Entramos, saco una cinta de un armario, encendio el video y me dijo que me sentara.
El video empezaba con la filmacion de un gimnasio de estilo japones, vacio, con un tatami verde. Se oyo una voz en
Era un espectaculo hipnotico, que duro unos veinte minutos. Luego Margarita quito la cinta y la devolvio a su sitio. Durante todo el rato no habia dicho nada. Ni yo tampoco. Incluso despues permanecimos los dos sin hablar durante un tiempo indefinido. Y, tal vez por primera vez en mi vida, no me encontraba incomodo en el silencio. No sentia la ansiedad de rellenarlo, de cualquier modo, con mi voz o cualquier otro ruido. Tenia la impresion de intuir su urdimbre delicada, movil. La musica, pense en aquel momento.
Cuando nego el momento de marcharme me di cuenta de que durante todo el tiempo, antes y despues de la cinta, le habia mirado especialmente los brazos. Habia mirado la piel dorada y luminosa; los musculos extensos y fuertes. Habia mirado el ligero vello rubio de los antebrazos y como se erguia ligeramente cuando se levantaba una rafaga de viento mas fresca, en la terraza.
– Tienes unos brazos muy bonitos -dije cuando estabamos en la puerta. Luego pense que no podia dejar las cosas a medias, como siempre. Entonces lo termine.
–
– Gracias. Tu tambien eres un hombre muy guapo. No sonries muy a menudo, pero cuando lo haces eres muy guapo. Tienes una sonrisa de nino.
Nadie me habia dicho nunca una cosa como aquella.
6
Para el lunes siguiente estaba prevista la declaracion del brigada que habia efectuado las investigaciones mas importantes, del medico forense que habia realizado la autopsia y especialmente del propietario del bar Maracaibo. El que decia que habia visto a Abdou poco antes de la desaparicion del nino. Era una sesion fundamental, incluso decisiva, y por ello habia pasado el sabado y la manana del domingo estudiando las actas y textos de medicina legal.
El sabado por la manana habia ido a una libreria cerca de casa donde hacian fotocopias en color. La duena me habia mirado de una manera un poco rara cuando le pedi lo que me hacia falta.
Pero al salir estaba satisfecho con el trabajo de la senora y de lo que me llevaba. Me parecia que tenia alguna carta para jugar.
Margarita habia ido al despacho el viernes por la tarde. Habia leido los documentos durante mas de tres horas, sola en la salita de las reuniones. Le habia pedido a una Maria Teresa muy perpleja algunas fotocopias y luego, a eso de las nueve, habia pasado a saludarme. Estaria fuera el sabado y el domingo.
?Con quien? Pense solo durante un segundo.
Nos veriamos el lunes por la manana, a las nueve y media, en la Audiencia Provincial. Besos, dijo al despedirse. Besos habria querido contestar. Pero solo hice un gesto con la mano, y luego permaneci mirandola, cerrando lentamente aquella mano medio levantada cuando ella hubo abandonado la habitacion.
Fue un fin de semana todavia bastante fresco, por suerte. Asi que no fue demasiado penoso trabajar.
El domingo hacia la una y media pense que estaba todo el pescado vendido, y decidi salir. A aquella hora podia ir al mar. Con la ciudad desierta y las calles vacias llegaria a donde quisiera, en poco tiempo. Cogi una bolsa, meti una toalla, un banador y un libro y sali de casa.
La ciudad estaba realmente desierta y en pocos minutos atravese el centro y me deslice hacia el paseo maritimo, dejando atras el viejo Hotel de las Naciones. El Mercedes avanzaba con un zumbido relajante y llegue a la autovia sin apenas darme cuenta. Al salir habia pensado que me detendria a unos veinte kilometros de Bari, que se yo, en Cozze o lo mas lejos en Polignano. Por el camino cambie de idea y pise a fondo el acelerador hasta la salida de Capitolo.
Estaba menos abarrotado de lo que pensaba y encontre sitio facilmente, en el aparcamiento de un establecimiento de banos que -me di cuenta mientras salia del coche- debia de estar como maximo a un kilometro del lugar donde habia desaparecido el nino.
Pague la entrada, que incluia el aparcamiento y derecho al bano, y me dirigi a la arena, despues de haberme quitado los zapatos. Notaba una sensacion extrana. Habia pasado un ano desde el verano en el que crei que me volveria loco. El ano anterior detestaba la luz cegadora del sol, detestaba las playas, a la gente, que parecia estar tan a gusto mientras yo me sentia como pez fuera del agua en todas partes.
Ahora me sentia como un convaleciente. Miraba a la gente, el mar, la arena que habia aborrecido el ano anterior y me sorprendia que no me hiciera dano mirarlo. Experimentaba una especie de dulce indiferencia y tenia alguna dificultad para pensar que, hacia menos de un ano, hubiera podido estar tan mal.
Era una sensacion extrana, un poco melancolica, pero hermosa.
Me desnude en una cabina normal, alquile una tumbona y me la hice colocar cerca de la orilla. El mar estaba tal como a mi me gusta. Calmado pero no plano, con el viento que encrespaba ligeramente la superficie. Al sol se estaba bien, calor, el adecuado, para cerrar los ojos y adormecerse con el libro en la arena junto a la tumbona. Asi lo hice, con las voces de la playa que se desvanecian entre el extrano bienestar que me habia invadido.
Sone, como se suena en aquella fase extrana entre la vigilia y el sueno o, viceversa, entre el sueno y la vigilia.
Me encontraba a Sara por la calle, cerca de nuestra casa, quiero decir la que habia sido nuestra casa y ahora era la suya. Ella se dirigia a mi, me abrazaba y me besaba en los labios. Yo respondia al abrazo pero estaba cohibido. En el fondo -en el sueno- no nos veiamos ni nos hablabamos desde hacia cuatro anos. Entonces se lo decia, de alguna manera. Ella me miraba y me preguntaba si estaba loco, pero tenia una cara asustada, como si estuviera a punto de llorar. Yo le repetia que no nos veiamos desde hacia cuatro anos y entonces si, ella rompia a llorar, desesperadamente. Me preguntaba por que le decia una maldad semejante y yo no sabia que hacer, porque ella parecia desesperada de verdad. Me entristeci y pense que solo era un sueno y queria abrir los ojos. Durante un tiempo indefinible, sin embargo, no lo consegui y permaneci alli, a caballo entre el sueno y las voces de la playa.
Luego note salpicaduras de agua en la cara y en el pecho y una voz que reconoci enseguida. Helena.
– ?Guido! ?Guido, cuanto tiempo!
– Helena, que placer…
Mentiroso, terrible mentiroso, pense literalmente. Yo a Helena siempre la habia detestado. Ella y su horrible marido y su grupo de horribles amigos. Habia estudiado el bachillerato y la carrera con Sara y estaba convencida de ser su mejor amiga. Sara no tenia la misma opinion, pero le molestaba ser maleducada. Asi que nos veiamos obligados, periodicamente, a aceptar las invitaciones de Helena para cenar y, a veces, a tener que corresponderias.
Me rodeo con una nube de
– ?Guido, que bien estas! ?Has ido al gimnasio este invierno? ?Estas solo o con alguna novia? -amigablemente, estilo: