los juzgados completamente desiertos.

Recorria la calle Abate Gimna, en direccion de la calle Cavour, cuando oi que me llamaban desde atras. Abogado, abogado, con acento indeterminado de tierra adentro.

Eran dos y parecian salidos de un documental sobre el vandalismo en los suburbios. El pequeno hablaba pegado a mi, mientras el grande estaba un metro atras y me miraba con los parpados medio cerrados.

El pequeno era amigo de alguien -dijo el nombre- a quien yo conocia bien, porque habia sido mi cliente.

El tono pretendia ser educado, casi diplomatico. Dije que no me acordaba de el ni de su amigo y que si querian discutir cuestiones de trabajo podian acudir al despacho siempre que concertaran una cita.

No querian acudir al despacho y, segun el pequeno, tenia que permanecer tranquilo. Muy tranquilo. El tono diplomatico habia durado poco.

Sabian que queria ejercer de acusacion civil a favor de aquellos desgraciados de la LCV, pero seria mejor para todos que pensara en ocuparme solo de mis asuntos.

Respire profundamente con la nariz, al mismo tiempo deje la cartera sobre el capo de un coche y pronuncie las dos silabas que, desde que era nino, siempre habian precedido a los porrazos en la calle: «?Si no?»

El pequeno me propino un bofeton largo y torpe con la mano derecha. Lo detuve con la izquierda y casi al mismo tiempo lo golpee con un derechazo al rostro. Cayo hacia atras, empezo a blasfemar y le chillo al gordo que me rompiera el culo.

Era una bestia de metro noventa y como minimo unos ciento veinte kilos, sobre todo en el estomago. Por la manera en que cubrio el espacio que nos separaba y se preparaba para el ataque comprendi que era zurdo. En efecto empezo por un tortazo con la izquierda, que probablemente era su mejor golpe. Si el punetazo me hubiera llegado, probablemente habria hecho dano, pero el bestia se movia a camara lenta. Lo detuve con el brazo derecho y, automaticamente, le golpee el higado con un gancho de izquierda; doble con un directo a la barbilla.

El grandullon tenia la mandibula de cristal. Permanecio un instante quieto, de pie, con una extrana expresion de estupor. Despues se desplomo.

Resisti el impulso de darle una patada en la cara. O de insultarlo; o de insultarlos a los dos.

Cogi la cartera y me fui mientras notaba como la sangre empezaba a palpitar, violenta, en las sienes. El pequeno habia dejado de blasfemar.

Gire en la esquina, anduve una manzana y luego me detuve. No me seguian. Nadie me seguia y, al ser las tres de la tarde, la calle estaba desierta. Apoye la cartera, levante las manos delante de la cara y vi como temblaban de lo lindo, y la derecha empezaba a dolerme.

Permaneci asi algunos segundos, luego sacudi los hombros, note aflorar en la comisura de los labios una especie de sonrisa infantil y tome de nuevo el camino hacia casa.

8

Al dia siguiente encontre el coche con las cuatro ruedas rajadas y una raya -hecha con un cuchillo o un destornillador- que abarcaba toda la carroceria.

Mas que enfadarme por el desperfecto, experimente una sensacion de humillacion. Me puse a pensar en lo que siente alguien que, al regresar a casa, se lo encuentra todo revuelto porque le han robado. A continuacion me puse a pensar en todos los ladrones de casas que habia defendido y a quienes habia logrado absolver.

Al final pense que el cerebro se me estaba desintegrando y que daba pena. De modo que, afortunadamente, abandone las especulaciones morales e intente ser mas bien practico.

Llame a un cliente mio con cierta fama entre el hampa de Bari y provincia. Vino a mi despacho y le conte lo sucedido, incluida la historia de los porrazos. Dije que no tenia ganas de ir a la policia o a los carabineros, pero que no debian obligarme a hacerlo. Por mi, quedabamos en tablas. Yo me pagaba los desperfectos del coche y ellos, quienquiera que fueran, se tragaban los golpes y me dejaban hacer mi trabajo en paz.

Mi cliente dijo que tenia razon. Tambien dijo que ellos me tenian que reparar el coche y ponerme unas ruedas nuevas. Dije que el coche lo reparaba yo y que no queria las ruedas.

Pense que tampoco me interesaba una denuncia por receptacion, teniendo en cuenta que las ruedas no se las irian a comprar a un vendedor autorizado. Pero eso no lo dije.

Solo queria que cada uno estuviera en su sitio y que nadie le tocara los cojones a los demas. El no insistio, y asintio en senal de respeto. Un respeto distinto del que normalmente se profesa a un abogado.

Dijo que al cabo de dos dias me diria algo.

Cumplio su palabra. Vino al despacho despues de dos dias y me dio un nombre importante en determinados ambientes. Aquella persona me hacia saber que se excusaba por lo ocurrido. Habia sido un accidente -en realidad dos accidentes, pense yo, pero no nos detengamos en los detalles- que no se repetiria mas. Ademas el estaba a mi disposicion si yo necesitaba alguna cosa.

La historia acabo asi.

Aparte de los dos millones que tuve que soltar para reparar el coche.

Algunos dias mas tarde descubri quien era el nuevo inquilino de mi edificio. La nueva inquilina.

A eso de las nueve y media de la noche, justo cuando habia regresado a casa del gimnasio y me disponia a descongelar dos pechugas de pollo, cocinarlas a la plancha y a preparar una ensalada. Sono el timbre.

Pase algunos segundos preguntandome que seria. Luego me paso por la cabeza el hecho de que debia de tratarse del timbre de casa y mientras me dirigia a la puerta pense que aquella debia ser la primera vez que alguien lo tocaba, desde que vivia alli. Me invadio una punzada de tristeza y despues abri.

Finalmente encontraba a alguien en casa. Era la cuarta vez que llamaba, pero nunca habia nadie. ?Vivia solo, verdad? Ella era la nueva inquilina y vivia en el quinto piso. Se habia presentado a todos los demas que vivian en el edificio, yo era el ultimo. Se llamaba Margarita. Margarita, y no logre comprender el apellido.

Alargo la mano atravesando el limite invisible de la puerta. Tenia una hermosa mano masculina, grande y fuerte.

Algunas mujeres -y especialmente algunos hombres- estrechan la mano con fuerza, pero enseguida te das cuenta de que se trata de una exhibicion. Quieren aparentar que son personas decididas y sinceras, pero la fuerza solo esta en los musculos de la mano y del brazo. Quiero decir: no viene de dentro. Algunos pueden incluso estrujar, pero es como si hicieran culturismo.

Otras personas, pocas, cuando te estrechan la mano revelan que hay algo detras de los musculos. Aguante su mano tal vez algun segundo mas de lo debido, pero ella siguio sonriendo.

Despues le pregunte torpemente si queria entrar. No, gracias, solo habia pasado para presentarse. Regresaba a casa justo en aquel momento despues de toda una jornada fuera. Tenia muchas cosas que hacer despues del traslado. Cuando todo estuviera en su sitio, me invitaria a tomar un te.

Desprendia un buen olor. Una mezcla de aire fresco, seco y limpio, de perfume masculino y de cuero.

– No este triste -dijo dirigiendose hacia las escaleras.

Asi.

Cuando desaparecio me di cuenta de que en realidad no la habia mirado. Entre en casa, entrecerre los ojos e intente reproducir su cara en mi mente, pero no lo consegui. No sabia si habria sido capaz de reconocerla por la calle.

En la cocina, las pechugas de pollo se habian descongelado, en el microondas. Yo, sin embargo, ya no tenia ganas de cocinarlas simplemente a la parrilla, asi que abri un libro de recetas que tenia en la cocina sin haberlo usado nunca.

Albondigas de pollo sabrosas. Esto iba bien. Quiero decir el nombre. Lei la receta y me alegre de ver que disponia de los ingredientes.

Antes de empezar abri una botella de Salice Salentino, lo probe y luego busque un CD para escuchar mientras cocinaba.

White ladder.

Puse en marcha el ritmo sincopado de Please Forgive Me y luego, casi enseguida, llego la voz de David Gray. Me quede escuchando cerca de los altavoces hasta que llego la parte de la cancion que

Вы читаете Testigo involuntario
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату