Le di mi regalo y ella lo abrio, un poco sorprendida. Cuando vio lo que era me miro muy asombrada porque era una cartera cara y no habia ningun motivo para un regalo tan importante.

– Me gustaria tener un novio asi -suspiro Alessia, yendose.

Cuando nos quedamos solos le conte a Giulia lo que habia pasado. La parte que se podia contar, por supuesto. Habia jugado al poquer, habia tenido una suerte increible y habia ganado un monton de dinero. Mas o menos eso.

– ?Cuanto ganaste? -me pregunto abriendo mucho los ojos y estirando la cabeza hacia mi como para estar segura de haberlo entendido bien.

– Algunos millones, ya te lo dije. -Me daba cuenta instintivamente de que era mejor no ser muy exacto.

– ?Algunos millones? ?Pero estas loco? ?Donde fuiste a jugar?

No estaba enfadada sino incredula y estupefacta.

– Fui a casa de uno… un amigo de Francesco Carducci.

– Ah, te hiciste amigo justamente de Francesco Carducci. Primero peleais juntos, despues haceis de tahures. ?Ahora iras a trabajarte las senoras con el? ?Debo decirle a mi madre que tenga cuidado cuando andas por ahi?

– Me invito a jugar, le faltaba el cuarto. Ya te lo dije ayer, cuando te enfadaste.

– No me dijiste quien te habia invitado a jugar.

– Bueno, como ves, no habia nada que esconder. Hasta cierto punto era una partida del todo normal. Luego sucedio esa mano increible con dos poqueres servidos. Yo no force el juego pero fue asi.

Mientras contaba aquello de aquel modo, tenia la neta percepcion de que mi vida se estaba partiendo por la mitad. Una parte normal y otra zona de sombra de la que no habria podido hablar con nadie. En aquel momento supe que tenia una doble vida.

Y pense que me gustaba.

– ?Puedes explicarme como os hicisteis amigos?

– No nos hemos hecho amigos, y, de todos modos, no veo en ello nada de malo ni de extrano. -Sentia una tension inusual en mi voz mientras pronunciaba aquella frase para defender a Francesco del prejuicio implicito en las palabras de Giulia. Y me di cuenta de que tampoco en ese momento era sincero con ella. Me habia vuelto en verdad amigo de Francesco y queria que el se convirtiese en mi amigo, pense mientras continuaba hablando.

– La noche de los golpes en casa de Alessandra nos fuimos juntos. Y me parece natural, en vista de lo que habia ocurrido. En el momento de despedirnos quedamos en que podriamos vernos algun dia. Luego le falto el cuarto para el poquer y me llamo. Eso es todo.

– ?Y si en vez de ganar hubieses perdido ese dinero?

– No podia perder esa mano con un poquer de damas. -Me dije que era cierto, solo estaba omitiendo algun detalle.

Giulia permanecio un rato en silencio. Luego cogio la cartera, la hizo girar entre las manos, se la colgo del hombro para probarsela.

– ?Es preciosa!

Yo asenti con una sonrisa idiota.

Al fin dejo la cartera a un lado y me pregunto si debia preocuparse, puesto que era tan afortunado en el juego. Yo dije que esperaba que no, que no hubiese nada de lo que preocuparse. Si queriamos, lo podriamos controlar. Si pudieramos tener un poco de privacidad. La teniamos, en realidad, puesto que la hermana se habia casado hacia seis meses, el padre estaba fuera de Bari en una convencion y la madre en un buraco. Para variar.

Hicimos el amor en su cuarto y yo tenia una extrana conciencia de mis movimientos y mis gestos. Aun de los mas insignificantes. Un sentido de control inquietante. Una percepcion de estar alli mientras nuestros cuerpos se movian juntos, con un ritmo diferente del de otras veces; y de estar en otra parte al mismo tiempo.

Estabamos tendidos uno junto al otro, apretados en su cama, y Giulia me dijo que si ganar al poquer me hacia ese efecto, estaba dispuesta a dejarme ir alguna otra vez. Yo no dije nada.

Miraba el techo. Estaba solo en aquella habitacion.

8

Transcurrieron por lo menos dos semanas. Francesco no habia vuelto a llamarme. Despues de algunos dias me convenci de que lo habia pensado mejor, que se daba cuenta de su imprudencia y habia decidido dejarme a un lado.

Sentia el impulso de llamarlo pero me contuve. No queria que se diera cuenta de cuan fascinado estaba yo por su propuesta. No queria admitirlo ni siquiera conmigo mismo; me dije que era mejor asi. Mi vida volvio a correr cenagosa.

Un viernes por la tarde, mientras trataba de concentrarme en el manual del Codigo de Procedimiento Civil, llego la llamada telefonica. Cuando oi su voz tuve una descarga de adrenalina. No me dijo por que no habia aparecido antes y no se lo pregunte. ?Me iba bien salir esa noche? Dije que si y pense en que tendria que inventar con Giulia. Porque estaba claro que tendria que inventar algo.

– Esta bien -dijo el-, paso a buscarte a las diez. Vamos fuera de Bari.

– ?Adonde?

– A una fiesta.

Esa noche no tuve problemas con Giulia. Habia pillado una gripe y cuando la llame ella misma me dijo que no fuera para evitar contagiarme. Esta bien, dije con tono de cierto disgusto. Entonces tal vez saliera con algun amigo -de los mios- y fueramos a tomar algo para pasar la noche.

Lo dije para evitar que me llamara a casa cuando ya hubiera salido con Francesco. Al dia siguiente pensaria que contarle.

Francesco fue puntual. Cuando baje el ya estaba ante el portal, estacionado en doble fila con su DS. Tenia una especie de sonrisa que pronto aprenderia a reconocer pero que nunca logre descifrar.

Nos deslizamos a gran velocidad por las calles semidesiertas y en pocos minutos salimos de la ciudad. Era una noche fria y limpida; habia luna llena y la campina que corria alrededor de nosotros estaba impregnada de una claridad azulina y magica. Se podia viajar sin luces; se podia ir a cualquier parte en una noche asi.

Casi no hablamos. En general, el silencio me daba ansiedad y hablaba para llenarlo, pero aquella noche no. Aquella noche sentia una especie de excitacion tranquila, como un hormigueo interior. Una ligera ebriedad mezclada con una sensacion de control completa. No necesitaba hablar.

Enfilamos un camino arbolado. Pinos altos y, alrededor, un parque que parecia un bosque. Al fondo la casa y a la derecha un claro donde estaban aparcados varios automoviles, la mayoria lujosos y relucientes. Alli aparcamos tambien nosotros y subimos una ancha escalinata para entrar en la casa.

– ?De quien es la fiesta? -pregunte al darme cuenta en ese momento de que no lo sabia.

– Se llama Patricia. Su padre es multimillonario. Tienen centenares y centenares de hectareas de cereales y otras cosas. Creo que hace unos dias fue su cumpleanos.

Estuve a punto de decir algo acerca de presentarnos con las manos vacias, luego pense que en el fondo era su problema. Si es que habia un problema.

Detras de la puerta vidriera habia un gran vestibulo; de alli pasamos a un salon enorme.

El ambiente estaba en penumbra. La arana central estaba apagada y la iluminacion, escasa, provenia de luces bajas. Ocultas.

Hacia calor. Habia mucha gente; personas de nuestra edad y otras mayores. Algunas seguramente de mas de cuarenta anos. Se sentia olor de cigarrillos, de perfumes sobre cuerpos humanos ligeramente sudados, de muebles lustrados a la cera. Habia algo concreto en el aire; algo fisico y carnal.

Mientras saludaba a alguien, Francesco miraba alrededor en busca de la duena de la casa. En cierto momento una joven lo tomo por los hombros, lo hizo girar y lo abrazo con efusividad.

– ?Has venido! Que bien, me alegro.

– ?Como! ?No debia venir?

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