hacer algunas preguntas y, quiza, descubrir algo. Me dije enseguida que era una idea de detective de serie de television y cambie de tema.

– Y dices que no tienes novio…

– No -contesto ella, negando con la cabeza.

– ?Desde hace mucho?

– Desde hace unos meses.

– ?Y eso?

– ?Que quieres decir con «y eso»?

– Tienes razon, te he planteado mal la pregunta. Has tenido una historia hasta hace unos meses. ?Duro mucho?

– Bastante, si. Un par de anos.

– ?Cuando desaparecio Manuela estabais todavia juntos o ya habiais roto?

– Estabamos todavia juntos, pero la historia ya estaba en las ultimas.

– Entonces habras hablado con tu novio de la desaparicion de Manuela.

– Si, claro.

– ?Te molesta que te haga estas preguntas?

– No, no es que me moleste…, o puede que si, si, me molesta un poco hablar de mi ex. Pero es problema mio, preguntame lo que quieras, no te preocupes.

– ?Como se llama?

– Duilio.

– Duilio. No es un nombre muy comun.

– No, y tampoco es muy bonito. Creo que nunca le llame por su nombre.

– ?Crees que merece la pena que hable dos palabras con el, para ver si me da alguna idea sobre Manuela?

– Yo diria que no. No habia ninguna relacion entre ellos, quiero decir, se veian, y tal, solo porque estaba yo.

– ?Cuanto tiempo habeis seguido juntos despues de la desaparicion de Manuela?

Caterina tardo algo en contestar. Apoyo la cara sobre la mano derecha, el codo sobre la mesa y se concentro.

– Puede que un mes. Si, un mes, mas o menos -contesto al cabo de unos minutos.

Pense que quiza la desaparicion de Manuela habia acelerado la ruptura. Estuve a punto de preguntarle si habia sido asi, pero deseche la idea. Era evidente que no le gustaba hablar del tema y yo no tenia ninguna justificacion para insistir sobre ello.

Justo en ese momento nos trajeron la comida. Un gran plato todo el cubierto por una especie de tortilla blanda y esponjosa sobre la que estaban dispuestas las cosas mas variadas. Verduras de distinto tipo, carne, pollo, salsas, olores entre los que dominaba alguna especia picante. En un plato aparte nos trajeron mas tortillas, para envolver en ellas la comida.

Durante un rato nos concentramos en comer y beber, sin hablar. La botella de vino se iba vaciando rapidamente y pense que era la segunda en el dia y que no convenia exagerar. Luego me dije que llevaba toda mi vida repitiendome que no debia exagerar y que estaba empezando a estar harto de mi yo Pepito Grillo.

– Entonces, ?cuando acabe la carrera me vas a contratar en tu bufete para que haga las practicas?

– Si, de acuerdo -dije sin mas, ya que no encontraba una respuesta ingeniosa.

– Me gustaria mucho.

Estuve a punto de decirle algo en plan triste y paternalista sobre la profesion, los sacrificios que esta conllevaba y lo seguro que habia que estar antes de emprenderla, pero, en vez de eso, cogi otro trozo de injera y envolvi en el lo que quedaba de una carne cocinada de forma indefinida, muy picante.

– Has cogido lo que quedaba de tebs -dijo Caterina en tono de reproche.

– Ah, perdona, ?lo querias tu?

– Si -dijo con la expresion de una nina acostumbrada a salirse siempre con la suya.

Le tendi el bocado. Ella nego con la cabeza, rehusando cogerlo. La mire con expresion interrogante.

– Estabas haciendo una cosa muy fea, asi que para que te perdone tienes que hacer algo bonito por mi.

Y, segun decia eso, alargo la cabeza hacia mi y entrecerro los labios. La mire, sin poderme creer lo que veia, trague con dificultades, y luego le acerque los dedos a los labios. Ella cogio el trozo de comida y retuvo mis dedos entre sus labios, mirandome fijamente a los ojos, con una expresion divertida y sin compasion alguna.

Una parte de mi mismo intentaba aun oponer resistencia.

No debes hacerlo. No esta bien, esta chica podria ser tu hija. No solo biologicamente. Su madre te lleva apenas unos anos, y cuando tu tenias veintiuno, veintidos anos, a veces salias con mujeres algo mayores que tu. Giusi, por ejemplo, tenia veintitres anos cuando tu tenias veinte. Si la hubieseis cagado, ahora tendrias una hija de la misma edad que Caterina, con una mujer de la edad, mas o menos, que tiene la madre de Caterina.

Guerrieri, este es uno de los argumentos mas demenciales que te he escuchado, me contesto la otra parte de mi mismo. Biologicamente hablando, podrias haber tenido una hija a los quince anos. Si aplicas a rajatabla este argumento y esta pseudonorma -no salir con mujeres que podrian ser tus hijas-, mi querido Guerrieri, teniendo en cuenta que tienes cuarenta y cinco anos, solo podrias simpatizar con mujeres que hayan pasado de los treinta. ?Sera posible que estes pensado semejantes idioteces?

Le dijimos al taxista que nos dejara en la plaza Espana, que no distaba mucho de nuestro hotel. Hacia anos que no iba a la plaza Espana, no conseguia ni recordar cuantos, y al bajar del taxi senti una alegria infantil y elemental. Nos sentamos entre la masa de turistas que rodeaban la fuente, a escuchar a la gente y el agua. Luego subimos por la escalinata, y yo, consciente de mi simplicidad pero igualmente alegre, pense que hay pocos lugares en los que se pueda sentir la llegada de la primavera como en la plaza Espana y Trinita dei Monti.

Ya habiamos llegado casi a la iglesia cuando un filipino me ofrecio rosas. Le dije que no, gracias, apartandome ligeramente para esquivarlo. Caterina, en cambio, se detuvo, le compro una y me la ofrecio.

Luego entramos en un pequeno local con un cartel en la puerta en el que se prometia una «velada nostalgica» con musica italiana de los anos ochenta.

Nos quedamos alli el tiempo justo para oir cuatro o cinco canciones, ninguna de ellas inolvidable. Luego Caterina me propuso que volvieramos al hotel. Adverti, fisicamente, una ligera sacudida electrica y pense que estaba cansado de ofrecer resistencia, admitiendo que la estuviera ofreciendo hasta ese momento. Le dije que si, nos pusimos en camino, y a los diez minutos habiamos llegado.

Cogimos las llaves de nuestras respectivas habitaciones y yo la acompane hasta la suya, que estaba un piso debajo del mio. Ella se detuvo y se apoyo de espaldas contra la puerta.

Ahora ella me pedira que entre, y yo entrare, y pase lo que tenga que pasar a quien le importa porque estoy harto de no dar un solo paso en mi vida que no evoque la critica de la razon practica.

– Gracias, Gigi, buenas noches -dijo ella, dandome un beso en la mejilla.

?Gigi? ?Buenas noches? ?Te has vuelto loca, o que?

No dije eso. En realidad, no dije nada. Me quede alli, inmovil, con una expresion que me hubiera divertido observar, si hubiese sido la de otro.

– A las personas que me gustan las llamo por sus iniciales. Gi-Gi: Guido Guerrieri. Adios, Gigi, buenas noches, y gracias por esta noche maravillosa.

Antes de que consiguiese decirle algo ya habia desaparecido en el interior de su habitacion.

Me prepare rapidamente para irme a la cama, en medio de una marana de emociones en la que habia sensaciones embarazosas, irritacion, alivio y otros sentimientos menos faciles de descifrar. No tenia ganas, sin embargo, de verificar de cerca esa combinacion de factores y su dosis efectiva, asi que decidi leer el libro que me habia llevado -una antologia de cuentos de Grace Paley- hasta que tuviera sueno. Algo que no iba a ocurrir muy pronto, me temia.

Llevaba ya unos diez minutos leyendo cuando, justo mientras pensaba que el cuento por el que habia empezado no era precisamente apasionante pero que, a lo mejor, me hacia coger el sueno, oi que llamaban a la puerta.

– ?Si?

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