Llegue a Santa Maria di Leuca a eso de las once y alquile una habitacion en una pequena pension a orillas del mar. Fui a cenar y luego di una larga caminata, arriba y abajo, por el paseo maritimo, sentandome de vez en cuando en un banco para fumarme un cigarrillo, mirando a la gente, gozando del fresco de la noche. Hacia la una y media me fui a la cama. Me dormi de golpe, para despertarme a las nueve del sabado. Pense que no recordaba desde cuando habia dormido de aquella manera. Quiza desde los veinte anos o poco mas.
Aquellos dos dias consistieron en banos, sol, comer, leer, dormir y observar a la gente. Pensar, casi nada. Observaba a la gente en la playa, en los restaurantes, por las calles del pueblo, por la tarde. Pase horas observando a la gente, sin importarme que los demas me pudieran observar y me pudieran juzgar de algun modo. En la playa, el sabado por la manana, entable amistad con una senora de Lecce de unos sesenta y cinco anos, un tanto rechoncha, con un traje de bano de flores azules; por suerte completo. Era simpatica y me conto lo de su marido, fallecido hacia tres anos, y que ella habia estado muy mal durante cinco o seis meses, y pensaba que su vida se habia acabado porque se habian casado cuando ella tenia veintidos, y nunca habia estado con otro hombre. Luego habia empezado a pensar que quiza su vida no se habia acabado y que habia algunas cosas que siempre quiso hacer pero, bueno, por una razon u otra, siempre las habia aplazado. Ahora acababa de asistir a un curso de papiroflexia, que precisamente era una de aquellas cosas que siempre quiso hacer, porque cuando era pequena su abuela le regalaba juguetes bellisimos de papel doblado, recortado y coloreado. La abuela le prometia que se lo ensenaria cuando fuera mayor. Pero cuando tenia siete anos la abuela se murio y no se lo pudo ensenar. Entonces aprendio papiroflexia y era muy habil -me lo demostro doblando delante de mi un pinguino, una foca y tambien un reno- y le habian entrado ganas de hacer otras cosas y se habia puesto a hacerlas. Por ejemplo, ir a la playa sola, o viajar, ademas, por suerte, no tenia problemas economicos, iba tirando. Y sabes, jovencito, cuando tienes tantas cosas por hacer no tienes tiempo para pensar que tu vida se ha acabado, o cuanto te queda, ni que te moriras y etcetera. Te moriras igual, o sea que… Mientras me contaba todo esto se preocupaba de que pudiera quemarme y me ofrecia una crema protectora, intentando que me la pusiera. Y yo me la puse e hice bien, porque el sol calentaba y me habria quemado, seguro, al pasar todo el dia en la playa. Se intereso por mis asuntos y me encontre contandole mis cosas, algo que no habia hecho con nadie. Aparte del psiquiatra barbudo y con poco exito. Ella escucho sin decir nada y eso tambien me gusto.
Por la noche, despues de cenar fui a una especie de piano bar y me quede escuchando musica hasta bien entrada la noche. Hice amistad con el camarero, que era un estudiante de fisica que trabajaba los fines de semana para ganar algun dinero. Me dijo que habia dos chicas en una mesa cercana, en medio de la oscuridad, que le habian preguntado quien era yo. El estudiante de fisica me dijo que eran guapas y que, si queria, el les llevaria un mensaje. Lo dijo de manera simpatica, sin ser vulgar. Le di las gracias, pero no, quiza en otra ocasion, y el me miro un poco asombrado. Cuando me fui le deje una propina. Tal vez penso que me gustaban los hombres, pero me importaba un pimiento.
Tambien aquella noche dormi como un liron y me desperte alegre y reposado. Pase el domingo en la playa leyendo, zambullendome en el agua y untandome con la crema protectora que me habia dejado la senora de la papiroflexia.
A las siete, con el sol que todavia calentaba, tome la ultima ducha, pase por la pension para recoger el equipaje y regrese a Bari.
Estaba a pocos kilometros de casa cuando desde el movil, en el fondo de la bolsa, se oyo la senal de recepcion de un mensaje. Sentia curiosidad, porque hacia mucho tiempo que no recibia mensajes. Entonces me pare en una gasolinera, saque el movil y me esforce para recordar como se leian los mensajes, pues no lo habia hecho realmente en mucho tiempo. Tras un momento lo logre. El mensaje decia lo siguiente:
Me quede de piedra examinando aquellas palabras durante unos momentos y luego me dirigi hacia casa. Pasados unos minutos apague el aire acondicionado y baje las ventanillas. Se estaba levantando el mistral, que barria el aire humedo.
No sabia si era aquel viento el que me provocaba escalofrios sobre la piel caliente por el sol mientras volvia a casa con las ventanillas bajadas. En los altavoces sonaba la voz de Rod Stewart, que cantaba
No se si era el viento el que me provocaba aquellos escalofrios sobre la piel.
12
La sesion empezo con casi una hora de retraso, por motivos desconocidos. Tuve la sospecha de que antes de entrar a la sala se habia producido una enconada discusion de caracter reservado, porque tanto los jueces como los miembros del jurado entraron y se dirigieron a sus puestos con los rostros tensos. La unica excepcion era la senora guapetona a la izquierda del presidente. Ella siempre tenia el mismo aspecto de sosiego y de falsa concentracion. El que con admirable constancia habia mantenido durante todas las audiencias. La actitud que evidentemente consideraba
Pense que si no me equivocaba y habia habido una discusion, esta habia tenido como protagonistas especialmente al presidente y al juez adjunto. Lo pense mirando el modo en que se habian sentado. El presidente se habia girado ostensiblemente -incluso con la silla desplazada- hacia el lado opuesto al otro juez. Este ultimo miraba fijamente hacia delante y se limpiaba las gafas de manera nerviosa y casi obsesiva. No intercambiaron ni una sola palabra durante toda la sesion.
Pense que no eran las condiciones ideales para una sesion tan importante. Pense tambien, de manera completamente irracional, que el presidente ya habia decidido condenar a Abdou. Esta sensacion me acompano de manera opresiva toda la manana.
Margarita no habia venido, pero tampoco esperaba que lo hubiera hecho.
No se en base a que razonamiento estaba convencido de que no la veria, aquella manana. En realidad no se si existio siquiera un razonamiento. Lo cierto es que no esperaba verla, pocas horas despues de aquel mensaje.
Sacaron a Abdou de la jaula, sin esposas, le colocaron en la silla destinada a los testigos. Detras suyo, a medio metro de distancia, dos policias.
El presidente le pregunto si confirmaba no tener necesidad de un interprete. Abdou asintio y Zavoianni le dijo que no podia limitarse a hacer gestos y tenia que decir
Enseguida el presidente le pregunto si pensaba someterse al interrogatorio y Abdou contesto que si, hablando cerca del micro, con voz decidida. En aquel momento tomo la palabra el fiscal.
– Entonces, Thiam, en primer lugar: ?usted conocia al pequeno Francesco Rubino?
– Si.
– Pero cuando usted fue interrogado dijo que no le conocia, ?se acuerda?
Empezaba enseguida. Me levante disparado para la primera protesta.
– Protesto, presidente. Esta pregunta es inadmisible. Si el fiscal quiere impugnar el contenido de anteriores declaraciones del acusado, que lo haga diciendo a que acta se refiere y que lea literalmente las declaraciones que quiere refutar.
El presidente estaba a punto de hablar, pero Cervellati le precedio.
– Me refiero al acta del interrogatorio ante el fiscal con fecha del 11 de agosto de 1999. Procedo a su lectura para poder contrastarla de manera que la defensa no pueda quejarse. Bueno… usted dijo textualmente en ese