– No me acuerdo, abogado. El registro lo efectuamos tres personas, no me acuerdo si fui yo o un colega quien encontro la fotografia.

– Me gustaria ensenarle algo.

Saque de la bolsa un sobre, lo abri sin prisa y le pedi al presidente permiso para mostrar unas fotografias al testigo. El dio su consentimiento con un movimiento de cabeza.

– ?Ve estas fotos, brigada? ?Puede decirnos en primer lugar si reconoce a alguna de las personas retratadas?

Lorusso observo las fotografias que le habia dado -una treintena, quiza- y luego contesto.

– En muchas fotos aparece el acusado. A las demas personas no las conozco.

– ?Recuerda o puede afirmar que estas fotos no estaban en la habitacion del acusado en el momento del registro?

– No me acuerdo y no lo puedo afirmar.

Era el momento de detenerse, venciendo la tentacion de hacer otra pregunta, que habria sido una pregunta de mas.

– Gracias, presidente, yo he terminado. Pido que se incluyan, como pruebas documentales, las fotos que he ensenado al brigada.

Ensene las fotografias al fiscal y a la acusacion particular. No pusieron inconvenientes, si bien Cervellati me miro con evidente desagrado. Luego las introduje de nuevo en el sobre y se las entregue al presidente.

Lorusso se marcho tras haber saludado al tribunal y al fiscal. Paso frente a mi ignorandome deliberadamente. No podia no darle la razon.

El presidente dijo que hariamos una pausa de diez minutos y solo entonces me di cuenta de que Margarita habia estado a mi lado todo el tiempo, sin pronunciar una palabra.

Le pregunte si tenia ganas de ir a tomar un cafe. Movio afirmativamente la cabeza. Yo habria querido preguntarle que pensaba de todo. Si le parecia que habia estado brillante o algo asi, pero era una pregunta infantil -pensaba- y no la hice. En cambio, fue ella quien hablo, mientras entrabamos en el bar de los juzgados, famoso por hacer el peor cafe de la ciudad.

Era muy interesante -dijo-, si bien yo parecia otra persona. Era brillante, pero no era, como decirlo, muy simpatico. ?Era realmente necesario humillar al brigada de aquella manera?

Estaba a punto de decir que no me parecia haberlo humillado y que, ademas, los procesos de este tipo son inevitablemente brutales. Esta brutalidad era el precio de una garantia a la que no podia renunciar y tambien era mejor un carabinero o un policia humillados que un inocente condenado.

Por suerte no dije nada de todo esto. En cambio, permaneci en silencio unos instantes, antes de contestar. Dije que no sabia si era en realidad necesario. Que en realidad era necesario que aquellas cosas se supieran, que eran importantes y que quizas habia otra manera, o tal vez no. Ademas, en aquellas situaciones, quiero decir en los juicios, especialmente en los delicados, en el ojo del huracan de los medios de comunicacion, es facil sacar lo peor de uno. Tambien es facil que a uno le guste y atormente a las personas con la excusa de que se trata de un trabajo a veces sucio, y de que alguien debe hacerlo.

Nos tomamos el cafe y luego encendimos los cigarrillos. Esto interrumpio la conversacion sobre la etica del abogado, por suerte. Yo dije que el cafe de los juzgados tambien se utilizaba para exterminar a las ratas. Ella se puso a reir y dijo que le gustaba que yo fuera capaz de hacerla reir. Tambien a mi me gustaba.

Luego nos dirigimos de nuevo a la sala del tribunal.

8

El presidente le dijo al oficial del juzgado que llamara al testigo Antonio Renna.

Atraveso la sala mirando a su alrededor con aire chulesco. Tenia aspecto de campesino. Figura rechoncha, camisa a cuadros, cuello anos 70, piel oscura y ojos de pillo. De una pilleria nada simpatica, del tipo apenas pueda te engano. Se subio un poco los pantalones por la cintura, con un gesto que me parecio obsceno, y se sento con calma en el sitio destinado a los testigos, que el oficial del juzgado le habia mostrado. De espaldas a la jaula en la que se hallaba Abdou. Se sento comodamente, ocupando toda la silla y apoyandose relajadamente en el respaldo. Tenia un aire de satisfaccion y yo pense, al contrario, que queria quitarle toda aquella chuleria.

El interrogatorio de Cervellati no fue nada mas que una especie de repeticion del ya efectuado durante las investigaciones preliminares. Renna dijo exactamente las mismas cosas, en el mismo orden y mas o menos con identicas palabras.

Cuando llego su turno Cotugno hizo alguna pregunta, completamente intrascendente. Solo para mostrar a sus clientes, es decir, los padres del nino, que existia y se estaba ganando sus honorarios.

Estaba a punto de empezar mi contrainterrogatorio cuando Margarita me susurro algo al oido.

– No se por que, pero este es un mierda.

– Ya lo se -repeti. Luego me dirigi al testigo.

– Buenos dias, senor Renna.

– Buenos dias.

– Yo soy el abogado Guerrieri y defiendo al senor Thiam.

Ahora le formulare algunas preguntas, rogandole que las conteste con brevedad y sin comentarios.

Mi tono era intencionadamente odioso. Queria provocarle, para ver si lograba encontrar un resquicio y colocar mi golpe. Como en el boxeo.

Renna me miro con sus ojos porcinos. Luego se dirigio al presidente.

– Senor juez, ?pero yo tambien estoy obligado a contestar a las preguntas de un abogado?

– Debe contestar, senor Renna.

El rostro del presidente expresaba que, de haber podido, habria prescindido con mucho gusto de mi y de la mayoria de abogados. Sin embargo no podia. Yo, ademas, habia ganado una ligera ventaja. El propietario del bar habia respondido a la provocacion y ahora era mas vulnerable.

– Entonces, senor Renna, usted dijo al fiscal que la tarde del 5 de agosto de 1999 habia visto al senor Thiam caminar rapidamente del norte hacia el sur. ?Es exacto?

– Si.

– ?Se acuerda de cuando le interrogo el fiscal, durante las investigaciones?

– Me interrogo una semana despues, me parece.

– ?Cuando declaro ante los carabineros?

– Antes, el dia anterior.

– ?A su bar acuden ciudadanos extracomunitarios?

– Alguno. Vienen, toman cafe, compran tabaco.

– ?Sabe decirnos de que nacionalidad?

– No lo se. Son todos negros…

– Aproximadamente, ?puede decirnos cuantos negros acuden a su bar?

– No lo se. Son los que venden en la playa, y tambien por la calle. A veces se ponen delante de mi bar.

– Ah, se ponen delante de su bar. Pero no le molestan en su trabajo, ?verdad?

– Molestan, molestan, y tanto que molestan.

– De acuerdo, perdone, si molestan, ?por que no llama a los municipales o a los carabineros?

– ?Por que no les llamo? Yo les llamo, ?pero tu les has visto venir alguna vez?

Ahora estaba indignado de verdad. Finalmente Cervellati comprendio a donde queria ir a parar. Pero era demasiado tarde.

– Presidente, veo que la defensa sigue haciendo preguntas a todos los testigos que no tienen nada que ver con los hechos del proceso. No se si es posible proseguir de esta manera.

Antes de que Zavoianni hablara lo hice yo.

– He acabado con este punto, presidente. Paso a otro.

– Proceda con mucho cuidado, abogado Guerrieri. Con mucho cuidado -dijo el presidente.

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