huella de aquel contacto. Tan extrano.

– No, no. No te preocupes. Es solo un periodo un poco estupido. Ideas un poco confusas y todo lo demas. Son cosas que pasan. Al contrario, si tienes modo de hablar con mama y papa, por favor diselo. O sea, diles que has hablado conmigo pero no que te dije que les hablaras y que todo va bien. Por el momento no nos comunicamos mucho, pero me duele verlos asi. ?Me haras ese favor?

Asintio y hasta sonrio. Parecia aliviada. Luego miro el reloj e hizo una especie de mueca del tipo «mierda, es tarde. Cuando estas charlando no te das cuenta del tiempo que pasa. Ahora tengo que irme». No uso esas palabras, pero el sentido era el mismo.

Rodeo la mesa y, antes de que tuviera tiempo de levantarme, se inclino hacia mi y me dio un beso en la mejilla.

– Adios, Giorgio. Me alegro de que hayamos hablado.

Luego se volvio y se alejo a paso rapido. Quede solo en el salon de te. Las dos senoras con los cabellos azulados y los cigarrillos con filtro se habian ido hacia rato.

Reinaba un silencio y una quietud irreales.

6

Llamaron por el portero electronico. Una vez, dos, tres, mucho rato.

Ninguna respuesta.

Entonces Cardinale empezo a maniobrar con el manojo de llaves en la cerradura y, en menos de un minuto, el portal se abrio. Martinelli y Pellegrini se quedaron en el coche. Chiti habia dicho que tenia que entrar el. No hubo objeciones.

Subieron la escalera hasta el tercer piso, leyeron el nombre en la placa, tocaron el timbre.

Una vez. Dos. Tres, largo rato.

Ninguna respuesta.

Cardinale, despues de ponerse guantes de goma, empezo a trabajar en la cerradura de la puerta. Se escuchaba el zumbido de algun aparato. Chiti sentia tambien los latidos de su corazon y el rumor de su respiracion. Intento pensar que habria dicho si de pronto se hubiese abierto la otra puerta del piso y alguien se hubiera asomado. No se le ocurrio nada y dejo de pensar. Se concentro en el zumbido, en los latidos del corazon y en la respiracion.

Hasta que oyo el chasquido de la cerradura. Mientras entraban penso que no habria podido decir cuanto tiempo -?treinta segundos?, ?diez minutos?- habian permanecido ante aquella puerta.

Dentro estaba oscuro, silencioso, con un olor pesado.

De pronto, sin motivo, en aquella oscuridad espesa y consistente, se le aparecio la cara de su madre. Es decir, aquella que debia de ser la cara de su madre, porque el no la recordaba. No muy bien. Siempre que intentaba recordarla, el, que era excelente con las imagenes, no lo conseguia. Era huidiza y, por momentos, se transformaba en algo monstruoso que habia que expulsar rapido.

Cardinale encontro el interruptor de la luz.

La casa estaba en orden. Un orden meticuloso, obsesivo y carente de vida. Se detuvo unos instantes para pensar, para preguntarse como debia de haber sido aquella casa cuando estaba viva.

Si alguna vez lo habia estado.

Luego se recobro, se puso el tambien guantes de goma y empezaron a buscar. Algo.

Habia polvo de muchos dias, sin senales visibles de manos o de algun otro movimiento. La casa debia de estar deshabitada desde hacia por lo menos un mes. Es decir, mas o menos, desde que habia muerto la madre. Resultaba evidente que el se habia ido inmediatamente despues. O inmediatamente antes, penso Chiti sin una precisa razon.

Llegaron con rapidez al cuarto de el. En el resto del piso no habia nada interesante. Objetos viejos, diarios viejos, utensilios viejos. Todo en un orden casi ritual y enfermizo.

Lo primero que le llamo la atencion fue el poster de Jim Morrison, que colgaba torcido y con esa cara que miraba con ojos ausentes.

Luego las historietas de Tex, por centenares; y reconocio titulos y cubiertas que el tambien habia leido de nino.

Buscaron en los cajones, debajo de la cama, en los estantes. Nada raro o sospechoso aparte de todas aquellas barajas de cartas de juego. Se pregunto si podrian tener una conexion con la investigacion, con la violencia y todo lo demas. Siempre que aquel tipo y sus cartas tuvieran algo que ver con las violaciones y que el verdadero responsable no estuviese tranquilo, sin que nadie le molestara, en alguna parte, saboreando de antemano el proximo ataque en la cara de todos los carabinieri y policias del mundo.

– Senor teniente, mire esto.

Cardinale tenia en la mano una hoja escrita a maquina por las dos caras.

Contrato de alquiler temporal compartido.

En aquella hoja habia una direccion.

Diez minutos despues estaban en el coche. Volvieron al cuartel sin decir una palabra durante todo el trayecto. Mientras estaba sentado, con Pellegrini que conducia en silencio, con los otros dos atras, tambien en silencio, el coche que se deslizaba por las calles desordenadas por los vehiculos aparcados con las ruedas delanteras en la acera, por primera vez penso que lo detendrian.

No fue un pensamiento articulado, y menos aun un razonamiento.

Simplemente penso que lo detendrian.

7

Una decena de dias despues del encuentro con mi hermana, Francesco me telefoneo.

?Que habia estado haciendo? ?Por que no me habia dejado ver en todo ese tiempo? Joder, hacia por lo menos dos semanas que no nos veiamos. Era mucho mas, pero no se lo dije. Como tampoco le dije que lo habia buscado un monton de veces sin encontrarlo nunca y sin que el me llamase.

– Amigo mio, debemos vernos sin falta lo antes posible.

Nos encontramos a eso de las ocho, para tomar un aperitivo. Ahora hacia frio. Era noviembre. Dos o tres dias antes, centenares de miles de alemanes del Este habian derribado el muro y habian pasado a la otra parte, mientras mi vida se arrastraba, carente de sentido.

Francesco estaba euforico, con una oscura nota de fondo que no consegui descifrar.

Me llevo a su bar preferido, desde donde se veia el mar incluso desde el interior del local. Ordeno dos negroni, sin siquiera preguntarme que queria, y los bebimos en pequenos sorbos como si fuese naranjada, picoteando patatas fritas y pistachos. Ordenamos otros dos y encendimos los cigarrillos.

Que habia estado haciendo, me pregunto de nuevo. Que habia hecho el, respondi. Lo habia buscado muchas veces. Habia hablado con su madre. Y despues, de pronto, no contestaba ni siquiera ella.

Permanecio un momento en silencio, entrecerrando los ojos. Como si se le hubiera ocurrido algo, un detalle que debia comentarme antes de continuar.

– Mi madre ha muerto -dijo entonces. No habia ninguna entonacion especial en su voz. Una comunicacion neutra. Senti que se me helaba la sangre. Trate de decir algo, busque alguna palabra que decir o algun gesto que hacer. Lo siento. Lo siento mucho. ?Como ocurrio? ?Cuando ocurrio? ?Como estas?

No dije nada y no hice nada. No tuve tiempo. Fue el quien volvio a hablar despues de apenas unos segundos.

– Ahora ya no vivo ahi.

– ?Donde vives?

– En un pequeno apartamento que habia alquilado hace un tiempo.

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