Aquella noche, en cambio, no hice nada.

Cuando acabo la fiesta me fui a casa y me puse a dormir. Al despertarme, tras las habituales cuatro horas, Melisa ya estaba muy lejos, practicamente desaparecida.

Ahora, diez dias despues, me llamaba al movil para invitarme a un concierto de los Acid Steel, que tocaban en Bari, mejor dicho cerca de Bari. Asi.

Me note extrano. Por un instante senti el impulso de llamar y decir que no, desgraciadamente tenia otro compromiso. Perdoname, me habia olvidado, quizas otra vez.

Luego dije en voz alta: «Hermano, te estas volviendo verdaderamente loco. Verdaderamente loco. Ve a ese carajo de concierto y procura acabar con las payasadas. Tienes treinta y ocho anos y una expectativa de vida mas bien larga. ?Piensas pasartela siempre de esta manera? Ve a ese carajo de concierto y agradecelo».

Melisa llego a casa puntual, pocos minutos despues de las ocho. Iba a pie y su vestimenta era una invitacion para cometer un delito.

Dijo que su coche no arrancaba, pero que habia venido al centro y se preguntaba si teniamos tiempo para coger el mio. Teniamos tiempo. Cogimos el coche y nos dirigimos hacia Taranto. El concierto era en una pequena nave industrial abandonada en medio del campo entre Turi y Rutigliano. Nunca habria sido capaz de llegar hasta alli yo solo.

El ambiente tenia un aire semiclandestino. Algunos espectadores tenian un aspecto claramente clandestino.

En el interior, por suerte, no estaba prohibido fumar.

No estaba prohibido fumar nada.

Y de hecho fumaban de todo y bebian cerveza. El ambiente estaba denso por el olor del humo, de la cerveza, del aliento de cerveza, de los sobacos. Nadie se reia y muchos parecian ocupados en un sombrio, misterioso ritual del cual yo estaba -afortunadamente- excluido.

Empece a sentirme incomodo, con un impulso de largarme que crecia y crecia.

Melisa hablaba con todos y conocia a todo el mundo. O tal vez repetia el guion de la fiesta de Renato. En aquel caso yo estaba en el lugar del contable, pense. Impulso de huida decuplicado. Ansia. Ansia. Me sentia observado. Ansia.

Luego, por suerte, comenzo el concierto de los Acid Steel.

No tengo ganas de hablar de las dos horas ininterrumpidas de aquello que llamaban musica, tambien porque mi recuerdo mas intenso no es el de los ruidos, sino el de los olores. La cerveza, los cigarrillos, los porros, los sudores y no se que mas parecian rellenar cada vez mas el aire de aquella tetrica nave. Por unos segundos tuve el absurdo pensamiento de que de un momento a otro todo explotaria, arrojando al espacio aquel coctel terrible de hedores. El aspecto positivo de esta posibilidad era que los Acid Steel -cuya visible transpiracion permitia suponer que contribuian de manera determinante al hedor- serian arrojados al espacio y nadie oiria hablar de ellos nunca mas.

La nave no exploto. Melisa bebio cinco o seis cervezas y fumo varios cigarrillos. No estoy seguro de que se tratara solo de cigarrillos porque la oscuridad era total y la procedencia de los olores -incluido el de los porros- era indeterminable. En un momento dado me parecio que se tragaba alguna pastilla junto con la cerveza.

Yo me limite a fumar mis cigarrillos, y bebi algun trago de las botellas que, de vez en cuando, Melisa me traia.

El concierto termino y no compre el CD de los Acid Steel, en venta a la salida.

Melisa saludo a un grupo de personajes con los que me temia que podriamos proseguir la velada y luego me cogio de la mano. En la oscuridad del campo explanado que servia de aparcamiento note como la sangre me subia a la cara y a otros sitios.

– ?Vamos a tomar algo?

Gorgoteo en un tono extranamente alusivo, mientras me frotaba el dorso de la mano con el pulgar.

– Tal vez comamos tambien algo.

Pensaba en los litros de cerveza que ya tenia en el cuerpo y en las demas e imprecisas sustancias psicoactivas que le circulaban por la sangre y entre las neuronas.

– Si, si, tengo ganas de algo dulce. Una crepe de nocilla, o de nata con chocolate amargo fundido.

Regresamos a Bari y fuimos al Gaugin. Hacian crepes muy buenas, eran educados y simpaticos, tenian hermosas fotografias en las paredes. Era un lugar al que solia ir cuando estaba con Sara y no habia vuelto mas. Aquella noche era la primera vez.

Una vez dentro me arrepenti de haber ido. En las mesas, rostros conocidos. Alguien a quien saludar, todos me conocian.

Entre las mesas, el dueno y los camareros que nos observaban. Que me observaban. Podia oir el ruido de sus pensamientos. Sabia que en aquel momento estaban hablando de mi. Me sentia un miserable cuarenton que sale con jovencitas.

Melisa, mientras, estaba muy comoda y hablaba sin cesar.

Yo tome una crepe de jamon, nueces y mascarpone y una cerveza pequena. Melisa tomo dos crepes dulces, con nocilla, nueces y platano la primera; con requeson, pasas de Corinto y chocolate fundido la segunda. Bebio tres calvados. Hablo mucho. Dos o tres veces me toco la mano. Una vez, mientras hablaba, se detuvo bruscamente, me miro fijamente, mordiendose de manera imperceptible el labio inferior.

Estan filmando con una camara oculta, pense. Esta es una actriz, en cualquier lado hay una camara de television escondida, ahora yo dire o hare algo ridiculo, alguien saldra y me dira que sonria a los telespectadores.

No salio nadie. Pague la cuenta, salimos, fuimos al coche, encendi el motor y Melisa me dijo que podiamos acabar la velada bebiendo alguna cosa en su casa.

«No, gracias. Eres una alcoholica o algo peor. Ahora te acompano a casa, no subo y me voy a dormir», habria tenido que decir.

– De acuerdo, quiza solo un trago y luego nos vamos a acostar, que manana se trabaja.

Dije precisamente esto: «Quiza solo un trago».

Melisa me dio un beso en el angulo de la boca, entreteniendose algun segundo. Apestaba a alcohol, humo y a un perfume intenso que me recordaba algo. Luego dijo que en casa no tenia casi nada y que era mejor pasar por un bar y comprar algunas cervezas.

No me encontraba a gusto, pero igualmente me detuve en un bar que estaba abierto toda la noche, baje y compre dos cervezas. Para evitar que la situacion degenerara.

Vivia en un viejo edificio de proteccion oficial, en la zona de la sede de la RAL El tipico edificio donde viven los extranjeros seis o siete en una habitacion, los ancianos adjudicatarios de las viviendas de proteccion oficial, categoria en desaparicion del registro, y los estudiantes que no son de la ciudad. Melisa era de Minervino Murge.

En el portal habia una lamparita muy pequena, que no iluminaba nada. Melisa vivia en el primer piso y las escaleras apestaban a orines de gato.

Abrio la puerta y entro primero y yo la segui, antes de que encendiera la luz. Olor a cerrado y a humo frio.

Con el ambiente iluminado me di cuenta de que estaba en una entrada minuscula que daba, a la izquierda, a una habitacion dormitorio-estudio. A la derecha habia una habitacion cerrada que, pense, era el bano.

«?Donde esta la cocina?», pense insensatamente en aquel momento. Justo en aquel momento ella me agarro de la mano y me condujo a la habitacion-dormitorio / sala de estar / estudio. Habia una cama adosada a la pared opuesta a la puerta, un escritorio, libros por doquier. Libros en estanterias, columnas de libros por el suelo, libros en el escritorio, libros desparramados. Habia una vieja grabadora, un cenicero con dos filtros aplastados, algunas botellas de cerveza vacias, una botella de whisky J &B casi vacia.

Los libros habrian tenido que tranquilizarme.

Cuando voy a una casa por primera vez me fijo si hay libros, si son pocos, si son muchos, si estan demasiado ordenados -lo que no habla a su favor- si estan por todas partes -lo que habla a su favor- etcetera, etcetera.

Los libros en la pequena casa de Melisa habrian tenido que provocarme sensaciones positivas. No fue

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