– ?Por que no tendria que volver a ocurrirte?

– Bueno, creo que una potra como la de hoy es irrepetible.

– La vida esta llena de sorpresas, ?sabes? -dijo en tono vago y una expresion extrana. Luego se levanto, fue a la barra del bar y volvio con una baraja de cartas francesas. Saco las cartas hasta el seis, mezclo y empezo a distribuir como si en la mesa fueramos cuatro y debieramos jugar. Al poquer. Cuando tuve ante mi las cinco cartas cubiertas me dijo que las mirase.

– ?Para que?

– Mira tus cartas. Hagamos como si tuvieramos que jugar otra mano.

Las mire. Eran cuatro damas y el as de corazones. Me quede paralizado mientras el daba la vuelta a las cartas que habia distribuido a los otros jugadores imaginarios. Uno de los dos fantasmas tenia poquer de diez.

– ?Que… que cono significa? -casi balbucee en voz baja, despues de mirar a mi alrededor.

– La suerte es una entidad mudable. Es elastica. Tambien acepta hacer favores, si sabes como pedir.

– ?Estas diciendo que esta noche hiciste trampa?

– Hacer trampa es una expresion que no me gusta. Digamos…

– ?Que cono digamos? ?Que cono dices? Hiciste trampa y me hiciste ganar todo ese dinero.

– Te ayude. Tuviste un par de cojones para seguir jugando aunque era peligroso. Era como una especie de experimento.

– ?Me estas diciendo que hiciste un experimento y ahora tengo en el bolsillo cuatro millones por una estafa? ?Me estas diciendo eso? Debes de estar loco. Me metiste en medio de una estafa. Maldito seas, me metiste en medio de una jodida estafa. Y sin decirme nada. Joder, yo tendria que haber decidido si queria convertirme en un fullero de un dia para otro.

Hablaba con rabia, aunque siempre en voz baja. El no reacciono y no se inmuto. Solo borro la sonrisa ironica que asomaba en sus labios y asumio una expresion muy seria. Y honesta. Ya se que parece absurdo, pero es lo que pense entonces.

– Lo siento. Creo que debias saber de donde venia ese dinero. Quiero decir: como lo conseguiste. Si piensas que es inmoral puedes devolver el cheque o simplemente no cobrarlo. Ese cheque proviene de una trampa, es verdad, asi que si no quieres tener nada que ver con eso, sacalo de la billetera y rompelo. La decision debe ser solo tuya.

Me quede aturdido. En mi arranque etico no habia considerado la eventualidad de poder devolver aquel dinero. O simplemente poder destruir el cheque y con el lo que provenia del mal cometido. En efecto, podia hacer como decia el. Pero joder, aquel dinero ahora era mio. Se habian vuelto las tornas. Buscaba con desesperacion algo que decir, sin encontrarlo, cuando el volvio a hablar.

– Para que tengas todos los elementos de evaluacion, debes saber otra cosa. Esos dos, Roberto y Massaro, son unos fulleros.

– Fulleros… ?como?

– Fulleros de tres al cuarto. El rubio sabe hacer un solo truco con el que, cuando se juega a la teresina y el da cartas, sabe cuales son las cubiertas. Para hacer ese truco es necesario no cortar la baraja. Massaro estaba a su derecha y a veces no cortaba, otras veces alzaba una parte y despues Roberto ponia las cartas exactamente como estaban antes.

Yo estaba estupefacto. No me habia dado cuenta de nada. Francesco prosiguio con su explicacion.

– Ademas tienen un sistema de senas para comunicarse entre ellos durante la partida. No se si me sigues.

Lo seguia. Lo seguia y como.

– Son dos perdularios, y con ese sistema han arruinado a unos cuantos jovenes. Ahora lo sabes todo y puedes decidir con total libertad.

Pense que, puesta en esos terminos, la cuestion cambiaba totalmente. No se trataba de una simple trampa en perjuicio de dos inadvertidos, honestos y ocasionales companeros de juego. Era una especie de acto de justicia sustancial, y yo no era complice de un tramposo sino el companero de Robin Hood.

Por lo tanto, podia quedarme con el dinero.

Despues, en mi mente, se abrio camino la idea de que, tal vez, deberia dividirlo con Francesco.

– Si decido quedarmelo -dije cautamente-, ?lo dividimos?

Se echo a reir, encantado.

– Diria que si. Estas haciendo lo justo, amigo. Hemos sacado dinero a dos verdaderos cerdos. Es como si le hubieramos robado a un camello.

En aquel momento pense que, por lo que sabia, Francesco podia tambien haber robado a algun camello.

– ?Como lo hiciste?

– Se hacer algunos trucos con las cartas.

– Eso lo vi. Quiero decir como.

– ?Alguna vez oiste que un prestidigitador explicara sus juegos de mano? Eso no se hace, va contra la etica profesional. -Sonrio divertido y despues de un momento volvio a hablar-: Me enseno un prestidigitador. Era amigo de mi padre, y cuando yo era nino, en las fiestas, despues de hacerse rogar, hacia juegos increibles. Yo estaba obsesionado con la idea de aprender y, cuando me preguntaban que queria ser de mayor, contestaba: prestidigitador. A los diez anos me compre un manual con mis ahorros. Y empece a pasar mucho tiempo practicando. Hacia los quince anos -lo recuerdo como si fuese ahora, mi padre habia muerto hacia poco-, fui a la casa del prestidigitador y le pedi que me ensenara. Le mostre lo que habia aprendido solo y eso lo impresiono. Dijo que tenia talento y asi, durante mas de un ano, fui a su casa a tomar lecciones dos o tres veces por semana. Decia que me convertiria en un gran prestidigitador. Un prestidigitador clasico, de escenario.

Se interrumpio para encender un cigarrillo. Parecia mirar a lo lejos, con una especie de nostalgia.

– Despues tuvo un ataque de hemiplejia.

Se quedo en silencio. Como si hubiera sido otro el que habia hablado para darle la noticia. Que su maestro habia tenido un ataque. Yo tambien prendi un cigarrillo y tampoco dije nada, esperando que el volviese a hablar.

– No murio, pero no pudo volver a trabajar como prestidigitador. Y entonces termino mi escuela de magia. Algunos meses despues comence a hacer trampas en el juego.

– ?Por que?

– ?Por que hago trampas o por que lo hice por primera vez?

– Las dos cosas.

– Me lo he preguntado a menudo y no estoy seguro de tener la respuesta justa. Tal vez estaba enfadado porque ya no podria ser prestidigitador. Tal vez estaba enfadado con el porque habia tenido un ataque antes de terminar su trabajo conmigo. Tal vez estaba enfadado conmigo mismo porque no tenia el valor de abandonarlo todo e irme a cualquier otra parte y con otro maestro. Pero todavia no tenia diecisiete anos. -Hizo otra pausa y aplasto el cigarrillo en el cenicero.- O tal vez, simplemente, estaba destinado a hacerlo. Quiero decir: hacer trampas en el juego es divertido. Y es una forma de arte del mismo modo que hacer trampas en el escenario.

– Descuidas un pequeno detalle: si yo voy a ver el espectaculo de un prestidigitador, pago para que me enganen. El engano es justamente parte del contrato entre el mago y yo. Yo compro la entrada y el me vende un engano y eso me parece bien. Si me siento a la mesa con un fullero y pienso que estoy jugando una partida corriente…

– Perfecto. Pero la vida real es siempre mas compleja que nuestras simplificaciones. Para ser claro: toma el caso de esta noche. En esa casa estan como dos aranas en la tela y hacen pedazos a personas indefensas. Por lo tanto se merecen lo que les ocurrio. Y hacerselo no es inmoral.

– Pero es un delito -dije, aunque en realidad no queria polemizar. No hablaba en tono enfurecido o agresivo.

– Es un delito, es verdad. Pero yo personalmente me siento inclinado a no violar solo las normas juridicas que coinciden con mis principios eticos. La otra noche, en casa de Alessandra, le rompiste la cara a aquel energumeno. Cometiste un delito…

– No. Eso era legitima defensa.

– Si, en sentido amplio era legitima defensa, aunque desde un punto de vista estrictamente juridico el agresor

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