algunos kilos de mas, la verdad, los tengo, pero antes o despues me pondre a regimen, ?eh?; y, ademas, que asi no hay ninguna necesidad de ser amables despues, de fumarse un cigarrito juntos, de hacer proyectos. En el fondo, es todo una cuestion de hidraulica. Mantenimiento de la prostata.

Tuve ganas de vomitar y fingi que tenia que atarme uno de los zapatos para liberarme de su brazo.

– ?Te puedo pedir un favor, Guido? Tu y yo hemos sido grandes amigos y para mi eso cuenta mucho.

El y yo no habiamos sido amigos jamas. Estaba seguro de que me iba a pedir dinero.

– Tengo que hacer un pago justo hoy. Como te he dicho antes, estoy pasando una mala racha, pero estoy saliendo del agujero, tengo un proyecto fantastico que me gustaria describirte con calma. Una de estas tardes quedamos, nos tomamos un par de copas y te lo cuento todo. Es mas, mira, te doy mi tarjeta lo primero.

La tarjeta era una de esas que se hacen en una maquina automatica, impresas en un papel de tres duros. Estaba escrito: «Enrico De Bellis. Consultorias financieras y administrativas». ?Y eso que quiere decir?, me pregunte, para responderme en el acto que algo tenia que poner, y que no iba a escribir: «Enrico De Bellis. Fraudes, estafas y encubrimiento de robos».

– Te estaria realmente muy agradecido si me pudieras prestar una pequena cantidad; como es logico, te la devolvere dentro de una semana. Es un dinero que le tengo que dar a una gente que…, bueno, gente que no conviene que se enfade, que te voy a contar a ti, que eres un gran penalista. Porque no te he felicitado por el carreron que has hecho, pero no hace falta, de jovenes ya se veia que tu ibas a llegar alto, a donde quisieras. Me acuerdo que decias que ibas a ser abogado penalista y que serias alguien. Lo has conseguido, y te lo mereces.

Jamas, en toda mi vida, dije que iba a ser abogado penalista. Mucho menos de jovencillo, cuando conoci a De Bellis.

– Necesito mil euros. Obviamente, como ya te he dicho, te los devolvere dentro de unos dias. Te envio un cheque por correo, o me das tu numero de cuenta y te lo ingreso.

Pues claro, ?como no? Te doy mi numero de cuenta y en unos pocos dias me devuelves el dinero, quiza hasta con intereses.

– Lo siento, Enrico, pero como puedes suponer no llevo tanto dinero en efectivo.

– Puedes hacerme un cheque…

– Ya casi no uso cheques. Lo hago todo con tarjetas.

– Claro, claro. Tu eres de los de tarjeta VIP, credito ilimitado y cosas de ese tipo. No te sirven para nada los cheques o el dinero en efectivo, claro, claro. Entonces podemos ir a un cajero automatico (esto esta lleno) y sacas mil euros con tu tarjeta. Ten la seguridad de que en una semana, diez dias como mucho, te los devuelvo. ?Que me dices?

No le dije nada. Saque la cartera, la abri, cogi tres billetes de cincuenta euros y se los alargue.

– Tengo mucha prisa, Enrico. Como te he dicho, estoy en Roma por trabajo.

Cogio el dinero sin decir palabra y lo hizo desaparecer rapidamente dentro de un bolsillo de su raida chaqueta. Permanecimos algunos instantes inmoviles, el uno frente al otro. Se estaba preguntando si podia sacarme mas dinero. Cuando por fin comprendio que no le iba a dar mas, su cara se apago y sus ojos perdieron toda expresion. Yo no tenia ya interes alguno para el, asi que podia irse.

– Esta bien, si te tienes que ir no te entretengo.

Me dijo adios desganadamente, sin darme las gracias y, por supuesto, sin volver a mencionar cuando y como me iba a devolver el dinero. Se fue caminando pesada y cansinamente, encendiendose otro MS. Me lo imagine buscando a algun otro al que pedirle dinero. En medio de su lucha cotidiana, encaminada a sobrevivir, ante todo. Y luego a alejar de si la desesperacion que burbujeaba peligrosamente a sus espaldas, dispuesta a aferrarlo.

Unas horas despues, Caterina y yo estabamos en el avion de regreso a Bari.

Al igual que la noche anterior, ella estaba totalmente a sus anchas, desenvuelta, espontanea y relajada. Se portaba como si no hubiese ocurrido nada entre los dos o, al contrario, como si fuesemos pareja desde hacia tiempo. Yo, en cambio, estaba cada vez mas confuso y notaba, con fuerza creciente, la sensacion, indefinible y concreta al mismo tiempo, de que habia algo evidente que se me escapaba.

Cuando la deje en su casa, en el barrio Madonnella, cerca del cine Esedra, me dio un beso y me dijo que la llamara pronto porque estaba deseando volver a verme.

32

La sensacion de desorientacion no mejoro aquella tarde, en el bufete. Apague el movil, dije que no me pasaran llamadas y empece a despachar todo el papeleo que se habia acumulado en los dos dias de ausencia, pero no conseguia concentrarme en lo que estaba haciendo. Igual que me ocurre a veces en las noches de insomnio, me parecia escuchar un ligero rumor -un crujido, un goteo- cuya causa no lograba identificar.

Cuando por fin pude hacer una pausa, decidi poner por escrito, para aclararme, cuanto habia descubierto hasta ahora, en vista de que no era capaz de aclararme sobre los rumores metaforicos que sentia en mi interior.

Cogi un cuaderno para tomar apuntes y empece a escribir.

«1) Probablemente, Manuela llego a Bari y no viajo luego a Roma. Pero no podemos afirmarlo con seguridad. Existe la remota posibilidad de que fuese luego a Roma, pero no contamos con ningun dato que lo confirme.

»?Que hacer para profundizar en esta hipotesis?

»2) Manuela consume cocaina habitualmente. Con toda probabilidad fue Michele el que la inicio en el consumo pero, despues de romper con el, ella siguio consumiendo. Sabia como conseguirla facilmente. Estaba en contacto con ambientes que su amiga Nicoletta, tras responder a una serie de preguntas, ha definido como 'peligrosos'».

Antes de escribir la frase siguiente me demore un buen rato.

«?Cabe la posibilidad de que Manuela traficase?

»?Que hacer para profundizar en esta hipotesis?

»3) Michele tiene un caracter violento, es un imbecil y, muy probablemente, un camello.

»Es necesario conseguir cuanto antes una foto suya y ensenarsela al amigo de Quintavalle.

»Michele seria el sospechoso ideal (Nicoletta y Caterina pensaron enseguida en el cuando se enteraron de que Manuela habia desaparecido), pero estaba en el extranjero el dia de la desaparicion de Manuela.

»?Estaba de verdad en el extranjero? Probablemente si, pero, ?que hacer para comprobar esta hipotesis excluyendo toda duda?

»?Identificar a los amigos con los que estuvo de viaje?

»?Como hacerlo?».

Hubiese sido mejor no haber descubierto nada, me dije. Si no hubiese descubierto nada ahora estaria mas tranquilo. Tal y como habia previsto: hacer de detective no era mi trabajo. Les devolveria el dinero a los Ferraro, les diria que lo sentia mucho pero que no habia nada que hacer -nada, al menos, que pudiese hacer yo- y me retiraria de esa historia.

Pero habia descubierto cosas, y habia otras que creia intuir, aunque aun no consiguiera darles forma. Por lo tanto, estaba metido en aquella historia hasta el cuello.

Llevaba ya como una media hora dandole vueltas a esa idea en la cabeza cuando Pascuale entro en mi despacho.

– Abogado, hay una senorita que quiere hablar con usted. Ha llamado varias veces, pero usted ha dicho que no le pasasemos llamadas. Ahora esta aqui. ?Que debo hacer?

Caterina, pense. Y me senti en una situacion muy embarazosa imaginandomela alli, en el bufete, despues de lo que habia pasado. Me parecio una intrusion -otra mas- que no sabia como manejar.

– Es la senorita Salvemini, por el asunto Ferraro.

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