Probablemente habria querido que el testigo dijera que el acento era senegales. Pero el carabinero no ayudo mucho. El acento, para el, era simplemente extrano, que queria decir todo y nada.

Llegaron los carabineros de la brigada canina que no contaron nada nuevo respecto a lo que habia dicho el teniente. Vino el bombero que habia bajado al pozo para amarrar el cuerpo del nino y sacarlo fuera. Fue un testimonio triste e inutil.

Luego oimos a algunos de los habitantes de la playa Duna Beach. Conocian a Abdou, alguno habia comprado su mercancia, todos recordaban que a veces el senegales se detenia a hablar con ellos, en la playa. Dijeron que a veces lo habian visto charlar con el nino. Yo les pregunte como se comportaba Abdou y todos dijeron que siempre era cordial y que nunca habia tenido actitudes extranas. Con el nino, parecian casi amigos.

Habriamos tenido que oir al medico forense que habia realizado la autopsia, pero no estaba. Habia enviado una justificacion y pedia comparecer en otra sesion. Al presidente no le disgustaba tener que acabar un poco antes de lo previsto. El juicio fue aplazado hasta el lunes siguiente.

Pense que para entonces, desgraciadamente, habria llegado el calor. No se podia ser siempre tan afortunado con el clima, en junio.

5

Desde la velada en casa de Margarita habian pasado un par de semanas. Desde entonces no nos habiamos vuelto a ver. Me habia ocurrido una cosa extrana, a la manana siguiente: me habia sentido culpable. Respecto a Sara, creia.

Era una cosa extrana porque Sara me habia dejado y desde hacia mas de un ano y medio vivia su propia vida. Y en cambio, absurdamente, por primera vez sentia que la habia traicionado. Por el mero hecho de haber estado bien aquella noche en compania de Margarita.

Cuando estabamos casados y viviamos juntos habia hecho muchas cosas desagradables. Me habian hecho sentir incomodo, a veces me habian hecho sentir desprecio de mi mismo, pero nunca me habia sentido culpable de verdad, como despues de aquella noche.

He pensado a menudo en este fenomeno. Entonces no lo entendi. Ahora tal vez si.

Nos encarinamos tambien con el dolor, incluso con la desesperacion. Cuando hemos sufrido mucho por una persona, el hecho de que el dolor este pasando nos asusta. Porque creemos que significa, una vez mas, que todo, verdaderamente todo termina.

No es verdad, pero eso todavia no estaba preparado para comprenderlo.

Y no habia llamado a Margarita. No la habia buscado porque tenia miedo de perder mi dolor. Extranas criaturas, somos.

Pero fue ella quien me llamo. Estaba en una libreria alrededor de las dos y media de la tarde, mi hora preferida. Casi nunca hay nadie, se puede oir la musica y, sin la gente, se consigue notar en el aire el perfume del papel nuevo.

Cuando conteste al movil estaba leyendo velozmente un ensayo. Una vieja tecnica desarrollada cuando no tenia bastante dinero para comprarme todos los libros que queria.

?Que estaba haciendo? Ah, estaba en una libreria. ?Si me apetecia tomar un cafe con ella? Me apetecia. Solo el tiempo de ir desde la libreria Laterza a casa. Diez minutos. No, no queria un descafeinado, preferia el cafe normal. Nos vemos dentro de poco. Si, tambien yo me alegro de oirte. De verdad.

Mientras me apresuraba -sin darme cuenta- hacia casa pense que no me acordaba de haberle dado el numero del movil; que no me acordaba de haberle hablado de mis problemas con el sueno y del cafe descafeinado; que estaba contento de que me hubiera llamado.

Me saludo dandome la mano, agarrandome ligeramente hacia ella y besandome dos veces en las mejillas. Un saludo amistoso, casi de companeros. Y sin embargo senti algo debajo del ombligo y me sonroje un poco.

Me hizo tomar asiento en la terraza, que estaba orientada al norte y por lo tanto a la sombra, y era fresca. Tomamos cafe y encendimos cigarrillos. Ella llevaba unos tejanos descoloridos y una camiseta blanca de manga corta con una frase: A lo que el gusano llama el fin del mundo, el resto del mundo lo llama mariposa. Lao-Tse.

Estaba bronceada de cara y de brazos, que eran bellos y musculosos. Habia leido el periodico que hablaba del proceso de Abdou, de gran repercusion, como se dice. Habia leido que yo era el abogado y me habia telefoneado, porque queria saber de ello. Tuve una pequena punzada de contrariedad. Me habia llamado solo para saber del proceso, porque sentia curiosidad. Por un instante tuve la tentacion de ponerme distante. Se me paso enseguida, por suerte.

Le conte. Lo que habia en las actas de la investigacion del fiscal; el hecho de que se trataba de un proceso indiciario, con muchos indicios; como habia obtenido el encargo por parte de Abagiage y todo el resto.

La pregunta me la esperaba, y ciertamente llego.

– ?Tu crees que ese joven senegales es inocente?

– No lo se. En cierto modo no es mi problema. Nos toca defenderles lo mejor que podamos, sean inocentes o culpables. La verdad, si existe, la han de encontrar los jueces. Nosotros debemos defender a los acusados.

Se puso a reir.

– Enhorabuena. ?Que era, la introduccion al curso La noble profesion del abogado? ?Quieres dedicarte a la politica?

Busque una respuesta adecuada y no la encontre. Tenia razon y yo me pregunte por que habia hablado con aquella presuncion ridicula.

– Eh, no te has ofendido, ?verdad? Bromeaba.

Me miro a la cara alargando el cuello, penetrando en mi espacio, y yo me percate de que debia de haber permanecido en silencio mas de la cuenta.

– Tienes razon, era ridiculo. Yo creo que Abdou es inocente, pero tengo miedo de decirlo.

– ?Por que?

– Porque yo lo creo en base a una intuicion mia, a mis fantasias. El me gusta y entonces pienso que es inocente. Porque querria que fuera inocente. Y luego tengo miedo de que sea condenado. Si estoy demasiado convencido de su inocencia y el es condenado -y es probable que sea condenado- sera un golpe duro para mi. Bueno, sera un golpe peor para el.

– ?Por que te gusta?

Me sorprendi contestando sin pensar. Y descubriendo la respuesta en el preciso instante en el que la pronunciaba.

– Porque reconozco en el algo de mi, creo.

Parecio que la respuesta la hubiera afectado, porque permanecio en silencio, con la mirada perdida. Escarbaba en alguna de sus cosas, pense. La mire sin decir nada hasta que volvio a hablar.

– Me gustaria asistir al juicio. ?Puedo?

Claro que puedes. La proxima audiencia es el lunes.

– ?Puedo leer los documentos, antes?

Me entraron ganas de reir, no se por que. No se por que, pense que no erraba ni un tiro. Pense en los manuales de artes marciales que estaban en su libreria. No le habia preguntado por que los tenia, si practicaba alguna de aquellas disciplinas, y cuales. Lo hice en aquel momento.

– Puedes leerlos cuando quieras. Puedo traerlos aqui, pero quiza seria mejor que tu fueras al despacho. Hablamos de un buen monton de hojas. ?Por que tienes todos esos libros de artes marciales?

– Practico un poco de aikido. Desde que deje la bebida.

– ?Que quiere decir un poco?

– Soy cinturon negro, segundo dan.

– Me gustaria verte.

– De acuerdo. Entra dentro.

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