luces,
Al final, despues de haberme lavado y vestido, fui directo al telefono y llame sin pensar.
De nuevo una conversacion sin matices. Una comunicacion de trabajo. ?Queria ir enseguida? Queria. Si me explicaba como llegar a su casa. Por el numero de telefono me parecia que debia de vivir en la periferia, en la parte del barrio de Carbonara. Cuando me lo explico, vi que no me habia equivocado. Estaba cerca del Circolo Tennis, un par de kilometros antes de Carbonara. Zona de chales de ricos.
Cuando sali, la lluvia seguia cayendo monotona de un cielo gris y compacto. Me deslice en el coche calculando que no lograria salir del centro antes de media hora. El trafico era el de los peores dias. Como de costumbre deberia haberme puesto nervioso a causa de esto. En cambio, la idea de quedarme largo tiempo en el coche, tal vez atrapado en un embotellamiento, escuchando musica, la misma emisora de radio que habia sintonizado en casa, sin pensar en nada, me relajo. Permaneci sin hacer nada en aquel tiempo suspendido.
De modo que cruce la ciudad perezosamente, entre coches estacionados en doble fila, baches del tercer mundo, personas confusas, en manga corta y con paraguas negros, guardias urbanos en impermeable. Escuchaba la radio y seguia el movimiento hipnotico de los limpiaparabrisas que diluian en el vidrio las densas gotitas. De repente me di cuenta de que estaba moviendo imperceptiblemente la cabeza al ritmo de los limpiaparabrisas, y cuando me encontre en las inmediaciones del Circolo Tennis, pense que no habria podido decir que calles habia tomado para llegar.
El jardin del chale estaba rodeado por un muro de por lo menos dos metros de alto, de ladrillos ocre. Por encima del muro asomaba un seto de cedros, cambiantes entre el verde musgo y el verde turquesa. El resto del mundo era blanco y negro.
Baje, pulse dos veces el interfono y entre en el coche sin esperar respuesta. En aquel preciso instante pense que me movia como si me hubieran programado. Sin un solo gesto decidido por mi.
De pronto, la verja se abrio automaticamente, sin hacer ruido. Como en algunos suenos.
Mientras tomaba con languidez el camino de entrada, al final del cual se entreveia a lo lejos una casa de dos plantas, me asalto una inquietud, una violenta sensacion de irrealidad y un impulso de huida.
Todo era irreal e irremediablemente extrano. El automovil avanzaba con lentitud por el camino flanqueado de pinos altisimos y pense en maniobrar, hacer marcha atras y escapar. Pero cuando mire por el espejo retrovisor, la verja se estaba cerrando tan silenciosamente como se habia abierto.
El coche continuo avanzando. Solo. Hasta la casa.
Habia una especie de portico y alli debajo estaba Maria, que me hizo una sena con el dedo, hacia la derecha. Primero no lo entendi y se me ocurrio que con aquel gesto me estaba indicando una via de escape. Habia surgido algun problema imprevisto -?el marido?- y debia salir por algun lado. Por un momento tuve una sensacion que era al mismo tiempo de panico y de alivio.
Despues me di cuenta de que solo queria indicarme donde aparcar. Habia un cobertizo tapado por una enredadera donde deje el automovil, cerca de un viejo Lancia que tenia el aspecto de estar quieto desde hacia quien sabe cuanto tiempo. Habia tambien un dos plazas oscuro. El coche de Maria, pense. Atravese el espacio entre el aparcamiento y el portico con la impresion de moverme a camara lenta mientras la lluvia me caia encima.
Dijo hola, ven, y entro en la casa cuando todavia estaba respondiendo a su saludo. Adentro todo estaba demasiado limpio y se sentia el olor de algun detergente perfumado.
En la cocina bebimos un zumo de frutas. Hablamos un poco, pero lo unico que recuerdo de lo que me dijo es que la empleada de hogar llegaba a la hora del almuerzo porque ella no queria gente en casa por la manana. Para esa hora deberia haberme marchado.
Todavia estabamos en la cocina cuando pego su boca a la mia. Tenia una lengua dura, carnosa y seca. Sentia su perfume, que se habia puesto en el cuello algunos minutos antes de mi llegada. Demasiado, y demasiado dulce.
No recuerdo el recorrido para llegar a su dormitorio, que por cierto no era el suyo y el de su marido. El cuarto de invitados, tal vez. O de los polvos clandestinos. Limpio, ordenadisimo, con dos camas, un mueble de madera clara y una ventana que daba al jardin. Se veian dos palmeras y detras, un seto.
En la casa reinaba el silencio y de fuera llegaba solo el repiqueteo de la lluvia. No habia ruido de maquinas, ningun ruido de personas. Nada. Solo la lluvia.
Maria tenia un cuerpo delgado y musculoso. El resultado de horas y horas de gimnasio. Aerobic, body building y quien sabe que otra cosa.
Sin embargo, en un momento dado, mientras yo estaba tendido boca arriba y ella se movia sobre mi, vi las estrias de sus pechos. Esa imagen, la de aquellos pechos envejecidos en un cuerpo de atleta, me ha quedado en la memoria con precision fotografica.
Indeleble y triste.
Mientras se movia con metodo, pegada a mi cuerpo, y yo tambien me movia como en un ejercicio de gimnasia, sentia la nariz invadida por aquel perfume demasiado dulce y por algun otro olor, menos artificial e igualmente extrano.
Cuando llegabamos a la conclusion me llamo amor. Una vez. Dos veces. Tres veces.
Tantas veces. Cada vez con mayor velocidad. Como en ese juego de ninos en el que se repite una palabra hasta cuando el cerebro sufre una especie de cortocircuito y pierde el sentido de esa palabra.
Amor.
Despues tuve ganas de encender un cigarrillo pero no lo hice. Me habia dicho que odiaba el humo. De modo que me quede quieto, tendido boca arriba, desnudo, mientras ella hablaba. Desnuda, tambien boca arriba. Cada tanto se pasaba una mano entre los muslos, como quien se esta enjabonando.
Ella hablaba, yo miraba el techo, la lluvia seguia cayendo y el tiempo parecia inmovil.
No tengo ningun recuerdo de haberme vestido, de haber hecho de vuelta el camino que nos habia llevado hasta aquel cuarto de invitados, de habernos puesto de acuerdo para volver a vernos, de haberla saludado. Algunos fotogramas de aquella manana son muy nitidos. Otros se han perdido. Enseguida.
Cuando sali, aun llovia.
14
Hasta aquel martes de junio mis recuerdos se suceden en una secuencia cronologica normal. Despues, los hechos tomaron una extrana aceleracion, un ritmo sincopado y surrealista.
Son solo una gran cantidad de escenas, algunas en colores, otras en blanco y negro. A menudo mudas como algunos suenos, a veces con un extrano sonido no sincronizado.
Consigo ver esas escenas solo desde fuera, como un espectador.
Muchas veces, durante anos, hice el esfuerzo de regresar mentalmente a las situaciones que habia vivido. Trate de ver las escenas de nuevo desde las distintas situaciones en las que me encontraba cuando ocurrian, pero nunca lo consegui.
Incluso ahora, mientras escribo, lo intento y vuelvo a intentarlo y, apenas me parece que lo logro, una especie de elastico invisible me expulsa y pierdo las coordenadas. Cuando enfoco de nuevo aquella escena, otra vez soy un espectador. Desde un punto de vista diferente, a veces desde mas cerca, a veces de lejos. A veces, y esto es un poco inquietante, desde arriba.
Pero siempre espectador.
Volvi a menudo a casa de Maria. Por lo general de manana, aunque a veces tambien tarde por la noche. La casa siempre estaba silenciosa y limpisima. Experimentaba una ligera nausea cuando me iba y, para que me pasara, me repetia que aquella era la ultima vez.
Unos dias despues volvia a telefonearle.
No recuerdo una sola conversacion con mis padres. Evitaba encontrarlos y, cuando los encontraba, evitaba mirarlos.