mentir-, la explicacion es una sola y lamentablemente esta a la vista de todo el mundo.
Este concepto lo anote, porque tenia sentido y era necesario refutarlo explicitamente.
Cervellati continuo y, siguiendo el orden cronologico del juicio, empezo a hablar de los listados.
Dijo lo que yo esperaba. La averiguacion requerida por la defensa no solo no habia demostrado la inocencia del acusado, sino que facilitaba, al contrario, mas motivos para sostener la acusacion.
Porque aquel agujero de casi cinco horas, sin llamadas, en las que con toda probabilidad el aparato habia estado apagado, constituia una prueba a tener en cuenta. Era verosimil -muy verosimil, dijo- que el acusado, llegado a Bari desde Napoles, hubiera proseguido hacia Capitolo teniendo ya una idea en la cabeza. O quiza preso de un ataque. Era probable que hubiera apagado el movil, para no ser molestado durante su accion infame. Y esto explicaba, mejor que cualquier otra hipotesis, la ausencia de llamadas desde las diecisiete hasta pasadas las veintiuna.
Tambien durante esta parte del alegato final tome notas. Era un argumento insidioso que podia sugestionar a los jueces.
Siguio una reconstruccion hipotetica sobre como Abdou podia haber llevado a cabo su plan, explotando de manera enganosa y abyecta la confianza del nino.
Lo que habia ocurrido despues del secuestro podia ser conjeturado facilmente. El nino, dandose cuenta de lo que estaba ocurriendo, habia intentado resistirse ante el violento ataque. Tal vez habia intentado huir, y eso habia provocado la reaccion fatal del acusado. Probablemente no se habian encontrado huellas de abusos sexuales porque la situacion se habia precipitado antes de que el mencionado abuso -que evidentemente era el objetivo que perseguia el acusado- se hubiera producido.
En conclusion, el fiscal explico los motivos por los cuales la unica pena adecuada para aquel delito era la de cadena perpetua. Era la parte mas convincente de todo el alegato final porque, efectivamente, la cadena perpetua era la pena mas idonea para el autor de un acto como aquel.
Mientras pensaba esto, Cervellati concluia con la formula ritual de la peticion de condena.
– Por los motivos hasta ahora enunciados, les ruego que confirmen la responsabilidad penal del acusado respecto a todos los delitos que le han sido imputados y le condenen por ello a la pena de cadena perpetua, en aislamiento diurno durante seis meses, aplicandole ademas la pena adicional de la privacion perpetua de los oficios publicos.
Respire profundamente, mire el reloj y me di cuenta de que habian pasado casi dos horas.
El presidente dijo que debiamos hacer una breve pausa antes de conceder la palabra a la acusacion particular. Luego habria una interrupcion de una hora para el almuerzo y al reanudar la sesion hablaria yo. Tras las eventuales replicas el tribunal se retiraria a la Camara del Consejo.
La sala se vacio y yo tambien me levante para ir a fumar, mientras se quedaba solo Cotugno, que preparaba los ultimos detalles de su alegato final.
Fuera, una periodista que no habia visto nunca antes me pregunto que pensaba de la peticion del fiscal.
Pensaba que raras veces habia oido peticiones tan idiotas. Tuve el impulso de verbalizar este pensamiento, pero evidentemente no lo hice. No dije nada, alce los hombros, movi la cabeza y alargue las manos, con las palmas hacia arriba. Me aleje mientras sacaba la cajetilla de cigarrillos y la chica me contemplaba un poco atonita.
Estaba bastante tranquilo. No tenia ganas de volver a examinar mis notas. No tenia ganas de hacer nada mas hasta el momento en que me tocara hablar a mi. Y a pesar de todo no sentia la necesidad de hacerlo.
Era una sensacion nueva para mi. Siempre llegaba con nervios a las citas importantes, de trabajo, de estudio o de lo que fuera. Siempre lo dejaba para el ultimo momento, la ultima noche, el ultimo repaso y luego siempre tenia la impresion de haber robado algo y de haberme salido con la mia. Lograba una vez mas tomarle el pelo al mundo. Una vez mas no habian logrado descubrirme, pero para mis adentros sabia que era un impostor. Mas tarde o mas temprano alguien se daria cuenta. Seguro.
Aquella manana me encontraba bien. Sabia que habia hecho todo lo que podia. Tenia miedo, pero se trataba de un miedo sano, no el miedo de ser descubierto y de que todos se dieran cuenta de que era falso. Tenia miedo de perder el proceso, tenia miedo de que Abdou fuera condenado, pero no tenia miedo de perder la dignidad. No me sentia un impostor.
Cotugno hablo poco mas de una hora, utilizo muchos adverbios y muchos adjetivos y logro no decir absolutamente nada.
En la pausa para el almuerzo subi al sexto piso, al colegio de abogados. Necesitaba un diccionario para verificar una idea que se me habia ocurrido mientras hablaba el fiscal. Encontre a la empleada cerrandolo todo y a punto de marcharse, pero consegui convencerla de que se trataba de una emergencia. Me permitio entrar en la biblioteca, donde hice mi verificacion y tome algunas notas. Luego se lo agradeci, la salude y me marche.
Me apetecia entonces salir para andar un poco, pero fuera el calor era insoportable. Entonces fui al bar de los juzgados, pedi un batido y un croissant, me sente a una mesa y deje pasar el tiempo.
Cuando llego la hora me levante, regrese a la sala, me quite la americana y me puse la toga. Casi al mismo tiempo sono la campanilla y se abrio la puerta de la Camara del Consejo. Los jueces entraron uno tras otro y yo los contemplaba, de pie, con los brazos cruzados, apoyado en la pierna izquierda. Todos se sentaron y me sente tambien yo. Se impuso el silencio.
– Tiene la palabra la defensa del acusado -dijo sobriamente el presidente.
Me estaba levantando cuando note las miradas de algunos jueces, que convergian en un punto justo detras de mi. Note como alguien me apretaba delicadamente el brazo izquierdo por encima del codo. Me gire y vi a Margarita. Jadeaba ligeramente y tenia algunas pequenas gotas en el labio superior. Esbozo una suave sonrisa, no dijo nada y se sento a mi derecha.
Antes de que comenzara a hablar pasaron algunos segundos.
– Senores jueces, como les ha dicho el fiscal, este proceso concierne a uno de los crimenes mas horribles y contra natura. La muerte violenta de un nino, con la secuela de dolor incomprensible, sin medida, para los padres de ese nino.
– Si nuestra defensa, de alguna manera, involuntariamente, ha faltado al respeto a ese dolor, pido disculpas.
El presidente me miro sin simpatia alguna. Pensaba que aquella manera de empezar era solo un artimana para meterme en el bolsillo al jurado. Estaba seguro de que asi lo creia y senti la necesidad de decirle que lo sabia, y que me importaba un bledo.
– Alguien podria pensar que este es un modo, bastante miserable por cierto, de captar la simpatia de los jueces. Como minimo la de los miembros del jurado. No seria una reflexion absurda porque, a menudo, nosotros los abogados hacemos estas cosas. Y a pesar de ello cada uno es libre de pensar lo que crea mas oportuno. Tambien porque los procesos no se juzgan ni se dirimen en base a las simpatias o a la antipatia del abogado o del fiscal. Por suerte. Los procesos se deciden -permitanme la banalidad- en base a las pruebas. Si las hay, se condena. Si faltan o si son insuficientes o contradictorias, se absuelve.
»Y es por eso que nos hemos de preguntar en base a que criterios podemos afirmar que las pruebas en un proceso son suficientes, y permiten condenar, o son insuficientes o contradictorias, y obligan entonces a absolver.
»Para reflexionar sobre esto podemos partir del planteamiento que ha utilizado el fiscal.
»El fiscal ha dicho -he anotado textualmente la frase-, ha dicho:
»Entonces para verificar la consistencia y la credibilidad de la argumentacion de la acusacion, hemos de verificar que significa verosimilitud.
Hice una pausa, tome del banco el papel en el que habia tomado las notas poco antes en la biblioteca y lei.