preocupen, me pagaran cuando puedan.
Me contesto el padre.
– No, gracias, no es una cuestion de dinero. Lo que ocurre es que Nicola, desde que esta en la carcel, esta mejor. Lo tratan bien, tanto los agentes como los otros reclusos. Socializa, ha hecho amistades, y cuando vamos a visitarle casi parece que esta contento. En resumen, que hacia anos que no lo veiamos tan bien.
Los mire como si no hubiera entendido bien. El padre se encogio de hombros.
– Que se quede alli algunos meses mas -anadio la madre, con una expresion en la que se mezclaban el sentimiento de culpa, el alivio e, incluso, una cierta alegria.
– Cuando se celebre el juicio estamos seguros de que usted conseguira que sea absuelto, saldra de la carcel y podremos ayudarle a que rehaga su vida. Mientras tanto, sin embargo, es mejor que se quede alli, en vista de que le sienta bien. Es como si estuviera en un centro de rehabilitacion -concluyo el padre, con la expresion de alivio del que, por fin, ha cumplido con un penoso deber.
Estuve a punto de decirles que Nicola era mayor de edad y que, por razones de etica profesional, tenia que pedirle su opinion acerca de esta original solucion.
Pero, en vez de eso, lo pense durante unos segundos, tome una decision de la que no me hubiese gustado que se informase al colegio de abogados, y no dije nada. Me limite a levantar las manos, las palmas de cara a ellos, en senal de rendicion.
Meses despues, llego el momento de la audiencia preliminar.
Esa manana, antes del mio, se habia celebrado un juicio con muchos imputados por un asunto de fraude a la Seguridad Social. La sala -la mas grande de las destinadas a las audiencias preliminares- estaba llena de acusados, junto a sus correspondientes abogados, y presentaba la ordenada compostura del zoco de Marrakech. Todo indicaba que el tema iba a ir para largo. En vista de eso, como no sabia que hacer para pasar el rato, cogi el i-Pod que llevaba en la cartera y lo puse en marcha en reproduccion aleatoria.
La escena, de repente y como por arte de magia, se transformo en un espectaculo de insensata, mitica, demencial belleza.
Al ritmo del rock, sin ser conscientes de ello, abogados, acusados, juez, secretario, guardias, bailaban sincopadamente sobre mi escenario particular.
Abogados que se levantaban y hablaban, diciendo cosas que yo no oia; acusados que confabulaban entre ellos; el juez que dictaba: una especie de movimiento colectivo que, gracias a la musica, parecia adquirir sentido.
El momento mas emocionante de aquel musical privado fue cuando uno de mis colegas, uno cuya caracteristica especialidad profesional era, y es, el desprecio implacable hacia el subjuntivo, se levanto y se dirigio al juez gesticulando animadamente, en perfecta sincronia -o eso me parecio- con la voz de Freddie Mercury que estaba cantando «Don't stop me now».
A veces no esta tan mal ser abogado, me dije mientras estiraba las piernas debajo del banco y me ponia comodo para disfrutar del espectaculo.
Una vez concluida la audiencia preliminar por fraude, con la sala ya desalojada y los auriculares vueltos a colocar en su sitio, llego nuestro turno. Nos habiamos quedado solos el juez, el secretario, yo, Consuelo -que habia llegado mientras tanto, despues de haberse dado una vuelta por las secretarias-, el fiscal, mi cliente y los dos agentes que lo habian conducido hasta alli y que no le quitaban ojo. Por si acaso se le ocurria abrir el gas y causar estragos tambien alli, en el juzgado.
Despues de despachar rapidamente las formalidades de rigor, el juez pregunto si habia alguna solicitud. Me puse en pie y dije que el senor Costantino deseaba prestar declaracion. La solicitud estaba justificada porque el imputado solo habia sido interrogado una vez, en el momento de la validacion, dos dias despues de la detencion, cuando -empleando un eufemismo- aun no estaba perfectamente lucido.
El juez dicto una breve providencia para el auto, ordeno a los agentes que acompanasen al acusado hasta el y dio la venia al fiscal para que comenzase.
– ?Ha leido usted el encabezamiento de la imputacion? -pregunto el fiscal.
Nicola lo miro con expresion extraviada, como si la pregunta le pareciese demasiado idiota. Luego se dio cuenta de que yo le estaba haciendo una senal con la cabeza y comprendio que, efectivamente, tenia que responder.
– Si, claro.
– ?Ha cometido usted los hechos que se le imputan?
– Abri el gas porque se me habia ido la olla y queria acabar de una maldita vez con mi vida, no para hacer estragos. Luego, cuando volvi a tener la cabeza en su sitio, comprendi que podia haber liado una gorda.
– ?Quiere decir que es consciente de que llevo a cabo una conducta susceptible de comprometer la seguridad publica?
Estuve a punto de protestar, pero lo pense mejor. Protestar hubiera resultado totalmente inutil, dado que la pregunta era ya en si totalmente inutil. Mi cliente que, como he dicho ya, no era excesivamente agudo, respondio, sin embargo, de forma adecuada y, despues de dos o tres preguntas mas, el fiscal termino.
– Haga el favor de proceder, abogado Guerrieri -dijo el juez.
– Gracias, senoria. Hare muy pocas preguntas ya que, como su senoria sabe perfectamente, la clave del proceso radica en una cuestion de derecho, no en los hechos-. Hice una pausa, durante la que me parecio captar una imperceptible senal de asentimiento por parte del juez. Esto no siempre es un buen indicio, pero esa vez el juez era una persona preparada e incluso inteligente, por lo que su ligero movimiento de cabeza me parecio un buen augurio.
– Senor Costantino, es un dato indiscutible que usted abrio el gas con la intencion de cometer suicidio. No volveremos sobre este punto. Lo que si quiero preguntarle es: cuando usted abrio el gas, ?tenia la intencion de que muriese alguien mas?
– No, esta claro.
– En el momento en el que abrio el gas, ?barajo la hipotesis, se imagino que de ese gesto pudiese derivarse la muerte de otras personas, ademas de la suya propia?
– No, no, yo lo unico que queria era dormirme y acabar de una vez. Ya he dicho que no estaba en mis cabales, me estaba medicando…
– ?Quiere decir que estaba tomando psicofarmacos?
– Si, las medicinas para la depresion.
– Usted ha dicho que solo se dio cuenta despues de las consecuencias que habrian podido derivarse de su conducta. ?He entendido bien?
– Si, muchos dias despues, cuando empezaba a encontrarme mejor. En la carcel.
– Gracias. No hay mas preguntas.
– De acuerdo. Si no hay mas solicitudes, las partes pueden proceder a exponer sus conclusiones.
El fiscal se levanto y volvio a proponer su innovadora interpretacion del delito de estragos. Para que exista el delito basta con la intencion de asesinar, sin especificar cual es el destinatario de tal intencion. Costantino, en el momento de los hechos, tenia la intencion de matarse a si mismo y, en cualquier modo, habia aceptado implicitamente el riesgo de asesinar a otras personas. Eso bastaba para que fuese reenviado a juicio y, sucesivamente, condenado. Por estragos.
Luego llego mi turno.
– Permitame, senoria, que no me limite a pronunciar las escasas palabras que, habitualmente, se reservan en la audiencia preliminar a la ritual, y con frecuencia inutil, solicitud de absolucion, porque este es uno de esos casos en los que la absolucion es posible desde este preciso instante, sin esperar al veredicto del jurado. A decir verdad, solo la idea de presentarse ante un tribunal de lo criminal que sentencie segun el veredicto del jurado por una fuga de gas, por muy voluntariamente provocada que esta haya sido, ofrece aspectos paradojicos, cuando no grotescos.
El juez habia tomado papel y pluma y estaba escribiendo. Registre mentalmente el dato, pense que podia ser una buena senal, aunque los jueces sean criaturas imprevisibles, y prosegui.
– No hay dudas sobre que este proceso debe resolverse en el plano del derecho, de la interpretacion del Codigo Penal, dado que los hechos son indiscutibles en su banal sencillez: un joven infeliz y deprimido intenta