buen archivo…

Justo. Esa era una hipotesis con un minimo de perspectiva y Chiti se sintio un poco mejor.

– ?Y usted, Cardinale? ?Que piensa?

Cardinale habia llegado a suboficial antes de tiempo. Uno de los poquisimos casos, en el cuerpo de los carabinieri, de promocion por meritos especiales. Era bajo, delgado, con cara de muchacho. Hacia dos anos, mientras se encontraba como suele decirse libre de servicio, estaba en el banco cuando entraron unos atracadores. Eran tres, uno con escopeta, los otros dos con pistolas. Cardinale habia matado a uno y detenido a los otros dos. Como en una pelicula, solo que era verdad, incluso aquel muerto. Un joven de diecinueve anos en su primer robo. Cardinale era poco mayor y lo habian ascendido sobre el terreno, con la medalla de oro que se otorga solo a los carabinieri muertos.

Un tipo raro. Se habia matriculado en la universidad, en la Facultad de Biologia. Por eso los colegas lo miraban con una mezcla de desconfianza y respeto. Hablaba poco, poquisimo, tanto que a veces parecia -o era- brusco. Tenia ojos oscuros, agudos, fulminantes, enigmaticos.

– No se, senor teniente. -Hizo una pausa como si fuera a anadir algo, como si aquello no fuese solo una manera de introducir alguna idea que tenia bien clara en la mente. Pero no anadio nada.

La reunion duro unos minutos todavia. Se decidio hacer lo propuesto por Pellegrini sobre los que tenian antecedentes por violacion. Sacar sus expedientes, controlar los periodos de detencion, examinar los modus operandi, tomar las fotos del fichero policial si eran recientes o hacerlas de nuevo y comenzar a mostrarlas cerca de los lugares donde se habian efectuado las agresiones.

Esperando llegar a alguna parte.

Antes de eso, alli, afuera.

4

Con Giulia nos separamos a comienzos de abril. Un par de semanas antes yo habia estado con otra.

Me la habia presentado Francesco un sabado por la manana. Ahora Francesco y yo nos veiamos casi cada dia, aunque independientemente del poquer. Eramos amigos. Lo decia el, poniendo un extrano enfasis al pronunciar aquella palabra. Amigos. Decia que habia tenido poquisimos, tal vez dos, antes de mi. A veces le preguntaba acerca de ellos pero se volvia evasivo y huidizo. En realidad se volvia evasivo y huidizo cada vez que la conversacion se volvia mas intima acerca de el.

Francesco conocia a mucha gente, algo que yo ya habia notado la primera noche. Conocia a personas muy diferentes entre si con las cuales, a veces, yo no conseguia ni siquiera imaginar como habia entrado en contacto.

La asi llamada «gente bien» de Bari compuesta por profesionales, solidas riquezas familiares y las chicas mas hermosas, los ambientes de los comerciantes y de los nuevos ricos, adonde iba de caceria para atrapar a nuestras victimas; los grupos alternativos que se encontraban en las casas de juego y los locales subterraneos. Y los delincuentes, sobre todo los de los garitos, pero tambien los que se ocupaban de otros traficos.

Tenia una extraordinaria capacidad mimetica. Segun el circulo de gente modificaba su modo de comportarse, de hablar, hasta de moverse. Estaba -parecia- siempre a sus anchas, cualquiera que fuese el ambiente.

Aquel sabado por la manana habiamos quedado para el aperitivo. Cuando llegue ya estaba en el bar, sentado a una mesita con dos chicas que nunca habia visto antes. Las dos eran llamativas, maquilladas con demasiado cuidado, demasiado perfumadas, vestidas demasiado a la moda. Todo demasiado.

– Estas son Mara y Antonella. El es mi amigo Giorgio -dijo Francesco. Tenia una sonrisa que yo conocia bien. La sonrisa de cuando se divertia a costa de alguien.

Estreche las manos de Mara y Antonella, me sente y pedimos los aperitivos.

Mara trabajaba en una compania de seguros. Antonella seguia un curso para sacarse el titulo de protesica dental. Las dos tenian poco mas de veinte anos y un acento mortal, fumaban cigarrillos exoticos y mascaban chicles con clorofila.

Hablamos de muchas cosas, todas interesantes. De horoscopos, por ejemplo. De cual era el mejor dia para ir a una discoteca, si el viernes o el sabado. De que las dos habian dejado a sus respectivos novios, un par de aburridos, y ahora querian divertirse. Eso especialmente lo dijo Mara y luego ambas nos miraron a la cara para ver si el concepto habia sido expresado con suficiente claridad.

Era un dia hermoso y, en un momento dado, Francesco propuso que fueramos juntos a comer a un restaurante con vistas al mar. Ninguna de las dos puso objeciones y salimos del bar para buscar el coche. Mientras caminabamos, Francesco y yo ibamos unos metros adelante.

– Esta tarde las tenemos a las dos -dijo Francesco en voz baja.

– ?Que estas diciendo? -pregunte, tambien en voz baja. El prosiguio como si yo no hubiera abierto la boca.

– Hacemos que beban un poco y despues nos las tiramos. Aunque no seria necesario ni que bebieran. Ya se mueren de ganas.

Tenia razon y me dio risa. No porque fuese divertido sino de nervios. Tuve que hacer un esfuerzo para contenerme y se me quedo una sonrisa estupida. La sentia en los labios como una mueca. Entonces, para borrar esa mueca, dije lo primero que se me ocurrio.

– Bueno, ?donde vamos?

– No te preocupes, tengo un lugar. Llevemos tu coche, que con estas dos el BMW da el golpe.

De modo que llevamos mi BMW negro que, efectivamente, impresiono a aquellas dos. Fuimos a un restaurante con vistas al mar, fuera de la ciudad, y comimos erizos de mar, marisco crudo y langostinos a la parrilla. Bebimos vino blanco frio y, a medida que las copas y las botellas se vaciaban, la conversacion se condimentaba con alusiones sexuales cada vez menos implicitas y menos elegantes.

Aquel dia descubri que Francesco tenia una especie de pied-a-terre. Con dos ambientes y cocina, muebles nuevos y aspecto anonimo, de habitacion de hotel.

Eran las cuatro cuando entramos alli con Mara y Antonella, bastante ebrias. No hubo formalidades, preliminares o problemas de acomodamiento. Antonella y yo terminamos en el dormitorio mientras Francesco y Mara se quedaron en la sala de estar, equipada con un gran sofa negro.

Cuando yo estaba entrando en el dormitorio, mi mirada se cruzo con la de Francesco, que me guino un ojo.

Ese guino era un gesto obsceno, pero entonces no me di cuenta. No podia y no queria darme cuenta. De modo que, una vez mas, respondi con una sonrisa idiota.

Enseguida me derrumbe en la cama enredado con Antonella. Recuerdo sobre todo su aliento, de vino y humo frio. Mientras teniamos sexo -lo hicimos varias veces, largo tiempo- me llamaba amor y yo me decia para mis adentros: ?Amor? ?Quien te conoce? ?Quien eres? Y de nuevo me daban ganas de reir como un idiota. Pensaba que estaba alli, follando con aquella chica -joven y guapa- y no la conocia. En cierto momento casi tuve que detenerme y hacer un esfuerzo para recordar su nombre.

Habria debido sentirme incomodo y en cambio me recorria una especie de euforia idiota.

En una pausa prendimos un cigarrillo, lo fumamos juntos y ella se reia mientras me daba un codazo por los ruidos que llegaban de la otra habitacion. Hasta empezo a decir algo al respecto pero se interrumpio bruscamente. Permanecio un momento inmovil, con un extrano aire absorto.

Luego se tiro un pedo.

Fue un ruido agudo y prolongado, una especie de matasuegras de carnaval en la penumbra de aquella habitacion desconocida.

Por un instante se puso una mano en la boca antes de hablar.

– ?Virgen santa!, disculpa. A veces me ocurre despues de un buen polvo. No consigo contenerme. Debe de ser porque estoy tan relajada.

Yo estaba turbado y no sabia que decir.

Por otra parte, ?como responder de modo educado a una frase semejante?

?No te preocupes, tambien a mi cuando estoy relajado me gusta tirarme un buen cuesco? ?Segun el humor y lo que haya comido suelto tambien un par de eructos? Asi, como para hacerla sentir comoda.

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату