– Bueno, senor Renna, tengo alguna pregunta mas para usted… de acuerdo, si, querria ensenarle unas fotos -saque de la cartera una serie de fotocopias en color de fotografias. Hice este gesto intencionadamente de manera patosa.

– Presidente, ?puedo acercarme y ensenar al testigo estas fotografias?

– ?De que fotos se trata, abogado?

Ahora me disponia a andar sobre el abismo. Una palabra equivocada por un lado, y acabaria con un expediente disciplinario. Una palabra equivocada por el otro, y destrozaria casi todo lo que habia hecho hasta aquel momento.

– Son fotografias de ciudadanos extracomunitarios, presidente. Quiero comprobar si el testigo reconoce a alguno.

Neutro.

El presidente hizo el gesto habitual para indicarme que prosiguiera. Confie en que Cervellati no pidiera examinar las fotos, o no pidiera explicaciones mas precisas sobre las personas retratadas, a lo que tenia derecho. No lo hizo. Yo me acerque al testigo con las fotos en la mano.

– Entonces, senor Renna, ?quiere observar estas diez fotografias?

Note como mis latidos se aceleraban freneticamente.

Renna contemplo las fotografias. Ya no estaba tan comodo como al inicio de su testimonio. Se habia desplazado al borde de la silla. Posicion de fuga, la llaman los psicologos.

– ?Reconoce a alguien en estas fotografias?

– No creo. Son muchos los que pasan por mi bar, no me puedo acordar de todos.

Recogi las fotos y regrese a mi sitio, antes de hacer la siguiente pregunta.

– Pero, corrijame si me equivoco, del senor Thiam se acordaba muy bien, ?verdad?

– Claro, el pasaba siempre.

– Si lo viera, personalmente o en fotografia, lo reconoceria, ?verdad?

– Si, si, es aquel que esta en la jaula.

Solo en aquel momento hizo el ademan de girarse. Yo permaneci en silencio algunos segundos, antes de la conclusion.

– Sabe, senor Renna, le he hecho esta ultima pregunta porque entre las diez fotografias que le he mostrado, hay dos retratos del senor Thiam, el acusado. Pero usted ha dicho que no le parecia reconocer a nadie. ?Como explica este hecho?

Golpes de efecto de este tipo son muy raros en los juicios, como en la vida. Cuando se consiguen es dificil describir la sensacion que uno experimenta. Sentia el tiempo ralentizado, la tension en el ambiente y en mi piel. Sentia los ojos de Margarita sobre mi, sabia que no hacia falta preguntarle si habia sido brillante. Habia estado brillante.

– Ensename esas fotos…

Habia pasado al tuteo, y no por simpatia. Ocurre.

– No se preocupe por las fotos. Le aseguro que dos de estas fotos retratan al acusado, tal como el tribunal podra verificar enseguida, cuando se las entregue. Me gustaria que usted me dijera como se explica -si se lo explica- que no haya sido capaz de reconocer al senor Thiam.

Renna contesto casi en dialecto, con rabia.

– Como se explica y como se explica. Son todos iguales, estos negros. Como puede saberlo uno, pasado un ano… Me gustaria verte a ti, abogado, me gustaria verte…

Detente, detente, detente. Dije para mis adentros mientras notaba el terrible impulso de hacer otra pregunta y ganar por goleada. O provocar alguna averia. Detente.

– Gracias, presidente, he terminado. Pido poder adjuntar las fotos, mejor dicho, las fotocopias utilizadas durante el contrainterrogatorio. Las dos que representan al acusado llevan una anotacion en el reverso. Las otras son personas ajenas al proceso y han sido extraidas de diversas revistas.

Cervellati quiso hacer alguna pregunta, tal como le permitia la ley. Pero el mismo hecho de que utilizara aquella posibilidad habria querido decir que habia acusado el golpe.

Le hizo repetir a Renna su narracion, le hizo puntualizar que un ano antes tenia un recuerdo fresco y que desde entonces no habia visto mas al acusado, ni en persona ni en fotografia. Devolvio algunos golpes, pero ambos sabiamos que no seria facil quitarles de la cabeza, a los miembros del jurado popular, la impresion que habian experimentado aquella manana.

9

En la siguiente sesion -miercoles 21 de junio- Margarita no acudio porque tenia que terminar un trabajo. Me habia dicho que intentaria estar durante el interrogatorio de Abdou, a la semana siguiente.

Aquella manana se escucho a los padres y los abuelos del nino. El fiscal y el abogado de la acusacion particular los interrogaron mucho tiempo sobre detalles insignificantes. Lo habrian podido evitar.

Yo hice muy pocas preguntas al abuelo. ?Disponia de una polaroid? La tenia y se acordaba de haber hecho fotos en la playa, el verano anterior. Era posible -pero el no se acordaba- que el nino hubiera hecho alguna. Sin embargo, no sabia decir a donde habian ido a parar las fotos.

A los padres no les pregunte nada, y mientras los observaba, durante el interrogatorio del fiscal, me avergonce de haber hecho aquellas preguntas sobre su separacion al teniente de los carabineros.

Ellos tenian mas o menos mi edad. El era ingeniero y ella profesora de educacion fisica. Francesco era su unico hijo. Contestaban a las preguntas de la misma manera y se comportaban de la misma manera. Apagados, sin rabia. Nada.

Abdou paso toda la audiencia agarrado a la jaula, la cara entre los barrotes, los ojos fijos en los testigos, como si quisiera llamar su atencion y decirles alguna cosa.

Pero aquellos no se fijaban en nadie y al final de la declaracion se marcharon, sin lanzar ni siquiera una mirada a la jaula en la que se encontraba encerrado Abdou.

No les interesaba nada de nada, ni tan solo que el presunto autor de toda aquella destruccion fuera castigado.

Yo pense que si hubieramos tenido un nino cuando Sara habia hablado de ello, ahora habria tenido unos seis anos.

El juicio fue aplazado hasta el lunes siguiente para el interrogatorio del acusado y para las eventuales peticiones de pruebas suplementarias, antes de la deliberacion.

Sali de la sala, fresca gracias al aire acondicionado, y me envolvio el calor humedo y terrible de junio. Habia llegado, aunque con retraso. Me afloje la corbata y me desabroche el cuello de la camisa mientras bajaba por la gran escalinata central de la Audiencia.

Andaba hacia mi casa con un zumbido extrano por la cabeza. Pense que me iba a pasar lo que me habia ocurrido hacia un ano y me acorde de que desde entonces no habia subido mas a un ascensor.

Los pensamientos empezaron a entremezclarse, mientras el miedo se iba apoderando de mi. Me sentia como en las escenas de algunas peliculas de catastrofes, en las que el protagonista huye alocadamente, perseguido por el agua que esta inundando un subterraneo.

Extranamente esta idea me ayudo. Me dije que ya no tenia ganas de huir. Me detendria, contendria la respiracion y dejaria que la ola me arrastrase. Que sucediera lo que tenia que ocurrir.

Asi lo hice. Quiero decir que me detuve en la calle, inspire profundamente y permaneci quieto, con la respiracion suspendida algunos segundos.

No paso nada y cuando expulse el aire me senti mejor. Mucho mejor, con el cerebro que funcionaba de nuevo, lucidamente, como si lo hubieran limpiado de golpe de las viejas incrustaciones y las acumulaciones de escombros.

Fue en aquel momento cuando pense en ir al despacho, antes de ir a casa. Habia decidido hacer una cosa.

Вы читаете Testigo involuntario
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату