?Salvemini? Es decir, Anita. ?Que querria Anita?
– Esta bien, Pasquale, hagala pasar, gracias.
Anita iba vestida exactamente igual que la otra vez, se diria que aquella ropa era una especie de uniforme para ella.
– He intentado llamarle al movil, como usted me dijo, pero lo tenia siempre apagado.
– Ah, si, lo apague porque esta tarde estaba hasta arriba de trabajo.
– Quiza le he interrumpido. Hay una cosa que queria decirle, algo que he recordado. Probablemente es una bobada, pero usted me dijo que le llamara para contarle cualquier cosa que se me ocurriese.
– No me ha molestado en absoluto. Y ha hecho muy bien en venir, gracias, no sabe cuanto se lo agradezco. ?Que es lo que ha recordado?
– Manuela tenia dos telefonos.
– ?Perdone?
– Me he acordado de que Manuela tenia dos moviles, no uno solo.
– Dos moviles.
Intente hacer una primera valoracion de aquella noticia y me di cuenta enseguida de que podia ser algo muy importante. Los listados contenidos en el dosier de la fiscalia eran los relativos a un unico numero.
– ?Como se ha acordado de ese detalle?
– Le conte que durante el trayecto de los trulli a Ostuni Manuela estaba todo el rato con el movil y que, en un momento dado, recibio un mensaje.
– Si, claro, lo recuerdo bien.
– Cuando recibio el mensaje tenia el movil en la mano, pero busco en la bolsa y saco otro. He recordado la escena con toda claridad porque esta manana he oido un movil que tenia un sonido de aviso identico al de Manuela, al que oi aquella tarde en el coche.
– ?Que sonido?
– Era extrano. Como el que hace un pequeno objeto de cristal (una bombilla o una botellita) cuando se rompe. No lo recordaba y solo me ha venido a la cabeza cuando lo he oido de nuevo. Ha sido como si ese sonido me hubiese permitido recuperar el resto del recuerdo.
Dijo las ultimas palabras casi en un tono de disculpa. Porque estaba suministrando una informacion irrelevante o porque, por el contrario, estaba suministrando demasiado tarde una muy importante.
– ?Podria describir los dos moviles?
– No, eso no. Estaba conduciendo. Lo que puedo decirle con seguridad es que ella estaba jugueteando con uno, que luego se escucho ese ruido como de un cristal al romperse y que ella saco otro de la bolsa. Por el rabillo del ojo vi que en esos momentos tenia dos telefonos en la mano. Pero no puedo decirle que tipo de telefonos eran.
Yo estaba pensando freneticamente, sin conseguir darle una direccion a mis pensamientos. Me di cuenta de que llevaba ya un cierto rato delante de aquella chica sin decirle nada y que, quiza, no tenia una expresion normal.
– ?Hay algo mas que pueda decirme?
– No, creo que no.
– Gracias, Anita, le estoy realmente agradecido.
– ?Cree que esta informacion le resultara util?
– Si, estoy seguro.
La acompane hasta la puerta del bufete. Le estreche la mano calurosamente y me despedi de ella, intentando controlar la excitacion que empezaba a dominarme.
?Por que no me habia hablado nadie de ese otro telefono?
No, pregunta mal planteada. No habia hecho ninguna pregunta especifica sobre un eventual segundo telefono, por lo que era relativamente normal que nadie me hubiera hablado de ello. El verdadero problema era otro: ?por que los carabinieri y la fiscalia no habian sabido nada de eso y, por lo tanto, no se habian hecho con los listados de ese segundo telefono?
Segunda pregunta, mas importante y mas urgente. ?Que hacia ahora con esta informacion?
Lo mas natural, y lo mas correcto, era llamar inmediatamente a Navarra y darle la informacion. Logicamente, eso me dejaria al margen de todas las investigaciones que se desarrollasen ulteriormente. Entonces me dije que, por supuesto, debia pasarle la informacion a los carabinieri,
Lo primero que tenia que hacer era llamar a Caterina para preguntarle si sabia de la existencia del segundo movil de Manuela. La llame varias veces, pero su telefono no estaba operativo. Durante unos instantes pense en buscar en la guia el numero del fijo -tenia su direccion- y llamarla a su casa, pero descarte la idea casi en el acto al pensar que pudieran contestarme su madre o su padre.
Entonces se me ocurrio llamar a la madre de Manuela. Directamente, sin pasar por Fornelli, porque me estaba atrapando una especie de frenesi y sentia la urgencia de actuar lo mas rapidamente posible.
En el dosier estaba anotado su numero de movil -el del padre no, como es logico- y la llame enseguida, sin pensarmelo mucho. Respondio al cabo de muchos timbrazos, cuando ya estaba a punto de colgar.
– Buenas tardes, senora, soy el abogado Guerrieri.
Hubo unos instantes de duda, de silencio. Luego cayo en la cuenta de quien era yo.
– ?Abogado, buenas tardes!
Durante unos segundos estuve a punto de preguntarle que tal estaba.
– Perdone si la molesto, es para pedirle una informacion.
– ?Si?
El tono de su voz se habia cargado de esperanza y ansiedad al mismo tiempo. Me pregunte si habia sido una buena idea llamarla.
– Queria preguntarle si Manuela tenia mas de un telefono movil.
Se produjo una larga pausa. Tan larga que tuve que preguntarle si seguia al telefono.
– Si, perdone. Estaba pensando. A Manuela le gustan mucho los moviles, los cambia con frecuencia. Le gusta jugar, ?sabe?, las fotos, las grabaciones, la musica, los juegos…
– ?Pero no sabe si tenia otro numero?
– Eso es lo que estaba pensando. Seguramente tenia varios telefonos y en el pasado ha debido tener tambien varios numeros, pero en el momento de la desaparicion tenia uno solo. Tenia un solo numero desde hace bastante tiempo. ?Por que me lo pregunta? ?Ha descubierto algo?
No. Decididamente, no habia sido una buena idea llamarla. Habria sido mejor esperar a que Caterina estuviese localizable, me dije.
– Se trata solo de una hipotesis, senora. Solo de una hipotesis. Y, probablemente, de una hipotesis que no nos lleve a ningun lado. No quiero que usted alimente… -estuve a punto de decir «ilusiones», pero me contuve a tiempo-, no quiero crearle expectativas que podrian facilmente verse frustradas. En los proximos dias voy a hacer unas comprobaciones y luego le hare saber los resultados.
Otra pausa. Larga y angustiosa.
– ?Manuela esta viva, abogado?
– No lo se, senora. Lo lamento, pero no puedo responder a esa pregunta.
Me despedi de ella apresuradamente, como si estuviese huyendo de un lugar peligroso. Cerre los ojos y me pase los dedos por el pelo. Luego recorri con ellos mi rostro, sintiendo los parpados, la linea de la nariz, la barba, que estaba ya empezando a salirme, desde por la manana que me habia afeitado, y que hacia como un crujido hirsuto.
Al final volvi a abrir los ojos.
Un segundo telefono. Cono, un segundo telefono. Podia haber de todo en los listados de ese segundo telefono. Un segundo telefono era algo tan banal que nadie habia pensado en ello. Era la carta robada de Poe.
Sali del bufete pensando que deberia hablar con Tancredi, que el sin duda habria sabido y podido ayudarme,