Obtuvieron las ordenes y fueron a registrar sus casas. A ciegas, sin una idea precisa. Buscaban algo que pudiera relacionarse con los hechos investigados. Hasta un recorte de prensa sobre aquella historia, por lo menos para decir que habia, sino un indicio, un punto de partida para empezar a indagar.
No encontraron nada, aparte de montones de porquerias y de diarios pornograficos.
Durante un mes estuvieron recorriendo los lugares de las agresiones en busca de posibles testigos, alguien que hubiese visto algo. Aunque no fuera justamente la accion pero, por ejemplo, un tipo sospechoso apostado en aquellos lugares poco antes, alguien que volviera a pasar por alli poco despues o en dias sucesivos.
Chiti habia leido que esos sujetos a veces regresan al lugar donde han cometido el abuso. Les gusta recordarlo justamente en el lugar, saborear la sensacion de control, de poder, que la violencia les ha regalado. Asi que sus hombres y el mismo habian recorrido durante horas y dias, habian mostrado fotografias, habian hablado con comerciantes, porteros de edificios, inquilinos, mensajeros, mendigos.
Nada.
Estaban buscando un fantasma. Un maldito fantasma. Chiti penso exactamente estas palabras mientras comunicaba a los suyos que por el momento podian suspenderse aquellas diligencias. Era una soleada manana de junio, casi dos meses despues del ultimo episodio. El periodo de calma mas largo desde el comienzo de aquel asunto. Sin atreverse a admitirlo, Chiti esperaba que todo terminara asi, como habia comenzado. La misma esperanza con la que esperaba que el dolor de cabeza nocturno pasara solo.
Dos dias despues ocurrio la sexta violacion.
Chiti habia salido de su despacho y del cuartel para cenar. Al centinela de guardia le habia dejado dicho que volveria a medianoche y que, en caso de que ocurriera algo, siempre podian encontrarlo con el localizador inalambrico. Habia ido a comer la pizza de costumbre y despues a dar una vuelta por la ciudad. Siempre solo, sin rumbo y con poco sentido.
Volvio hacia medianoche, un cuarto de hora despues de que llamaran al 112. Una pareja, al volver del cine, habia visto a la joven salir llorando de una calleja de casas viejas. Habian llamado a los carabinieri y enseguida llegaron dos coches patrulla radiomoviles; uno habia acompanado a la victima a primeros auxilios; el otro llevo a la pareja al cuartel para tomarle declaracion.
Cuando llego Chiti, la joven todavia estaba en primeros auxilios, pero casi habian terminado y pronto la acompanarian a la comisaria.
Los dos senores, marido y mujer, ambos profesores jubilados, no podian decir nada, absolutamente nada util. Volvian del cine caminando cuando de repente habian oido sollozos, se habian vuelto hacia un portal por donde habian pasado un momento antes, preciso la senora, y habian visto salir a aquella joven.
?Habian visto a alguien inmediatamente antes o despues? No, no habian visto a nadie; en realidad habian pasado varios automoviles y no podian excluir que mientras socorrian a la joven hubiera pasado alguien a pie. Mejor dicho, seguramente habia pasado alguien, preciso la senora, que parecia estar al mando de la pareja. Pero no se podia decir que lo hubieran notado,
Y eso era todo.
Firmaron la inutil declaracion mientras llegaba la joven, acompanada por un senor de unos cincuenta anos, con el aire de quien todavia no entiende lo que pasa. El padre.
Ella era menuda, regordeta, ni guapa ni fea. Insignificante, penso Chiti mientras la invitaban a sentarse ante el escritorio.
Quien sabe con que criterio las elige, penso mientras Pellegrini comenzaba a levantar el acta de la declaracion con esa nueva maquina de escribir electronica, que solo el sabia hacer funcionar.
– ?Como se encuentra, senorita? -En el mismo momento en que la hacia, penso que era una pregunta idiota.
– Ahora un poco mejor.
– ?Puede contarnos lo que recuerda de lo ocurrido?
La joven no contesto y bajo la cabeza. Chiti busco con la mirada al sargento Martinelli y luego, con los ojos, senalo al padre que estaba alli, sentado. Martinelli lo comprendio y pregunto al padre si no le molestaria acompanarlo solo durante unos minutos a la otra habitacion.
– Tal vez le molestaba contarnos lo ocurrido ante su padre.
La joven asintio con la cabeza, pero no dijo nada.
– Por otra parte, me doy cuenta de que podria estar igualmente molesta hablando con nosotros, que somos todos hombres. Podriamos buscar una psicologa o una asistente social, si eso puede ayudarla. -Mientras hablaba se preguntaba donde diablos podria encontrar una psicologa o una asistente social a esas horas. Pero la joven dijo que no, gracias, no hacia falta. Bastaba con que no estuviese su padre.
– ?Ahora quiere contarnos lo que recuerda? Con calma, tratando de comenzar desde el principio.
Habia salido con tres amigas, sin sus chicos, como ocurria a menudo. Habian ido a tomar algo y a charlar a un local del centro y cerca de las once y media ella y otra se habian ido. Al dia siguiente tenian clase en la universidad y no querian volver tarde. Habian recorrido juntas un trecho y luego se habian separado. Cada una hacia su casa.
No, nunca habian tenido problemas para volver a casa solas de noche. No, nunca habian leido en los periodicos ni visto en la television episodios como ese.
Sobre el momento de la agresion, Caterina -asi se llamaba- se mostro obviamente mas confusa. Hacia mas o menos cinco minutos que habia dejado a su amiga. Caminaba a paso normal, sin notar nada ni a nadie en particular. De improviso habia oido un golpe fortisimo detras, en la cabeza. Era algo duro, como un puno o un objeto rigido. Probablemente habia perdido el conocimiento por unos instantes. Cuando volvio en si estaba en el vestibulo de un edificio viejo. El la habia hecho arrodillarse. Recordaba que olia mal, a suciedad, a comida podrida, a orines de gato. Tambien recordaba su voz. Era tranquila y metalica. Aquel individuo parecia perfectamente dueno de sus actos. Le habia dicho que hiciera ciertas cosas; que mantuviera los ojos cerrados y que no intentara mirarle la cara porque si desobedecia la mataria alli mismo con las manos. Pero todo con calma, como si estuviera haciendo un trabajo al que estaba acostumbrado. Y ella habia obedecido.
Al fin le habia dado otro punetazo muy fuerte, en la cara. Luego le ordeno que no hiciera ningun ruido, que no se moviera y que contara hasta trescientos. Solo entonces podria levantarse e irse. Habia dicho que queria oirla empezar a contar en voz alta. Ella habia obedecido y habia contado en voz alta hasta trescientos en aquella entrada oscura, fetida y desierta.
No, no podia proporcionar una descripcion. Le parecia que era alto, pero no podia ser mas precisa.
Y no le habia visto la cara ni siquiera fugazmente.
?Estaria en condiciones de reconocer la voz si la escuchara de nuevo?
La voz si, dijo la chica. No podria olvidarla nunca.
Terminada la declaracion, Chiti se la hizo firmar, le rogo que los llamara si recordaba algo mas y que, por supuesto, podia ponerse en contacto con ellos para lo que necesitara. Ella asintio con la cabeza a todo lo que le dijo Chiti. Mecanicamente, como un artefacto con engranajes un poco defectuosos.
Luego se marcho, moviendose de la misma manera.
10
Desde aquella tarde el estudio de los trucos con las cartas se convirtio en mi principal ocupacion.
Por la manana me despertaba cuando mis padres ya habian salido. Me lavaba, me vestia, controlaba que en mi escritorio estuvieran bien a la vista los libros de derecho que habria debido estudiar -y que mis padres pensaban que estaba estudiando-, sacaba las cartas y me ejercitaba durante horas. Por la tarde lo mismo, apenas prestando un poco de atencion porque de costumbre mi madre estaba en casa y yo no tenia ninguna intencion de tratar con ella el tema de mis proximas fechas academicas.
Un par de veces por semana iba a casa de Francesco para la leccion. Decia que tenia mucho talento, manos agiles y ganas de aprender. Pronto fui capaz de hacer cosas que ni siquiera habia imaginado.
El juego de las tres cartas, ante todo. Me volvi tan experto que a veces me pasaba por la cabeza pararme en un banco de la plaza Umberto y desafiar a cualquier imbecil a que apostara donde estaba la reina de