posible, querria que me contase los hechos como si fuese la primera vez que lo hace, quiza ampliando la vision de los recuerdos. Me explico: quiero que me cuente cuando fue a los trulli, por que, a quien conocia alli, lo que se le pase por la cabeza, para intentar desvincularse del relato que les hizo a los carabinieri.
Sobre este punto no estaba improvisando mi papel de policia. Eran cosas que habia estudiado para preparar importantes investigaciones a debate.
Cuando hemos contado un hecho -y mas si lo hemos hecho en un contexto formal, judicial o policial, con alguien tomandonos declaracion- y tenemos que volverlo a hacer, tendemos a repetir la primera narracion mas que a evocar los recuerdos directos de la experiencia vivida. Este mecanismo se intensifica con las sucesivas repeticiones y, al final, terminamos recordando no los hechos, sino el relato de los hechos. Como es natural, este mecanismo hace que cada vez sea mas dificil recuperar los detalles que se habian escapado la primera vez. Detalles que, con frecuencia, son insignificantes, pero que a veces podrian ser determinantes. Para recuperar estos detalles es necesario que la persona a la que se esta interrogando se desvincule de su relato para que regrese al recuerdo de lo que ocurrio. Y, obviamente, no esta dicho que se consiga.
No le explique todo esto a Anita, pero ella parecio entender que detras de mi peticion habia una razon sensata. Permanecio unos segundos en silencio, como concentrandose para hacer lo que le habia pedido.
– Yo no conocia a Manuela, quiero decir, la conoci ese fin de semana en los trulli.
– ?Habia ido alli mas veces?
– Si, varias veces. Es un sitio poco comun, por alli aparece la gente mas diversa. Puede que usted haya estado alguna vez.
Dije que no, que no habia estado jamas, y ella me explico que se trataba de un enorme conjunto de trulli, que tenia en alquiler un grupo de amigos y al que iba un monton de gente en verano. Apretandose un poco, cabian hasta unas treinta personas. Todas las semanas habia fiestas y eventos. Era una especie de comuna para jovencitos ricos, todos mas o menos de izquierdas y todos mas o menos radicales-chic.
– El domingo por la tarde tenia que ir a Ostuni a ver a una amiga y Manuela me pidio que la llevara. Tenia que volver a Bari y los amigos con los que habia ido preferian quedarse tambien esa noche.
– ?Recuerda con quienes fue Manuela?
– Recuerdo las caras, pero no los nombres.
Los nombres de los jovenes estaban en el dosier. Sus declaraciones eran tan insignificantes que ni siquiera los habia incluido en la lista de personas cuyas declaraciones queria volver a escuchar.
– Antes de que me cuente como fue el trayecto en coche, aquel domingo por la tarde, me gustaria que me hablase un poco de la vida que se hacia en los trulli.
– ?En que sentido?
– Quiero saber que ocurria alli. Que gente llegaba, que gente se iba, si se fijo en algun personaje inusual, en alguien que, por ejemplo, hablase con Manuela. No se, si habia gente que bebia, que quiza se fumase un porro…
Pronuncie la ultima frase con una cierta incomodidad. Emplee la expresion «fumarse un porro» porque me parecio que usar frases de la jerga judicial como «consumo de estupefacientes» podia hacer menos fluida la comunicacion, pero me di cuenta de que al hacerlo estaba hablando como el tipico senor mayor que intenta, ridiculamente, hablar el mismo lenguaje que manejan los chavales, lo que hizo que me sintiera a disgusto. En cualquier caso, me parecio advertir que la mirada de Anita se desviaba unos instantes, que el contacto ocular se interrumpia, como si la pregunta sobre los porros le hubiese creado algun problema. Pero fueron apenas unos instantes, como he dicho, y me dije que, seguramente, la cosa no tenia significado alguno.
En los trulli la vida empezaba ya bien entrada la manana, salvo para un pequeno grupo que se levantaba prontisimo para hacer taichi y que luego se iba a la playa, cuando aun estaba casi desierta. El desayuno, en el que los cafes y los capuchinos se mezclaban ya con los primeros combinados alcoholicos -spritz y negroni, sobre todo, me dijo como si la informacion fuese importante-, se tomaba hacia la una. Spaghettate,
Eran rituales que yo conocia de sobra, formaban parte de mi vida hasta hacia apenas unos pocos anos; sin embargo, al oirselos describir a una chica veinte anos mas joven que yo, me parecieron lejanisimos. No fue una sensacion precisamente agradable.
– Dice usted que iba con frecuencia a los trulli.
– Si.
– ?Se fijo en alguien en particular ese fin de semana? ?Ocurrio algo distinto a lo habitual?
– No, no creo. Habia unos chicos ingleses, pero no paso nada fuera de lo habitual.
– Supongo que, como es logico, alguien se haria algun que otro porro…
Tal y como me imaginaba (y tal y como, por otra parte, ya le habia ocurrido poco antes) la mencion a los porros la inquieto.
– Yo… No lo se… Es posible, pero…
– Perdone, Anita. Antes de que siga, quiero dejar una cosa muy clara. Una cosa muy importante. Yo no soy la policia ni soy tampoco el fiscal.
Hice una pausa para comprobar que me seguia.
– Eso quiere decir que mi obligacion no es indagar acerca de los delitos y descubrir quien los ha cometido. Me importa un bledo si en los trulli o donde sea alguien se ha metido de todo, se ha emborrachado, o se ha fumado lo que sea. Mejor dicho, si me interesa, pero solo si la informacion puede ayudarme a descubrir algo sobre la desaparicion de Manuela. Usted no tiene por que preocuparse. Esta conversacion es, y asi lo sera siempre, absolutamente confidencial. Por otra parte, es probable que no haya ninguna relacion entre la desaparicion de Manuela y el hecho de que alli se fumase algo de costo. Pero yo voy a tientas en este asunto, y cualquier fragmento de informacion puede serme util, al menos en teoria. Pero para saberlo, necesito contar con esa informacion y valorarla. ?Me he explicado?
Anita tardo algo en contestarme. Se rasco una ceja, se la recompuso con el dedo medio y, por ultimo, suspiro.
– Un poco si se trapicheaba, si.
– ?Con que? -dije con cautela, temiendo que llegados a este punto mis preguntas la bloqueasen, en vez de animarla a proseguir.
– Yo he visto solo circular algun que otro porro, pero creo que habia algo mas.
– ?Cocaina?
– Me ha asegurado que esta conversacion es confidencial.
– Totalmente confidencial. Puede estar tranquila. Nadie sabra jamas que me ha contado estas cosas.
– Cocaina, si. Y tambien acido. Pero, repito, yo no he visto ni probado nada.
Tuve un ligero estremecimiento de alegria. Como si el objetivo de mis pesquisas fuese descubrir si en la zona de Vattelappesca habia ninatos aburridos que se atiborraban de diversas sustancias psicotropicas y, por lo tanto, mi mision estuviese cumplida.
– ?Sabe usted si Manuela consumia algo?
– No, para nada.
– ?Quiere decir que no consumia o que no sabe si lo hacia?
– No se si consumia. Nos conocimos el sabado por la tarde, aunque seguramente nos habiamos visto antes, en las playas de Torre Canne, en los trulli o en Bari. Su cara me sonaba mucho, pero conocernos, lo que se dice conocernos y hablar, no lo hicimos hasta el sabado por la tarde.
– ?Por que le pidio Manuela que la llevase en coche?
– La tarde…, mejor dicho, la noche anterior, cuando la fiesta se habia acabado y los que no se quedaban a dormir en los trulli se habian ido ya, unos cinco o seis nos quedamos hablando, algunos fumando un cigarro. Las ultimas charletas antes de irnos a la cama. Hacia un buen rato que habian dado las tres. En algun momento, Manuela nos pregunto si alguno se volvia a Bari al dia siguiente porque ella estaba buscando a alguien que la llevase.
– ?Y no habia nadie que volviese a Bari?
– No, al menos nadie de los que todavia estabamos despiertos. Yo le dije que por la tarde tenia que ir a