– No hay nada de que disculparse. Es natural; ademas, yo he sido demasiado insistente. No tiene nada de raro que te hayas puesto nerviosa.
– Me gustaria ayudarle. Me gustaria colaborar con usted en descubrir que ha ocurrido.
– Hablar con Nicoletta y pedirle que quede conmigo me seria de gran ayuda, en serio.
– Esta bien, la llamo, entonces, y le digo. ?Me deja un numero de movil?
Sabia que me acababa de pedir el numero de movil por motivos, como decirlo, tecnicos. Sin embargo, durante unos instantes, senti una vibracion peligrosa.
La aleje, molesto. Cogi una tarjeta, anadi con la pluma el numero de mi movil y se la di. Lo mismo, exactamente, que habia hecho con Anita.
Pero no era lo mismo.
16
Caterina se fue y yo me quede durante toda la hora siguiente a merced de Maria Teresa, Consuelo y Pasquale que, por turno, fueron presentandome los papeles mas variados, para que los firmase o examinase. Facturas por mis honorarios que habia que enviar al colegio de abogados, notificaciones de despachos judiciales de toda la provincia, la agenda para el dia siguiente, recursos redactados por Consuelo y Maria Teresa, que estaban aprendiendo y conseguian transmitirme perfectamente su ansiedad de alumnos escrupulosos.
Al final, ya no podia mas. Recordando mi correccion sindical, dije que nos habiamos pasado ampliamente del horario laboral y que, por lo tanto, insistia, ya era hora de que se fueran a su casa, o con el novio, o a donde les diera la gana. Lo importante es que se fueran ya.
Cuando me quede solo intente reflexionar sobre lo ocurrido esa tarde, desde el encuentro con Anita hasta la llamada del gilipollas de Schirani y la larga conversacion mantenida con Caterina.
Un cuarto de hora de reflexion no me llevo a nada, asi que cogi un gran paquete de folios nuevos, lo abri y empece a anotar en una hoja todo lo que habia salido a la luz de aquellos dos encuentros, como si tuviese que redactar un informe a alguien que no habia estado presente. Cuando termine, trace un circulo rojo alrededor de algunas palabras e hice un doble circulo sobre el nombre de Cantalupi cada vez que aparecia en los apuntes. Como si de esas marcas rojas pudiesen brotar las respuestas o, al menos, pudiesen dar forma a alguna pregunta sensata.
En realidad, la unica y debil hipotesis de trabajo seguia estando relacionada con el nombre del ex novio de Manuela y con la cuestion del consumo -y del eventual trafico- de narcoticos.
Busque en Google el nombre de Cantalupi, pero no encontre nada. Solo por intentarlo, busque tambien el de Manuela. Obtuve algun resultado, pero ninguno estaba relacionado con mi Manuela Ferraro.
Escribi en mis notas la siguiente frase: «Indagar en el mundo del trafico de drogas», con un bonito signo de interrogacion. La rodee tambien en rojo, me senti un idiota, pero, inmediatamente despues, tuve una idea.
Tengo poquisimos clientes en el mundo del crimen organizado, por lo tanto no suelo defender a camellos o traficantes. Los pocos que he tenido han sido, por lo general, perros sueltos, como el joven por el que dias antes habia acudido, con tan poco exito, al Tribunal Supremo.
Entre estos clientes habia uno -Damiano Quintavalle- que si estaba en la brecha desde hacia mucho tiempo, entre otras cosas porque siempre que le habian detenido habia salido bastante bien parado del asunto. Era un joven despierto, incluso simpatico, y, sobre todo, conocia a mucha gente, en todos los ambientes de la ciudad.
El era la persona indicada para intentar descubrir si, y como, el senor Michele Cantalupi tenia contactos con el mundo de la droga o, en terminos mas generales, del trafico ilegal. Lo buscaria al dia siguiente y tendria una charla con el. Estaba avanzando a tientas -me dije-, pero siempre era mejor eso que quedarse parado.
Mientras decidia que al dia siguiente iba a llamar a Quintavalle, me sorprendi a mi mismo pensando en Caterina. De una forma muy poco apropiada, si se tiene en cuenta que -me repeti mentalmente, con un cierto enfasis masoquista- podria ser su padre o, al menos, un tio suyo joven.
Dejalo ya, Guerrieri, recupera la cordura: es una veinteanera. Hace diez anos ella tenia trece y tu eras ya, de sobra, un hombre adulto. Hace quince anos ella tenia ocho y tambien entonces tu eras ya, de sobra, un hombre adulto. Hace veintidos anos ella tenia uno y tu acababas de licenciarte. Hace veinticuatro tu novia de entonces, Rossana, y tu pasasteis un mes angustioso creyendo que la habiais cagado y que ibais a ser padres con veinte anos. Fue una falsa alarma pero, de no haberlo sido, hoy tendrias un hijo -o una hija- de la misma edad que Caterina.
Llegados a ese punto, ya estaba en pleno centro de un circulo delirante. Como no podia retroceder mas de veinticuatro anos en el tiempo, decidi cambiar de perspectiva e intente recordar cuanto tiempo hacia que no estaba con una chica de esa edad.
El episodio que recupere de la memoria me dejo muy confuso. La ultima veinteanera con la que habia tenido un encuentro tan fugaz como ilicito, hacia ya mas de diez anos, no fue lo que se dice una jovencita inexperta. Todo lo contrario, pense -mientras el recuerdo adquiria contornos mas precisos y muy poco aptos para ser contados-, demostro una gran desenvoltura a la hora de manejarse fuera de los limites de la moralidad convencional y estuvo perfectamente capacitada para instruirme sobre algunas novedades en la vanguardia de la experimentacion sexual.
Cuando me encontre preguntandome a que categoria de veinteaneras perteneceria Caterina, y me imagine la respuesta, comprendi, por fin, que mis pensamientos estaban tomando una peligrosa directriz.
Sera mejor irse a cenar -me dije- y dejar que todo esto se evapore.
17
Hacia frio. El cielo estaba lleno de nubes cargadas y amenazadoras, y daba la sensacion de que podia empezar a llover de un momento a otro, pero como no tenia ganas de ir hasta el garaje, ensenar la tarjeta, pedir el coche, esperar a que me lo llevasen, decidi arriesgarme a que me cayera encima un chaparron e ir en bicicleta de todas formas.
Cuando entre en el Chelsea Hotel se difundian por el aire las notas del piano y la voz de Paolo Conte cantando «Sotto le stelle del jazz» [Bajo las estrellas del jazz].
El local estaba casi vacio y transmitia una extrana y agradable sensacion de espera.
Me sente en una mesa alejada de la puerta de entrada. Poco despues, Nadia salio de la cocina, me vio y se acerco a saludarme.
– Esta noche Hans ha hecho tiella de arroz, patatas y mejillones. ?Quieres probarla?
Hans es el socio de Nadia. Es cocinero y pastelero, ademas de aleman, de Dresde. Tiene el aspecto de un ex lanzador de martillo que dejo de entrenar para pasarse a la cerveza. No se como ha terminado en Bari, pero debe llevar ya mucho, porque habla dialecto de forma aceptable y domina los secretos de la cocina local.
La tiella de arroz, patatas y mejillones es un plato parecido a la paella valenciana, aunque cualquiera de Bari aseguraria que mucho mas bueno. Se prepara superponiendo en una cacerola especial -la tiella, precisamente- capas de arroz, mejillones, patatas, calabacines, tomates frescos cortados en trozos o rodajas, condimentadas con aceite, pimienta, cebollas trituradas y perejil tambien triturado. Se anade el agua de haber lavado los mejillones y se mete al horno durante unos cincuenta minutos; el resultado, salvo que seas de Bari desde hace, al menos, cuatro generaciones, nunca esta garantizado.
– No querria parecer descortes con Hans, aunque solo sea porque asi, a ojo, no debe pesar menos de ciento veinte kilos, pero tengo mis dudas sobre que sepa hacer bien el arroz con patatas y mejillones.
– Tu prueba la tiella de Hans y luego hablamos.
Nadia volvio a pasar cerca de mi mesa cuando yo acababa de rebanar el segundo plato de arroz y de vaciar el segundo vaso de negroamaro. Me lanzo una mirada ironica.
– ?Y bien?
Levante las manos en senal de rendicion.