– Por la noche, casi todas las noches. Cuando tu me acompanabas a casa. El me esperaba en la esquina, en el coche. Yo esperaba en el portal y, cuando te habias ido, doblaba la esquina y me metia en el coche.

Tenia una especie de dolor de cabeza extrano.

– ?Y a donde… a donde ibais?

– A su casa de la Muralla en el Bari Viejo.

– A su casa. En el Bari Viejo. ?Y que haciais en su casa de la Muralla en el Bari Viejo?

Me habia dado cuenta demasiado tarde de haber dicho una idiotez realmente muy gorda, pero no entendia bien del todo.

Tambien ella se dio cuenta y no hizo nada para que no me pesara.

– ?Que haciamos? ?Quieres decir de noche, en su apartamento de la Muralla?

Se lo estaba pasando bien. Yo en cambio no. Habia salido para tomar un te con una ex novia y me encontraba con que de repente tenia que volver a escribir la historia.

Supe que el se llamaba Pepe, que era representante de joyeria, que estaba casado y era rico. La de la Muralla, para ser precisos, no era su casa, sino su picadero. En la epoca en que sucedio aquello tenia treinta y seis anos y una buena mujer.

En la epoca en que sucedio aquello yo tenia veintidos anos, mis padres me daban cuarenta mil a la semana, compartia la habitacion con mi hermano y tenia -lo estaba descubriendo con un cierto retraso- una novia buscona.

Llegue al mar, gire a la izquierda, en direccion al teatro Margherita y de alli me dirigi hacia San Nicolas, rodeando la Muralla por la parte inferior. Precisamente por donde el senor Pepe tenia su picadero. Al que llevaba a mi novia.

Era ya de dia, el aire era fresco y limpio y era el dia ideal para dar un paseo. Prosegui hasta el Castillo Svevo y luego mas alla de la feria de muestras para llegar, quiza dos horas y algunos kilometros despues de haber salido de casa, a la pineda de San Francisco.

Estaba desierta. Solo algun senor que corria y algun otro que estaba sentado y preferia dejar correr a su perro.

Escogi un buen banco, de los verdes, de madera, provisto de respaldo y expuesto al sol. Me sente y lei mi libro.

Cuando lo acabe, pasadas unas dos horas, pense que me encontraba bien y que podia descansar todavia diez minutos antes de tomar el camino de regreso a casa. O quiza al despacho, donde con toda seguridad habian empezado a preguntarse que habia sido de mi.

Me saque la chaqueta, ya que empezaba a hacer calor, la doble haciendo una especie de cojin y me tumbe con la cara al sol.

Me desperte cuando era ya mediodia pasado. Los que hacian jogging se habian multiplicado y habia parejas de chicos, senoras con ninos y viejecitos que jugaban a las cartas en mesitas de piedra. Tambien dos testigos de Jehova que intentaban convertir a todos aquellos que no les pusieran la suficiente mala cara.

Hora de irse. Decididamente.

13

Al regresar a casa vi el movil y lo ignore. Cuando fui al despacho, por la tarde, estaba en mi bolsillo, pero seguia apagado.

Maria Teresa me arrollo en el preciso instante en que abria la puerta. Me habian intentado localizar toda la manana, en casa y en el movil. En casa no contestaba nadie y el movil estaba apagado.

Claro -pense-, estaba en la pineda tomando el sol, para que os fastidieis todos, y sin el maldito movil.

Aquella manana se habia armado un jaleo de miedo.

?Acaso me habia olvidado de alguna audiencia? Ah, menos mal, no me lo parecia. ?Me habia buscado mucha gente? Bueno, volveran a llamar. No, no me habia olvidado de que al dia siguiente vencia el plazo para la apelacion de Colaianni.

Falso, me habia olvidado completamente, y menos mal que tenia una secretaria que sabia hacer su trabajo.

?Desde mediodia habian llamado tres veces de la carcel? ?Y por que?

Maria Teresa no lo sabia. Era una cosa urgente, habian dicho, pero no habian explicado que. La ultima vez habia llamado un tal inspector Surano. Habia pedido que le llamara tan pronto como me encontraran.

Llame a la centralita de la carcel, pregunte por el inspector Surano y, despues de haber esperado al menos tres minutos, oi una voz baja, ronca, con acento de la provincia de Lecce.

Si, era el abogado Guerrieri. Si, el abogado del detenido Abdou Thiam. Si, podia ir a la carcel, si me explicaba antes por que motivo.

Me explico el motivo. Aquella manana, despues de las visitas, el detenido Abdou Thiam habia intentado suicidarse por ahorcamiento.

Lo habian salvado cuando ya colgaba de una cuerda hecha de pedazos de sabanas desgarradas y entrelazadas entre ellas. Ahora estaba ingresado en la enfermeria de la carcel, con vigilancia ininterrumpida durante las 24 horas.

Dije que llegaria lo antes posible.

Lo antes posible es un concepto muy ambiguo si se habla de ir del centro de Bari a la carcel, por la tarde, un dia laborable.

Sin embargo, en poco menos de media hora estaba delante de la verja de la carcel y toque el timbre despues de haber aparcado. Obviamente en zona prohibida.

El celador que estaba de guardia habia sido avisado de mi llegada. Me pidio que esperara y llamo al inspector Surano, que llego con insolita rapidez. Dijo que el director queria hablar conmigo y si podiamos ir a verle. Pregunte como estaba mi cliente y el me dijo que estaba bastante bien, fisicamente. Me acompanaria el mismo a la enfermeria despues del encuentro con el director.

Nos adentramos por pasillos amarillentos, miserablemente iluminados y por los que se expandia el inconfundible olor rancio de las carceles, de los cuarteles y de los hospitales. De vez en cuando nos cruzabamos con algun recluso-trabajador que manejaba una escoba o empujaba un carrito. Al final entramos en un pasillo que estaba recien pintado, donde habia plantas y al final del cual estaba la puerta del despacho del director.

El inspector Surano llamo, se asomo a la habitacion, dijo algo que no pude oir y luego abrio la puerta, haciendome entrar y siguiendome.

El director era un senor de unos cincuenta y cinco anos, de aspecto anonimo, la piel sutil y opaca, la mirada huidiza.

Estaba conmocionado, dijo, por aquello que habia sucedido, pero por suerte, gracias a la capacidad de reaccion de uno de sus hombres se habia evitado una tragedia.

Otra tragedia, pense, acordandome del suicidio de un cliente mio -un toxicomano de veinte anos- y de los rumores, nunca confirmados, sobre la violencia ejercida contra los reclusos para imponer disciplina.

El director queria demostrarme que ya habia dado ordenes rigurosas para que el detenido, como se llamaba, si, el detenido Abdou Thiam, fuera vigilado constantemente con la finalidad de prevenir ulteriores intentos de suicidio o cualquier accion auto-destructiva.

Estaba convencido de que este desagradable incidente no se investigaria, ni tampoco se le daria publicidad, para la tranquilidad de la institucion penitenciaria y del propio recluso. Por su parte, estaba a mi disposicion en caso de que me hiciera falta algo.

Traducido al italiano: no me crees lios y sera mejor para todos. Incluido tu cliente, que esta aqui dentro y aqui se queda.

Me habria gustado decirle que se jodiera, pero tenia prisa por ver a Abdou y ademas, de repente, me notaba muy cansado. Entonces le agradeci su disponibilidad y le rogue que me hiciera acompanar a la enfermeria.

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