la detencion, o sea que lo ha robado y lo conserva para su uso personal?

Cardinale apreto los labios y permanecio en silencio.

Chiti iba a anadir alguna otra cosa, pero reflexiono. Tomo un cigarrillo, lo encendio y lo fumo entero. Los otros esperaban, el grupo estaba inmovil. Al fin apago el cigarrillo, lanzo un profundo suspiro de cansancio, apoyo la mejilla derecha sobre el puno con el codo sobre el escritorio. Los miro de nuevo uno por uno.

– Explicadme exactamente lo que quereis hacer.

5

Un dia me encontre a mi hermana.

Vagabundeaba como de costumbre por las calles del centro, pasando revista a los escaparates de las lujosas tiendas de ropa donde me habia provisto en los ultimos meses.

Pensaba vagamente que debia hacer compras para el otono y el invierno que se acercaban, pero entrar en las tiendas, hablar con los empleados, probarme la ropa, elegir, me parecia una actividad demasiado compleja y agotadora.

Cuando me cruce con Alessandra no la reconoci, o tal vez simplemente no la vi. Fue ella quien se detuvo ante mi, muy cerca, practicamente cerrandome el camino.

– ?Giorgio? -Debia de haber algo mas que el hecho de que no la hubiese visto o reconocido que le dio aquel tono a su voz. Quizas algo que veia -o no veia- en mis ojos.

– Alessandra. -Mientras decia su nombre pensaba que no lo pronunciaba desde hacia un tiempo incalculable, perdido en las profundidades y en los misterios de la infancia.

Aparentaba mucho mas de sus veintisiete anos. Su rostro estaba marcado precozmente; tenia pequenas arrugas en las comisuras de la boca, cerca de los ojos, en la frente. Enfocando su fisonomia note que tambien tenia algunos cabellos blancos junto a las sienes.

– Giorgio, ?como cono caminas? Pareces un drogadicto.

?Cuanto hacia que no la veia? No conseguia acordarme; se me escapaba la ultima vez que habia estado en casa y yo tambien estaba. Queria acordarme de si eso habia ocurrido cuando yo ya habia iniciado mi nueva vida. Pense que no, debia de haberla visto antes de empezar a frecuentar a Francesco. Por lo tanto hacia por lo menos diez meses. Eso es, en Navidad habia venido a casa y despues no la habia visto mas. Que extrano, pense. Viene del pasado. Sale de la vida que existia antes que conociese a Francesco. Esa vida parecia -era- tan lejana. No habria sabido decir si sentia nostalgia u otra cosa. Era… lejana.

– ?Como estas…? -Estaba a punto de repetir su nombre; luego senti una extrana turbacion y deje la frase asi, con puntos suspensivos, signo de interrogacion.

– Estoy bien. ?Y tu?

Era tan raro aquel encuentro. Apenas dos conocidos. Y por otra parte eramos eso, nada mas. ?Como estas? ?Y tu? Ah, bien, ?y la familia? ?Que familia? ?La mia o la suya? ?Cual?

Me di cuenta de que tenia ganas de hablar con ella. Nunca me habia ocurrido antes, y estaba tan solo. A la deriva. Me parecia absolutamente extrano tener una hermana. Entonces le pregunte si le gustaria ir a tomar un cafe. Me miro con una expresion que no pude determinar. No era de estupor, era algo parecido al estupor pero diferente. Y un poco triste. Luego dijo que si, que le gustaria tomar ese cafe.

Caminamos en silencio un par de manzanas hasta una famosa e historica confiteria, toda de madera, agradable, llena de aromas antiguos y deliciosos. Ahora estaba casi siempre vacia, y el salon de te parecia suspendido en un pasado indescifrable.

– ?Es verdad que dejaste los estudios, Giorgio?

Quede desconcertado. ?Como podia saber que ya no estaba estudiando? Se lo habian dicho mis padres, obviamente. Pero eso significaba que mis padres y mi hermana se hablaban. Y hablaban de mi. O sea, dos cosas inconcebibles.

– Es verdad.

– ?Por que?

– ?Te lo dijo mama?

– Me lo dijeron los dos.

Nos sentamos a una mesita. Estaban todas libres, salvo una del otro lado del salon, donde dos senoras que andarian alrededor de los setenta, con los cabellos con reflejos azulados, fumaban cigarrillos con filtro, rodeadas de bolsas de tiendas de ropa.

– ?Cuando te lo dijeron?

– ?Que mas da? ?Que te pasa? ?Estas haciendo alguna imbecilidad?

?Estaba haciendo alguna imbecilidad?

Si, diria que esta es una expresion sintetica, tal vez un poco simplificadora, pero, en resumen, eficaz para definir lo que habia hecho en los ultimos meses.

No lo dije asi, pero pense exactamente aquella frase y aquellas palabras.

– No, no. Es un periodo… es que no… -Luego pense que no tenia ganas de decir tonterias. En cambio habria querido contarselo todo. Pero era imposible, de modo que permaneci callado.

– De todos modos me parece natural que hayas dejado de estudiar eso. Siempre me parecio extrano que te hubieras matriculado en Derecho. Cuando eras pequeno decias que querias ser escritor. Escribias aquellos cuentos en los cuadernos de primaria. Nunca los lei, pero todos decian que eras muy bueno.

O sea que mi hermana se habia dado cuenta de que yo, de nino, escribia. Aquellos cuentos, en los cuadernos de primaria. Siempre habia pensado que era completamente invisible para ella, y ahora descubria que sabia cosas sobre mi. Eso era increible. Me dieron ganas de llorar y me pase la mano por la cara, con el gesto de quien tiene preocupaciones aunque, de todas maneras, lo tiene todo bajo control. Llame al camarero. Se acerco y pedimos dos cafes.

– ?Quieres un cigarrillo? -le dije mientras cogia mi cajetilla.

– No. Lo deje.

– ?Cuantos fumabas? ?Muchos, verdad?

– Dos paquetes. A veces tambien mas. Aparte de las otras porquerias que me metia dentro. Segun la ocasion.

La mire sin hacer la pregunta en voz alta. ?Que se metia dentro mi hermana? ?Lo habia oido bien?

Si, lo habia oido bien. Lo habia oido muy bien. Mi hermana habia estado enganchada a la heroina -con incursiones en el campo de otras varias sustancias psicotropicas- durante cinco anos. Nunca me habia enterado.

– ?Cuando… como lo dejaste?

– ?Los cigarrillos o la mierda? -Sus labios se habian arqueado apenas. La sombra de una sonrisa, un poco amarga, un poco burlona. Obviamente queria saber como, cuando habia dejado de inyectarse. No. En realidad queria saber sobre todo como, cuando, por que habia empezado.

Me conto una historia comun de la que, hasta aquel momento, habia conocido solo una parte. Los meses, los anos en Londres, en Bolonia, de un lado para otro. El aborto, los robos, la pequena venta para procurarse la mercancia, la vida con aquel -no me dijo el nombre y yo no lo recordaba ni se lo pregunte-, la comunidad, el despues. Que no era el paraiso terrenal. Al contrario. Me hablo de la vida agotadora y banal que llevaba. Me hablo de la sensacion de fracaso y de vacio. De como, en los peores momentos, se te ocurre pincharte. Una sola vez, para hacer pasar el momento. Y, naturalmente, sabes que no es una sola vez y, de un modo o de otro sigues adelante. Me hablo de como se sigue adelante; de los trucos para seguir adelante; de los amigos, pocos, del trabajo. De las cosas que son diferentes de como las habia imaginado. Todas, o casi todas.

Dijo que ahora habria querido tener un hijo. Si hubiese encontrado un hombre que valiera la pena.

Hablo casi todo el tiempo. La escuche con una sensacion de ternura atonita.

– ?No estaras haciendo gilipolleces como las mias, verdad, Giorgio? -Estiro la mano izquierda sobre la mesa y por un instante toco una de las mias.

– ?Giorgio?

Me recobre. Me habia quedado mirando la mano que ella habia tocado. Como si pudiera haber quedado una

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