En el trayecto hacia el despacho empece a respirar empujando el aire debajo del diafragma, como hacia antes de un combate de boxeo. Intentando limpiar la mente para concentrarme en lo que debia hacer.
Llegue frente al portal, saque las llaves de la cartera, abri, entre y puse de nuevo las llaves en su sitio. Me abotone de nuevo la camisa y anude de nuevo la corbata. Luego, en lugar de dirigirme hacia la escalera como habia hecho durante un ano, aprete el boton de llamada del ascensor. Mientras el ascensor bajaba note como se aceleraban mis pulsaciones y llamaradas de calor me subian por el rostro.
Cuando llego el aparato me dije que no debia pensar ni tenia que esperar. Abri la puerta metalica, luego las dos portezuelas interiores. Entre, cerre la puerta metalica, cerre las portezuelas, mire los mandos, apoye el indice de la mano derecha, cerre los ojos y aprete.
Note el impulso hacia arriba del aparato y pense que no valia si mantenia los ojos cerrados. Los abri, mientras notaba que la respiracion se entrecortaba y los brazos se debilitaban, y las piernas se debilitaban.
Cuando el ascensor llego al octavo piso permaneci todavia algun momento inmovil. Me dije que no valia si no era capaz de permanecer todavia diez segundos alli, quieto, arriesgandome a que alguien necesitara el ascensor.
Conte. Mil uno. Mil dos. Mil tres. Mil cuatro. Mil cinco. Mil seis. Mil siete. Mil ocho. Mil nueve. Me detuve en el mil nueve, con la mano suspendida a la altura del pomo de una de las portezuelas internas. Tenia un hormigueo por todo el cuerpo, que se iba haciendo muy fuerte en aquel brazo y en aquella mano.
Habia detenido el tiempo.
Mil diez.
Lentamente abri una portezuela. Luego abri la otra. Despues abri la puerta metalica. Mire delante de mi, todavia dentro del ascensor, las anchas placas de marmol que pavimentaban el rellano. Pense que no debia poner los pies sobre las lineas entre una placa y otra. Tenia que fijarme y poner un pie en una placa y el otro en otra placa. Pense que era exactamente lo que siempre habia pensado -sin darme cuenta- al salir del ascensor, hasta que lo habia cogido.
Pense: a tomar por el culo.
Y puse el primer pie precisamente a caballo entre dos placas. Me desentendi del segundo y en cambio cerre el ascensor con mucha concentracion. Primero las dos portezuelas interiores, luego la puerta metalica, que acompane delicadamente hasta que note el estallido del cierre.
Permaneci apoyado de espaldas contra la pared del rellano quiza unos diez minutos. Sostenia la cartera frente a mi, con las dos manos, los brazos tendidos. De vez en cuando la balanceaba. Miraba hacia algun lado con los ojos semiabiertos y, creo, con una vaga sonrisa en los labios.
Cuando hubo transcurrido el tiempo adecuado me separe de la pared. Me acorde de que me habia encontrado al contable Strisciuglio hacia un ano, y pense en llamar a su puerta. Para contarle como habia acabado.
Pero no lo hice. Entre de nuevo en el ascensor, que nadie habia utilizado durante aquel tiempo, y me fui.
Era hora de regresar a casa.
10
Cuando era nino y me preguntaban que queria ser de mayor contestaba que
Despues -tendria ocho o nueve anos- presencie el arresto en la calle de un ladron. En realidad no se si se trataba de un ladron o de un descuidero o de otro tipo de pequeno maleante. Mis recuerdos son muy confusos. Solo se convierten en algo nitido durante una breve secuencia.
Estoy con mi padre y caminamos por la calle. Un estruendo de gritos detras nuestro y luego un chico delgado que pasa a nuestro lado corriendo -creo- como un rayo. Mi padre me protege, de manera que evita que un hombre que tambien sale corriendo me tire al suelo. El hombre lleva un jersey negro y mientras corre grita. Chilla en dialecto. Le grita al chico que se detenga, si no lo mata. El chico no se detiene por voluntad propia, pero quiza unos veinte metros mas adelante choca contra un senor. El hombre del jersey negro esta casi agarrandolo y, mientras tanto, llega otro, mas lento y mas gordo. Yo me libero del control de mi padre y me acerco. El hombre del jersey negro golpea al muchacho, que de cerca parece un nino. Le da punetazos en la cabeza y cuando el intenta protegerse le aparta las manos y le golpea otra vez.
Yo contemplo la escena, hipnotizado. Siento repugnancia fisica y una especie de verguenza por lo que estoy viendo. Pero no consigo evitar mirarlo.
Ahora llega el otro, el gordo, que tiene un aspecto bonachon y yo pienso que va a intervenir y va a acabar con aquella porqueria. Deja de correr a unos cinco o seis metros del chico, que ahora esta acurrucado en el suelo. Recorre aquella distancia andando y jadeando. Cuando esta encima del chico toma aliento y le da una patada en el estomago. Una sola, muy fuerte. El chico deja de llorar y abre la boca y se queda asi, sin poder respirar. Mi padre, que hasta aquel momento habia estado petrificado, hace un gesto para intervenir, dice algo. Es el unico entre toda la gente que esta alrededor. El del jersey negro le dice que no se meta donde no le llaman. «?Policia!», ladra. E inmediatamente los dos dejan de pegarle. El gordo levanta al muchacho por detras agarrandolo por la chupa, y le obliga a arrodillarse. Manos detras de la espalda, esposas, mientras lo agarra por el pelo. Este es el recuerdo mas obsceno de toda la secuencia: un chiquillo atado a merced de dos hombres.
Mi padre me aparta y la escena se disuelve.
Desde entonces deje de decir que queria ser
Alguna vez, a lo largo de los anos, habia recordado aquel episodio. Alguna vez habia pensado que habia escogido ser abogado por una especie de reaccion ante la repugnancia que me causo aquella escena. Alguna vez, en algun momento de exaltacion, me lo habia creido.
Sin embargo la verdad era otra. Ejercia de abogado por pura casualidad, porque no habia encontrado nada mejor o porque no habia sido capaz de encontrarlo. Lo que, obviamente, era lo mismo.
Me habia matriculado en derecho porque pensaba ir ganando tiempo, dado que no tenia las ideas muy claras. Despues de licenciarme habia pensado ganar mas tiempo yendo a aparcarme a un despacho de abogados, a la espera de aclararme las ideas.
Durante algunos anos, posteriormente, pense que ejercia de abogado a la espera de aclararme las ideas.
Luego deje de pensarlo, porque el tiempo pasaba y tenia miedo de tener que acarrear con alguna consecuencia por el hecho de aclararme las ideas. Poco a poco habia anestesiado mis emociones, mis deseos, mis recuerdos, todo. Ano tras ano. Hasta que Sara me saco de casa.
Entonces salto la tapadera y de la cacerola salieron muchas cosas que yo no imaginaba y que no habia querido ver. Que a nadie le gustaria ver.
«Cada hombre tiene recuerdos que solo contaria a sus amigos. Conserva cosas en la mente que incluso no contaria a sus amigos, sino solo a si mismo, y en secreto. Pero hay otras cosas que un hombre tiene miedo de revelarse incluso a si mismo, y cualquier persona de bien tiene un cierto numero de cosas de este tipo apartadas en la mente.»
Dostoievski,
No esta bien cuando aquellas cosas apartadas emergen. Todas de golpe.
Hacia estas reflexiones -y otras- en el despacho mientras clasificaba papeles de administracion ordinaria. Controlaba los vencimientos, escribia actas sencillas y sobre todo preparaba facturas. Tenia que hacerlo, ya que con la defensa de Abdou no me enriqueceria. El ambiente estaba fresco, gracias al aire acondicionado, mientras