suicidarse, los carabinieri intervienen, salvan al joven y evitan una posible tragedia. La pregunta a la que debe darse respuesta en este juicio es: ?la conducta de este joven reune todas las condiciones necesarias del delito de estragos? Delito, no esta de mas recordarlo, que se castiga con una pena de carcel no inferior a quince anos.
Estuve hablando como unos diez minutos, intentando transmitir un concepto elemental: el delito de estragos existe -aunque no muera nadie- solo cuando el imputado ha actuado con la intencion de asesinar a un numero indeterminado de personas, porque se trata de un delito contra la seguridad publica. Dicho muy banalmente: si uno quiere acabar con su propia vida, no quiere hacer estragos. Y, asi, si no muere nadie, simplemente no hay delito.
Me di cuenta de que me costaba explicar algo tan obvio. Quiza demasiado obvio para ser argumentado con eficacia. Cuando termine de hablar estaba muy poco satisfecho de mi mismo y convencido de que el juez iba a reenviar a juicio a mi cliente.
En cambio, este escribio algo con rapidez, se puso en pie, y leyo: no se presentaban cargos contra Nicola Costantino porque los hechos que se le imputaban no constituian un delito. El acusado debia ser puesto inmediatamente en libertad, salvo que tuviera pendientes otras acusaciones.
La audiencia termino asi, de esa forma tan brusca. El juez ya habia desaparecido en la camara para cuando me acerque al joven a decirle que estaba absuelto y que en unas pocas horas -el tiempo que iban a tardar los tramites en la carcel- estaria libre.
– Enhorabuena, estaba convencida de que lo iban a reenviar a juicio con tal de no asumir la responsabilidad de tomar una decision y de evitarse el conazo de redactar la sentencia -me dijo Consuelo mientras saliamos de la sala.
– Yo tampoco las tenia todas conmigo de que fuera a ser absuelto.
– ?Y ahora?
– ?Ahora que?
– ?Como estaran sus padres? ?Mas contentos de que Nicola haya sido absuelto, o mas preocupados por lo que pueda pasar cuando vuelva a casa?
Era lo mismo que, en esos instantes, me estaba preguntando yo. Y, naturalmente, no tenia ninguna respuesta.
13
Ya me habia despedido de Consuelo, y estaba a punto de entrar en una enoteca para tomar un bocado, cuando recibi la llamada de Fornelli. Me dijo que habia hablado con la madre de Manuela que, a su vez, habia llamado a las dos amigas y al ex novio. A traves de otras amistades de su hija habia localizado tambien a Salvemini, es decir, a la joven que habia llevado a Manuela a la estacion de Ostuni. Les habia explicado a todos que estaban intentando descubrir que le habia ocurrido a su hija y les habia pedido que quedaran conmigo. Todos habian dicho que si, salvo Abbrescia.
– ?Por que Abbrescia no?
Al otro lado de la linea se produjo un breve titubeo.
– Le ha dicho a la madre de Manuela que esta en Roma, que en las proximas semanas va a estar liadisima con las clases y los examenes, y que no sabe cuando volvera a Bari.
Despues de otro titubeo, Fornelli continuo.
– A decir verdad, la senora Ferraro ha tenido la sensacion de que la chica se sentia incomoda, de que no le habia gustado que la llamara y, todavia menos, la perspectiva de tener que hablar contigo. Con un abogado, vamos.
– ?Puedes conseguir su numero de telefono?
– Por supuesto. Los demas, en cualquier caso, han dicho que estan dispuestos a ir a verte a tu bufete. Hoy mismo, incluso, si tu estas libre.
Le dije que esperara unos minutos, le eche un vistazo rapido a la agenda que llevaba en la cartera y vi que solo tenia un par de citas a primera hora de la tarde.
– De acuerdo. Son tres, asi que mejor dejar una hora de distancia entre uno y otro. Si te parece bien, quedamos asi: uno a las seis, otro a las siete y el ultimo a las ocho. Asi tengo tiempo para hablar con calma con cada uno de ellos. ?Te encargas tu de llamarlos y de establecer el horario?
– Si, claro, yo me encargo. Si no te llamo en media hora es que esta todo confirmado.
La primera que se presento, unos minutos despues de las seis, fue Salvemini.
Era una chica baja, compacta; vestia pantalones cargo y una cazadora de piel marron. Tenia la cara mofletuda pero decidida, estrechaba la mano como un hombre, y me dio la sensacion de que se trataba de alguien en quien se podia confiar.
– Antes de nada, quiero darle las gracias por haber aceptado venir a verme. Creo que la senora Ferraro ya le ha indicado el motivo por el que quiero hablar con usted.
– Si, me ha dicho que esta haciendo algo asi como investigar la desaparicion de Manuela.
Antes de que consiguiese interceptarla, una sensacion de purisima e imbecil vanidad me estremecio de pies a cabeza. Si estaba haciendo algo asi como investigar, podia decirse que yo era algo asi como una especie de investigador.
O, mas razonablemente -pense, recuperando el control-, algo asi como una especie de gilipollas.
– Digamos que estoy volviendo a examinar el informe de los carabinieri para ver si, eventualmente, se ha escapado algun detalle que pueda aportarnos algun dato sobre la desaparicion de Manuela.
– Pero usted es abogado, ?no?
– Si, soy abogado.
– No sabia que los abogados hiciesen…, bueno, que hiciesen cosas como estas, como si fueran un detective privado, ?no?
– Si y no. Depende de las circunstancias. ?Que estudia usted, Anita?
– Estoy a punto de licenciarme en Ciencias de la Informacion.
– Ah, ?quiere ser periodista?
– No, me gustaria abrir una libreria, aunque se que no es facil. Creo que hare un master y que luego trabajare un par de anos en alguna cadena de librerias, quiza en el extranjero. En algun sitio tipo Barnes & Noble, o Borders.
Una persona que dice que le gustaria tener una libreria me resulta simpatica en el acto. Cuando era jovencito, a veces pensaba que me gustaria ser librero. Tenia una vision romantica, muy poco realista, de ese trabajo que, a mi parecer, debia consistir, esencialmente, en pasarme el tiempo leyendo gratis todo lo que me apeteciera. Solo muy de vez en cuando, me interrumpiria algun cliente que, de todas formas, se esfumaria enseguida para no perturbar demasiado mi lectura. Pensaba que trabajando de librero, o quiza de bibliotecario, tendria mucho tiempo libre para escribir mis novelas, en las largas tardes de primavera, mientras los rayos del sol atravesaban las cristaleras -mas o menos del tipo City Lights Books- y se posaban dulcemente sobre las mesas, las estanterias y, naturalmente, los libros.
– Que bonito. De joven yo tambien pensaba que me gustaria ser librero. Volviendo a su pregunta: tiene razon, por lo general las investigaciones de la defensa son asunto de un investigador privado, pero en este caso la familia de Manuela ha preferido que se ocupase del tema un abogado, es decir, alguien con especifica competencia procesal.
Lo dije como si se tratase de un trabajo que me era habitual. Ella asintio, y por su expresion parecio que se habia quedado satisfecha con la respuesta que le habia dado. Mas en concreto: satisfecha por haberme hecho la pregunta y satisfecha porque le hubiese contestado, tratandola con respeto y sin suficiencia. Pense que era un buen punto de partida para pedirle que me contase su historia.
– Entonces, me gustaria que me explicase, antes que nada, que recuerda de aquel domingo por la tarde.
– Lo mismo que ya les conte a los carabinieri.
– No, perdone. Le rogaria que no piense en lo que les conto a los carabinieri. Es mas, me gustaria que intentara olvidarse de lo que conto en el cuartel, el contexto en el que lo hizo, y todo lo demas. En los limites de lo