– Me gusta -conteste con un ligero titubeo. ?Que debia decir? ?Esa pregunta admitia otra respuesta?
– A mi tambien me gusta.
– ?Que tipo de peligro te gusta…?
– No el de las cartas. Es artificial.
Menuda estupidez. Intenta perder veinte o treinta millones, o ganarlos, y despues hablamos de cosas artificiales.
No se lo dije. Solo lo pense, mientras decia que probablemente tuviese razon pero que me gustaria entender mejor lo que queria decir. Entretanto la miraba con mas atencion. Tenia muchas arrugas pequenas alrededor de los ojos y algunas menos en las comisuras de los labios. La cara era cambiante, pomulos altos, una sonrisa blanca y feroz.
Tenia algo de Francesco. En el modo de moverse o de hablar o en el ritmo. No se exactamente que era. Mientras hablabamos, ese algo aparecia y desaparecia. Tal vez cierta manera de dirigir la mirada directa a los ojos y desviarla enseguida. Algo que atraia y provocaba rechazo al mismo tiempo.
No me explico cual era su idea del peligro no artificial. Decia cosas vagas, como Francesco cuando le pedian que explicara algo que habia dicho o hecho, y despues miraba con una expresion del tipo: «Naturalmente nos hemos entendido, ?verdad?».
Naturalmente.
Conversando, fuimos hacia el jardin y buscamos algo de beber.
Maria tenia el aspecto de alguien que pasa mucho tiempo en el gimnasio. Me dijo que estaba casada y tenia una hija de quince anos. Yo dije que no le creia y ella sonrio porque habia dicho exactamente lo que esperaba.
El marido tenia un concesionario de coches de lujo y varios salones por toda la region. Y a menudo estaba de viaje por trabajo. Dijo eso mirandome directamente a los ojos. Tan directamente que me vi obligado a desviar la mirada y tomar un sorbo de vino.
Estabamos sentados en el jardin cuando Francesco nos encontro y se detuvo frente a nosotros. Entre el y Maria relampagueo por un instante una extrana mirada. A tal punto era extrana que no se me ocurrio presentarlos. Luego el me hablo:
– Estabas aqui; hace un cuarto de hora que te busco. ?Vamos? Son casi las cuatro.
– Dos minutos y voy -conteste.
El dijo que me esperaria junto al automovil y se alejo despues de saludar a Maria con un gesto.
Me volvi de nuevo hacia ella, con incomodidad. Queria preguntarle si podiamos vernos otra vez, pero tenia poco tiempo y no sabia como hacerlo. Quiero decir: no sabia como hacerlo con una mujer casada. Ella en cambio no estaba incomoda y sabia muy bien como hacerlo.
De una de las mesas de juego cogio un bloc de papel, de los que se usan para registrar las ganancias y las perdidas. Escribio un numero de telefono, arranco la hoja, me la dio y me dijo que la llamara sin problemas, entre las nueve de la manana y la una.
Sali de la casa sin saludar a nadie, me reuni con Francesco en el aparcamiento y nos fuimos. Pise el acelerador hasta los ciento noventa por hora mientras el, con el asiento reclinado, tenia los ojos entrecerrados y una sonrisa, aquella sonrisa burlona que a veces le asomaba en los labios. No dijimos ni una palabra en todo el camino.
Cuando me desvesti para ir a dormir -era ya casi de manana- me di cuenta del moreton que se me estaba formando en la pierna izquierda, en el punto en que Francesco me habia apretado para curarme del miedo.
11
A la manana siguiente -era domingo- me desperte tarde, obviamente. Por la puerta entrecerrada de mi habitacion se colaba un olor a comida y a casa.
Pense que tenia hambre y que me levantaria e iria directamente a la mesa. Algo que siempre me habia gustado: almorzar enseguida despues de despertarme, como ocurria en Ano Nuevo o en otras pocas ocasiones especiales.
Una liberacion total de tener que decidir que hacer por la manana apenas levantado. Sobre todo el domingo por la manana.
Estupendo.
Luego, mientras todavia estaba en la cama, percibi que se me insinuaba un extrano malestar. Como un sentimiento de culpa mezclado con la percepcion de una catastrofe inminente.
Estaban a punto de descubrirme. Me levantaria, iria a la mesa, y mis padres, al mirarme a la cara, lo comprenderian por fin y toda mi mala conducta saldria a la luz.
Entonces me invadieron la tristeza y la nostalgia. Habria querido experimentar aquel acostumbrado y sereno placer familiar, y me estaba dando cuenta de que lo habia perdido para siempre.
De modo que, de pronto, desee con intensidad que mis padres no estuvieran en casa, porque si me veian aquella manana iban a descubrirme. No sabia por que motivo; no sabia por que justamente aquella manana, pero estaba seguro de que ocurriria.
Me levante, me lave, me vesti con rapidez y fui hasta el comedor con aquella sensacion que me cosquilleaba bajo la piel como un hormiguero, como una fiebre ligera y molesta.
La mesa ya estaba puesta y del televisor llegaban imagenes irreales y angustiosas.
Era el 4 de junio de 1989. El dia anterior, el ejercito de Li Peng habia masacrado a los estudiantes de la plaza Tiananmen. Mas o menos en el mismo momento en que yo ganaba millones haciendo trampas al poquer y flirteaba con una cuarentona rapaz. Eso pense.
Tengo el recuerdo de aquel largo telediario, casi todo sobre los hechos de Pequin y despues, en una especie de fundido, veo a mi padre que atormenta con el tenedor el ultimo bocado de rosbif.
Lo movia de una parte a otra sin llevarselo a la boca. Bebia un sorbo de vino tinto y volvia a mover aquel pedacito de carne entre pequenos restos de pure de patatas. El famoso pure de patatas de mi madre, pense con incoherencia.
Yo esperaba. Mi madre esperaba. Lo sabia aunque no era capaz de mirarla a la cara. Sentia su angustia como una entidad fisica.
Por fin mi padre hablo.
– ?Tienes alguna dificultad con los estudios?
– ?Por que? -Trate de manifestar estupor, exagere el tono de la pregunta. Una actuacion mediocre.
– No das examenes desde el ano pasado.
Mi padre hablaba bajo, separando las palabras. Y cuando lo mire a la cara descubri senales, arrugas, un sufrimiento que no queria ver. Aparte los ojos mientras el proseguia.
– ?Quieres decirnos que pasa?
Aquellas palabras le costaban. Nunca se habia imaginado que iba a tener que hablarme asi. Yo jamas habia creado problemas de ningun tipo; y todavia menos por los estudios. Era mi hermana la que ya les habia ocasionado esa clase de problemas, y ellos ya habian tenido suficiente. ?Que estaba ocurriendo?
En aquel momento comprendi que muchas veces debian haber conversado largamente acerca de lo que me estaba pasando. Es posible que se hubieran preguntado si hablarme era una buena idea o si, en cambio, no haria mas que empeorar las cosas.
Reaccione como todos los mediocres cuando les pillan en falso. Reaccione como quien ha cometido un error y no tiene el valor de admitirlo. Agrediendo. Con cobardia, porque ellos eran mas debiles y estaban mas indefensos, como solo pueden estarlo los padres.
?Que querian de mi? Todavia no tenia veintitres anos y casi habia terminado la universidad. Me hostigaban solo porque habia disminuido un poco el ritmo. Joder. ?Estaba prohibido tener un pequeno periodo de crisis? ?Estaba prohibido?
Grite muchas cosas desagradables y, al fin, me levante de la mesa mientras ellos permanecian sentados, sin