– ?Y las cosas de Manuela?
– Los carabinieri vinieron a registrar la habitacion y luego, algunas semanas despues, la madre de Manuela se lo llevo todo.
Pense que, tecnicamente, los carabinieri no habian efectuado registro alguno porque no constaba en el dosier. Habrian ido alli y, como suele ocurrir en estos casos, habrian echado un vistazo y, al no ver nada de interes, se habrian ido.
– ?Por que vaciaron tan pronto la habitacion los padres de Manuela?
– La duena les pregunto si querian mantener el alquiler y ellos, logicamente, no quisieron. Asi que vino la madre de Manuela, con una tia, o puede que con una amiga, y se lo llevaron todo.
Cuando Nicoletta dejo de hablar, me acerque a la ventana y vi que daba a un patio sucio y gris. Entrecerre los ojos e intente sentir la presencia de la joven desaparecida, su voz, acaso un mensaje suyo, en aquella habitacion algo triste, amueblada al estilo de los anos sesenta.
Afortunadamente, esta tonteria me duro solo unos segundos y Caterina y Nicoletta no se dieron cuenta de nada. ?Se te esta licuando el cerebro, Guerrieri? ?Quien te crees que eres, Dylan Dog, el investigador de lo oculto? me dije en voz alta pero para mis adentros, mientras salia de la habitacion a disgusto conmigo mismo.
Diez minutos despues Caterina y yo estabamos en la calle; comenzaba a oscurecer.
30
– ?Sabias todas esas cosas?
– Mas o menos, aunque no con detalles -respondio Caterina.
– ?Por que no me has dicho nada?
Estabamos ya en un taxi, camino de regreso. El trafico de Roma estaba ofreciendo lo peor de si mismo. Caterina suspiro profundamente antes de contestarme.
– Intenta entenderme. Eran asunto de Nicoletta y ella es amiga mia, aunque ahora apenas nos veamos. He hecho lo posible para que os vierais y fuera ella misma la que te lo contara. Me parecio que era la mejor solucion.
– ?Y si Nicoletta no me llega a decir nada?
– Dudo mucho de que eso hubiera pasado, pero en ese caso habria intervenido.
El discurso de Caterina no tenia un solo fallo. Se habia comportado impecablemente: me habia ayudado sin traicionar la confianza de una amiga.
Entonces, ?por que experimentaba esa sensacion de fastidio, como si se me escapase del todo alguna regla del juego que estabamos jugando?
Tenia que preguntarle si ella tambien habia probado alguna vez la coca y si no habia nada que ella no me hubiera contado. Estaba buscando las palabras mas adecuadas para hacerlo cuando sono su movil. Lo saco del bolso pero no contesto.
– Contesta, si quieres -le dije.
– Es una amiga. No me apetece hablar con ella, no me apetece decirle que estoy en Roma. Luego le envio un mensaje -dijo encogiendose de hombros y apretando un boton que silencio la musiquilla del movil.
Yo, mientras, decidi que aquella pregunta me resultaba demasiado embarazosa, que probablemente no era fundamental, y que, en todo caso, ese no era el momento para hacersela.
– Segun tu, ?Nicoletta ha dicho todo lo que sabe?
– Probablemente no, pero te ha dicho lo que te interesaba, y estoy segura de que no sabe nada en concreto sobre la desaparicion de Manuela.
Tenia razon, pense mirandola.
Y tambien una piel maravillosa, pense mientras seguia mirandola, hasta que me di cuenta, como decirlo, de que me habia distraido un poco.
– ?Que idea tienes? ?Crees que la desaparicion de Manuela esta relacionada con lo de la cocaina?
Aunque el taxista estaba totalmente concentrado en oir un programa de deportes por la radio y no mostraba interes alguno hacia nosotros, baje el tono de voz, instintivamente.
– No lo se. Si Michele no hubiese estado en el extranjero el dia de la desaparicion seria mas facil establecer un nexo. Tal y como estan las cosas, la situacion sigue siendo un rompecabezas.
Caterina se interrumpio y empezo a masajearse la nariz con los dedos indice, medio y pulgar, mientras parecia escrutar con la mirada algo indefinido. Cuando parecio encontrar lo que buscaba, hablo.
– ?Puedo decir una cosa?
– Claro -respondi.
– ?Por que estamos tan seguros de que Manuela desaparecio en Puglia? ?Quien dice que no volvio a Roma, esa tarde o esa noche? ?Por que lo hemos excluido con tanta seguridad?
Cierto.
Todos habiamos dado por descontado que Manuela no llego a salir en direccion a Roma. Basandonos en excelentes razones, por supuesto. Era la hipotesis mas probable. El taquillero recordaba haberle vendido un billete para Bari; Manuela le habia dicho a Anita que iba a Bari y que, solo despues, se iria a Roma. En resumen, era razonable situar el momento de la desaparicion en el trayecto de Ostuni a Bari o despues de la llegada a Bari. Pero no habia elementos que excluyeran de forma categorica que Manuela no se hubiese ido a Roma y que los hechos que provocaron su desaparicion no se hubiesen producido en Roma.
Cierto, me dije, si Manuela habia salido de Bari, habia llegado a Roma y, quiza, era alli donde habia desaparecido, toda mi asi llamada investigacion valia lo que un cero a la izquierda. Y, sobre todo, de ser asi, yo no tenia ni idea de por donde volver a empezar, ni como.
Caterina debio intuir que estaba pensando.
– No vamos a resolver nada esta noche. Hemos hecho lo que debiamos, has conseguido de Nicoletta la informacion que ella podia darte, ahora se trata de reflexionar sobre lo que sabemos y ver si se nos ocurre algo. Pero es mejor que lo hagamos con la mente fria, ?no crees?
Asenti, no muy convencido.
– ?Has probado alguna vez la comida etiope?
– ?Perdona?
– Que si has probado alguna vez la comida etiope.
– Hace unos anos, en Milan. ?Por que?
– ?Te gusto?
– Fue divertido, si. Recuerdo que se comia con las manos, envolviendo la comida en una especie de piadina blanda, como una tortilla mexicana.
– Se llama injera. Pues entonces, vamos a cenar ahora a un restaurante etiope y manana seguimos pensando.
?Seguimos? ?Tu y yo? ?Es que ya somos socios?
El restaurante estaba cerca de la estacion y, por los numerosos clientes africanos que llenaban el local, me dije que alli debia servirse autentica comida etiope. Los camareros conocian a Caterina, la saludaron muy cordialmente y nos llevaron enseguida la carta.
– ?Hay algo que no te guste?
– No, como de todo, he hecho la mili -conteste.
– Entonces dejame a mi elegir el menu. Tu elige solo el vino.
Elegir el vino no era un trabajo precisamente laborioso, dada la oferta. Solo habia cuatro posibilidades entre las que elegir, y ninguna de ellas era como para tirar cohetes. Pedi un syrah siciliano, la unica opcion que parecia algo aceptable.
– Por lo que veo, eres cliente habitual.
– Cuando vivia en Roma venia mucho por aqui.
– ?Manuela tambien?
– Si, claro.
Se me ocurrio que podia pedirle que me acompanara a los lugares a los que Manuela solia ir en Roma. Podia
