vas a buscar algo de beber, Giorgio?

Me levante y consegui una botella de espumoso blanco. Quiso brindar por nosotros dos y, mientras nuestros vasos se entrechocaban, me sentia en una dimension del todo irreal, insolita. Y tenia ganas de reir. No porque fuera algo divertido sino mecanicamente, como me ocurria a veces de nino cuando la maestra me sorprendia distraido en clase. Sucedia a menudo y ella se enfadaba. Y a mi me entraba la risa. Era una conducta idiota porque ella, por supuesto, se enfadaba mas. Pero yo no lograba contenerme o a veces conseguia no reir pero hacia la tipica mueca de quien contiene la risa. Lo mismo ocurrio aquella noche.

– No hablas demasiado. Eso me gusta. Los hombres sienten la obligacion de sepultarte bajo su charla antes de expresar sus intenciones. O sea, que quieren echarte un polvo.

Me tendio el vaso vacio y se lo llene. Tomo la mitad de un trago y volvio a hablar:

– ?Y tu, quieres echarme un polvo?

Era demasiado absurdo. Las ganas de reir fueron mas fuertes y tuve que hacer un verdadero esfuerzo para contenerme. Adopte una cara enigmatica o de perfecto deficiente mental. De todos modos, no era un problema: ella habia bebido demasiado para notar la diferencia.

– Si -conteste cuando estuve seguro de haberme controlado. Yo tambien tenia bastante alcohol en el cuerpo.

Se quedo mirandome en silencio, como si estuviese evaluando mi respuesta para captar el significado oculto.

En ese momento volvio Francesco.

– Hecho -dijo tocandome un hombro. Sonrio a Clara y se volvio otra vez hacia mi-. ?Puedo hablarte a solas dos segundos? -Y volviendose a Clara-: Me lo llevo un momento, ?nos disculpas? -Ella lo miro sin verlo. Sus ojos se habian vuelto vacios de pronto. Vitreos.

Me levante y lo segui hacia la entrada.

– Felicidades, colega. Veo que no pierdes el tiempo.

– Lo hizo todo ella.

– Lo se. Por supuesto, haz lo que te parezca, pero quiero avisarte. Es una desequilibrada.

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