sobre el tiempo que pasa, se diria que cada vez a mas velocidad…
– Hace tiempo lei un libro muy bueno, de un psicologo holandes, creo, que se titulaba
– Solo con oir el titulo me siento angustiado. Hay momentos en los que me siento como si hubiera perdido totalmente el equilibrio y estuviera a punto de caerme en cualquier sitio. No es una sensacion agradable.
Sabia de lo que hablaba. No es una sensacion agradable, en efecto. Nos quedamos callados, con algunas palabras suspendidas en el aire.
– Pero ya esta bien. Dejemos a un lado el tiempo que pasa y mi crisis de los cuarenta. Me ha dicho por telefono que queria hablarme de la desaparicion de Manuela Ferraro.
– Si. Como le he dicho, sus padres vinieron a verme, acompanados por un colega especializado en derecho civil. Me pidieron que estudiara el dosier para ver si habia alguna posibilidad de que no se dieran por concluidas las investigaciones. Ayer por la noche lo lei y, obviamente, vi enseguida que habia sido usted el que se habia ocupado del caso.
Asintio, sin decir una palabra. En vista de ello, prosegui.
– Me gustaria saber que idea se ha formado usted del asunto, con independencia de lo que se lee en su informe.
Evite preguntarle expresamente si creia que era factible continuar con las investigaciones. Incluso una persona inteligente y serena como Navarra tiene sus susceptibilidades. Pense que quiza sacaria algo en claro si tratabamos el tema informalmente.
– Es dificil hacer hipotesis serias sobre las desapariciones de personas. Segun mi experiencia (pero tambien segun las estadisticas), el indice de probabilidades de que una persona desaparecida aparezca, pasado mucho tiempo, es muy bajo.
Se detuvo, como si acabara de recordar una cosa importante.
– Supongo que sabe de sobra que el inspector Tancredi es un excelente especialista en este tipo de casos. Ha acumulado una experiencia increible con los casos de ninos desaparecidos. Creo que usted lo conoce, ?no?
– Si, Tancredi y yo somos amigos.
– Bueno, pues si es amigo de Tancredi, escuche tambien su opinion. No me sentire ofendido. En cualquier caso, lo que usted quiere saber es si yo tengo alguna idea mas sobre el caso, al margen de lo que haya escrito en el informe.
– Me seria de gran ayuda, en efecto.
Navarra cerro con fuerza los labios. Se rasco la nuca. Movio ligeramente la cabeza, como preguntandose si hacia bien en fiarse y, por lo tanto, en decirme lo que pensaba. La respuesta que se dio fue, obviamente, afirmativa.
– Si hubiese podido dedicarle mucho tiempo a este caso, mejor dicho, si le hubiese podido dedicar todo mi tiempo a este caso, habria investigado la vida que la chica llevaba en Roma. Tengo la impresion de que las dos amigas (Abbrescia y Pontrandolfi) no contaron todo lo que sabian, de que ocultaron algo, aunque no se el que. Que quede claro que mi primera eleccion como sospechoso fue Cantalupi, el ex novio de Manuela. Es un nino de papa, un idiota, presumido y mimado, que parece que esta deseando que le den dos guantazos. Pero segun los listados de las llamadas cuando Manuela desaparecio el estaba en Croacia y regreso cuatro o cinco dias despues. Vamos, que salvo que le tele-transportaran, no tenia posibilidad alguna de entrar en contacto con la joven cuando esta desaparecio.
– Que Cantalupi estaba en Croacia solo lo prueban los listados de las llamadas.
Me miro con una sonrisa.
– Yo tampoco queria abandonar la idea de que ese tipejo estuviese implicado en la desaparicion de la chica. Y yo tambien tuve la sospecha, insensata, si me permite decirselo, de que el movil lo hubiera usado una tercera persona. Pero los listados registran llamadas del numero de su casa, es decir, de sus padres. Y, de todas formas, en vista de que el tipo no me gustaba, hice comprobaciones, de forma extra oficial, con el skipper del barco en el que viajo. Me temo que no hay dudas. Durante esos dias, ese cabroncete estaba al otro lado del Adriatico.
Mientras me contestaba pense que la hipotesis era, en efecto, absurda: Cantalupi le deja el movil a alguien en Croacia para fabricarse una coartada mientras regresa a Italia para secuestrar o asesinar a su ex. ?Y por que, ademas? Me senti un poco imbecil, a pesar de que un investigador profesional como Navarra hubiese hecho un razonamiento analogo al mio.
– ?Que me decia, en cambio, de las dos amigas?
– Las amigas, si. Vaya por delante que yo soy muy cauto con mis sensaciones acerca de la espontaneidad o la sinceridad de los testigos o de las personas investigadas. ?Sabe cual es el metodo infalible para saber si un investigador es un gilipuertas?
– No, digamelo. Puede serme util.
– Preguntarle si es capaz de darse cuenta de cuando alguien le esta mintiendo. Los que responden que si, y que es imposible que ellos se traguen una mentira, son los mas gilipuertas de todos. Y tambien son a los que un mentiroso habil se las mete dobladas con mas facilidad y mas a gusto.
– Conozco a un par de fiscales que afirman que ellos se dan cuenta en el acto de cuando un imputado o un testigo les estan mintiendo. Y, si, en efecto, son los mas gilipuertas de toda la fiscalia.
– Deben ser los mismos en los que yo estoy pensando. De todas formas, la digresion venia a cuento para dejar muy claro que yo soy muy cauteloso con mis impresiones sobre la posible sinceridad de la persona a la que estoy escuchando. Lo que no significa que las ignore. Las tomo como un punto de arranque, algo desde lo que profundizar.
Llegados a ese punto, le pregunte si queria un cafe u otra cosa. El dijo que si, gracias, que justo ahora estaba pensando en que le apetecia un capuchino. Llame por telefono al bar, pedi dos capuchinos, y me dirigi de nuevo a Navarra.
– ?Y…?
– Cuando escuche a las dos chicas tuve la impresion de que algo no cuadraba.
– ?El que, en concreto?
– Sospeche que no me lo estaban contando todo. Le pondre un ejemplo. En un momento dado le pregunte a Nicoletta, la companera de piso de Manuela, y luego a la otra, si Manuela consumia drogas.
– Si, lo he leido en las declaraciones. Las dos contestaron que no, que ellas supieran, salvo algun porro.
– Si, la cuestion es como lo dijeron. Habia algo en la respuesta que me dieron las dos que no me termino de convencer. Insisti algo mas y ellas se cerraron. No tenia nada con lo que contraatacar, asi que tuve que dejarlo. Pero me quede con la sensacion de que no me lo habian contado todo. Y la que parecia mas incomoda era Nicoletta Abbrescia.
– ?Le ha comentado sus dudas a sus superiores o al fiscal?
– Si, claro. Y, por cierto -anadio como si de repente se hubiera dado cuenta de que estaba contandome detalles reservados de una investigacion formalmente aun en curso-, esta conversacion nunca ha tenido lugar.
– Por supuesto. ?Y que le han dicho sus superiores y el fiscal?
– El capitan se encogio de hombros. Quiza yo tenia razon, pero, ?que podiamos hacer con mis sospechas a falta de elementos concretos? Le sugeri que siguieramos a las chicas durante un par de dias. Me miro como si me hubiera convertido en un extraterrestre. Luego me pregunto donde pretendia hacer algo asi, como de pelicula americana. Como es obvio, yo queria hacerlo en Roma. ?Autorizaba yo la mision en Roma? Y ya que estabamos, ?la pagaba yo tambien, con mis fondos reservados, en vista de que nos han recortado el presupuesto hasta para la gasolina? Entonces le dije que podiamos intervenir sus telefonos, conseguir los listados. Me contesto que lo hablara directamente con el fiscal.
– ?Y que hizo usted?
– Fui a la fiscalia y hable con el magistrado.
– ?Y este que le dijo?
– Fue hasta amable, a fin de cuentas. Me pregunto si pensaba solicitar una orden para intervenir un telefono escribiendo que el maresciallo Navarra dudaba sobre la sinceridad de dos personas preguntadas sobre los hechos. Me pregunto si me imaginaba lo que iba a contestar el juez. Yo le dije que si, que me lo imaginaba, y la cosa acabo ahi. Ni siquiera llegue a redactar la peticion, obviamente.