Era la casa donde habiamos ido muchos meses atras con aquellas dos. No recordaba haberme llevado. Senti que me invadia una inquietud incontrolable, al limite del miedo.
– Tienes que venir. Esta noche quiero mostrarte como me instale. Pero antes vayamos a cenar.
Con los negroni que se nos iban a las piernas y al cerebro, fuimos a una trattoria un poco triste donde nunca habia estado. Comimos, pero sobre todo seguimos bebiendo. Vino y despues grappa. Francesco hablaba de que debiamos volver a vernos. Debiamos volver a jugar a las cartas, pero ahora por todo lo alto. Debiamos ir fuera de Bari. Recorrer Italia y aun mas lejos, a hacer dinero de verdad. No las monedas con las que habiamos desperdiciado nuestro tiempo y nuestro talento. Decia nuestro talento. Debiamos recomenzar desde donde lo habiamos interrumpido. Repitio eso varias veces. Aparentemente mirandome a los ojos. En realidad atravesandome con aquella mirada febril y perdida.
El apartamento era el mismo de la otra vez. Pero tambien estaba diferente. Habia montones de ropa en el sofa e incluso por el suelo. Tambien algunas cajas de carton todavia cerradas. Olia mal. A humo y algo mas. A una casa donde las ventanas permanecian cerradas. Un olor parecido al que habia en la casa de la madre.
Bebimos otra grappa, directamente de una botella medio vacia, sin etiqueta, que Francesco fue a buscar al dormitorio. Hablaba mas rapido que de costumbre y, si es que era posible, escuchaba aun menos. En realidad no escuchaba nada. Tenia los ojos desorbitados, la mirada fija en alguna parte. En otro lado. Tomo un viejo disco de vinilo y lo puso en el plato del costoso equipo estereo. Lo reconoci desde las primeras notas. Exile on Main Street, Rolling Stones.
Yo estaba preparado antes de que el fuese de nuevo al dormitorio y volviese con una bolsita de plastico blanco.
Estaba preparado desde mucho antes.
– Me quede un poco de aquella de Espana. Por lo que pudiera surgir.
Lo mire con una sonrisa demente mientras el hacia caer del envoltorio rayas de polvo blanco en la mesa lustrada. Hizo cuatro del mismo tamano, identicas, regulares.
Me recorrieron descargas de miedo y de deseo. Por un momento perdi la nocion de todo lo que tenia alrededor -formas, sonidos, la concrecion de los objetos-, y me vino la idea de que Francesco era homosexual y aquella noche habia decidido revelarlo. Un par de buenas esnifadas de coca y despues me la meteria por detras. En aquel instante la cosa me parecio casi normal; de todos modos ineluctable y decisiva. Una liberacion, en cierto sentido.
Luego aquella idea se fue asi como habia llegado y mis sentidos empezaron a funcionar. Volvi a distinguir la musica y enfoque la escena que tenia delante.
Francesco estaba enrollando un billete de cincuenta mil liras con una sola mano. Un gesto sencillisimo y airoso que parecia de magia.
Me dio aquella especie de tubito y lo tome sin decir nada, pero despues me quede inmovil, no sabiendo que hacer. Hizo un breve ademan como diciendo: «Vamos, ?que esperas?» Pero no me movi. Entonces me quito el billete, se tapo la fosa izquierda de la nariz, apoyo el tubito en la derecha, se inclino hacia la mesa y con un rapido movimiento hizo desaparecer una de las rayas. Sacudio la cabeza con los labios apretados y los ojos entreabiertos. Enseguida repitio la secuencia del otro lado. Despues me devolvio el utensilio.
Imite sus gestos por enesima vez. Hice lo que el decia. Hice lo que el hacia. Esnife con fuerza, primero de un lado y despues del otro y, mientras lo hacia, recorde que cuando era pequeno y me resfriaba, antes de ir a dormir mama me ponia las gotas nasales. «Aspira», decia y yo lo hacia, sintiendo enseguida en la garganta el sabor salado y medicinal de las gotas. La escena se me dibujo en la mente, en los sentidos, con una claridad impresionante.
Luego desaparecio de un soplo, como en ciertos dibujos animados. Volvi a encontrarme solo con un ligero hormigueo, una ligera anestesia en la nariz, preguntandome si el famoso y maravilloso efecto de la cocaina era nada mas que eso. Francesco estaba sentado, con los ojos medio cerrados, los brazos estirados a los lados y las manos apoyadas en la mesa con las palmas hacia arriba. En orden.
Por un tiempo indefinido -?minutos?, ?segundos?- permaneci con la cabeza apoyada en la palma de una mano. Como si meditara, pero no pensaba en nada. Nada de nada sino que la famosa cocaina era una tomadura de pelo.
Despues, de repente, una obscena y exultante sensacion que se derramaba por todas mis fibras me recorrio el cuerpo, justo mientras empezaban las primeras frases dulces y sucias de Sweet Virginia. Tenia un ligerisimo, incontrolable y excitante hormigueo en los ojos. Como si millares de inocuas puntas de alfiler aguijonearan delicadamente mis pupilas. Como si estuviese experimentando una transformacion de superheroe de comic.
Me parecia que, si no hubieran estado las paredes, habria podido ver a kilometros y kilometros de distancia.
No se bien cuando comenzo Francesco a hablar de violar a una chica. Seguramente lo hizo con naturalidad. En su modo natural. Paso otras canciones, cambio el disco, encendio un cigarrillo, bebio otra grappa -y yo tambien bebi- y hablo de violar a una chica. Juntos. El y yo.
– Tirarse a una que esta de acuerdo no es tan divertido, a fin de cuentas. Es siempre el mismo ritual. Frases, alusiones, una vieja maniobra de acercamiento a lo que los dos quieren. Lo que quiere ella, que te sigue en esta especie de danza como una perra en celo.
Esa expresion me cayo como un golpe en el estomago. Hasta hice un movimiento hacia delante, como para vomitar. Pero no lo hice y Francesco continuo hablando. Los ojos solo en apariencia me miraban. En realidad estaban mirando a otro lugar. Algun territorio de pesadillas.
Continuo hablando, casi sin pausas. Me dijo lo excitante que podia ser tirarse a una mujer por la fuerza. Una especie de reconquista de las raices primordiales. El rapto de las sabinas. Lo que ellas verdaderamente querian en lo profundo de su ser. Lo comprendian solo en el momento supremo del dolor y de la anulacion a manos del macho predador. De los machos predadores. Porque la forma mas profunda de amistad entre hombres era follarse juntos a una mujer, por la fuerza. Poseerla juntos, como en un sacrificio ritual.
La armonica de Turd on the run desgarraba el aire. Los objetos de aquella habitacion anonima se mezclaban en el delirio. El suyo pero tambien el mio, con la piel sensible, con cada pelo de mi cuerpo electrizado, con todos mis sentidos exasperados, experimentaba algo nuevo y tremendo. La sensacion de estar completamente libre de toda regla. Era horrible y maravilloso. El lo sabia.
Me dijo que habia estudiado los movimientos de una chica. Era una estudiante de otra ciudad, que vivia en el barrio Carrassi, trabajaba en un bar para pagarse el alquiler y los estudios en Bari. Todas las noches, a eso de la una, regresaba a su casa del trabajo, sola.
Dentro de poco.
La boca de Francesco se movia pero el sonido de sus palabras estaba fuera de sincronia. Y la voz llegaba desde cualquier lugar de la habitacion. Un lugar distinto de donde el estaba. Un punto inalcanzable.
Salimos de su casa sin apagar el tocadiscos. La voz espectral de Jagger, de otro mundo, cantaba I just want to see his face. Percusion, un coro lejano, niebla.
Yo iba al encuentro de mi destino. Definitivamente.
8
Lo identificaron con facilidad, aunque se habia dejado crecer la barba.
De dia permanecia casi siempre en su casa. Salia entrada la tarde, o al anochecer, o directamente de noche. En general regresaba bien avanzada la noche o poco antes del amanecer.
Comenzaron a seguirlo sin perder un minuto.
A veces iba por la ciudad a pie, caminando largo tiempo y sin meta.
Otras veces usaba el coche -un viejo DS extrano e irreal- y merodeaba solo durante horas, en la ciudad o las afueras.
A veces estacionaba frente al mar y se quedaba alli, quieto. A la distancia se distinguia la brasa de sus cigarrillos. A veces su sombra desaparecia, como si se hubiera tumbado. Tal vez dormia, penso Chiti una noche.