Ostuni y que, si queria, podia llevarla a la estacion. Alli podia coger un tren a Bari.

– Y Manuela acepto en el acto.

– Dijo que si no encontraba a nadie que la llevase directamente hasta Bari, se vendria conmigo.

– Y, evidentemente, no encontro a nadie, ?no?

– Nos vimos a la manana siguiente, hacia las doce. Seguramente, alguien volvia a Bari esa noche, pero ya muy tarde. Manuela queria volver antes, por la tarde, asi que me dijo que se vendria conmigo a Ostuni y que alli cogeria el tren.

– ?Dijo que tenia que volver por la tarde? ?Tenia algo que hacer antes de que fuera de noche?

– No me lo dijo.

– Pero usted tuvo la impresion de que asi era.

– Si, daba la sensacion de que existia algun motivo especifico por el que tenia que estar de vuelta antes de que fuera de noche.

– ?Y no le dijo cual era este motivo?

– No. Quedamos en vernos hacia las cuatro, y se fue. No se que hizo hasta que volvimos a vernos.

Asenti, mientras pensaba que otras posibles preguntas podia hacerle, antes de pasar al relato del trayecto entre los trulli y Ostuni. No se me ocurrio nada.

– Esta bien. ?Hablamos de lo que paso luego, por la tarde?

– Si, aunque no hay mucho que contar, la verdad. Ella llevaba una bolsa de viaje y vestia vaqueros y camiseta. Subimos al coche, intercambiamos unas pocas palabras…

– ?De que hablaron?

– Hablamos poco, que eso vaya por delante, porque ella se paso casi todo el rato trajinando con el movil…

– Ha dicho usted «trajinando». Pero, ?hablo con alguien, recibio mensajes, algo?

– Ya les dije a los carabinieri que no recuerdo que hablase con nadie. Probablemente, escribia mensajes. Hubo un momento en que el telefono emitio un sonido y yo pense que podia ser un mensaje.

– ?Por que penso eso?

– Porque me parecio oir un sonido solo. Es decir, el movil no siguio sonando. Un sonido de aviso, vamos. Me parecio un sonido extrano, pero no sabria decirle en que sentido. Recuerdo que fue algo… inusual, eso es.

Estaba a punto de insistir, pero me di cuenta de que era una imbecilidad. Tenia los listados de las llamadas de Manuela, asi que no servia para nada recuperar los fragmentos de recuerdos de Salvemini a ese respecto. Todas las llamadas de Manuela durante esa tarde figuraban en los listados de su movil.

– Esta bien. Dice que apenas hablaron, pero, de todas formas, ?que se dijeron?

– Nada importante. Que estudias, que has hecho estas vacaciones. Cosas de ese tipo, nada importante.

– ?Cuanto tardaron en llegar a Ostuni?

– Unos veinte minutos. A esa hora de la tarde la gente esta todavia en la playa y hay muy poco trafico.

– ?Manuela le produjo alguna impresion en particular?

Anita tardo algo en responder. Hizo el mismo gesto -que a esas alturas me parecio que debia ser una especie de tic- de rascarse la ceja y de recomponerla luego con el dedo medio.

– Una impresion en particular… No sabria decir. Quiza me parecio…, como decirlo, que tenia un caracter un poco nervioso.

– ?Quiere decir que en el coche dio senales de nerviosismo?

– No, no exactamente. La noche anterior, igual que a la manana siguiente, cuando quedamos, y luego en el coche, me parecio…, no se explicarlo. Estaba un poco nerviosa, no encuentro otra palabra.

– Pero, ?le parecio que estaba preocupada por algo?

– No, no. No parecia preocupada. Sencillamente, no parecia una persona que estuviese tranquila.

– ?Sabria decirme si ella hizo algun gesto especifico por el que tuvo usted esa sensacion?

Otra pausa para pensar.

– No. No sabria decirselo. Pero estaba un poco, como decirlo…, un poco acelerada, eso es.

Me concedi algunos segundos para grabar mentalmente esa informacion.

– ?Como se despidieron?

– ?En que sentido lo dice?

– Quiero decir: ?quedaron en volver a verse, barajaron la idea de salir juntas en algun momento? No se, ?se intercambiaron los numeros de telefono?

– No, nos despedimos sin mas. Adios, gracias, etcetera. No nos dimos los numeros de telefono.

– ?Cuando se entero de que Manuela habia desaparecido?

– Unos dias despues, cuando los carabinieri me dijeron que fuera al cuartel.

No sabia que otras preguntas hacerle. El hecho de que hubiese salido a la luz el asunto del consumo de drogas en los trulli me habia excitado, tambien porque no les habia sido referido a los carabinieri. En realidad, aparte de ese detalle que, de cara a mis objetivos, era del todo irrelevante, no habia averiguado nada que no se supiera ya. Y, naturalmente, la cosa resultaba frustrante. Me sentia como si estuviese intentando trepar por un hermoso y brillante cristal.

Hice una ultima intentona.

– Mientras iban en el coche, ?surgio algun comentario sobre el hecho de que en los trulli circulaba droga, sobre lo que me ha comentado antes, vamos?

– No, para nada.

– Y usted no sabe si Manuela consumia…

– Ya se lo he dicho antes, no lo se.

No tenia, realmente, ninguna otra pregunta que hacerle. Habia llegado el momento de despedirnos. Justo entonces, recorde el consejo de Navarra. Saque del cajon una de mis tarjetas de visita, apunte con la pluma tambien el numero de mi movil, y se la di.

– Es posible, mejor dicho, es muy probable que recuerde algo mas tarde. Un detalle, algo en particular que ahora se le ha escapado. Si esto sucediera, por favor, llameme cuando ocurra, al bufete o al movil. Llameme aunque el detalle le parezca irrelevante. A veces, cosas que parecen insignificantes pueden ser decisivas.

Nos pusimos de pie, pero ella se quedo quieta delante de mi, con la mesa en medio de los dos. Parecia como si quisiera anadir algo pero no encontrase las palabras o, simplemente, le resultase incomodo hacerlo.

– No se preocupe por lo que me ha contado. La conversacion ha sido totalmente confidencial. Es como si no me hubiese dicho nada.

Su expresion se relajo. Esbozo una sonrisa y dijo que si recordaba algun detalle me llamaria, seguro.

Nos estrechamos la mano, le di las gracias y la acompane a la puerta.

14

La siguiente era Caterina Pontrandolfi. Si era puntual, llegaria en unos cinco minutos. Con ella debia intentar entender que tipo de persona era Manuela, me dije. Algo que, naturalmente, solo tenia sentido si la desaparicion de la joven estaba relacionada con su pasado. En caso contrario, es decir, si se debia a un incidente casual, las posibilidades de descubrir algo, al menos para mi, eran totalmente inexistentes.

Mientras me hacia estas reflexiones sono el telefono. Respondieron en la secretaria y, apenas unos instantes despues, se encendio el boton de las llamadas internas. Era Pasquale.

– Es el abogado Schirani. Quiere hablar con usted.

Schirani es un imbecil peligroso y enterarme de que preguntaba por mi no me produjo precisamente placer.

Alguien ha dicho que los hombres se dividen en categorias, la de los inteligentes o los imbeciles, y la de los perezosos o los emprendedores. Hay imbeciles perezosos, por lo general insignificantes e inofensivos, y hay inteligentes ambiciosos, a los que se les pueden confiar tareas importantes, aunque las mayores empresas, en todos los campos, las realizan casi siempre los perezosos inteligentes. Hay una cosa, sin embargo, que no debe olvidarse jamas: la categoria mas peligrosa, de la que pueden esperarse los desastres mas graves y contra la que hay que prevenirse con el mayor cuidado, es la de los imbeciles emprendedores.

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