catedral. Las aclamaciones se alzaban al paso de los caballos, y ella respondia con gesto timido, con una sonrisa temblorosa que contrastaba con el entusiasmo que suscitaba su presencia.

Las mujeres que iban a formar su sequito se precipitaron a las ventanas, movidas por un mismo impulso. Agitaban sus panuelos mientras la carroza se aproximaba a la casa de la reina madre, donde Maria Teresa habia de pasar su primera noche francesa. Entre los mosqueteros de la escolta, Sylvie reconocio a Saint-Mars. Tambien vio entre la multitud a Perceval, que se comportaba como hombre que encuentra un verdadero placer en el ejercicio de miron… Luego llego el momento de las reverencias, cuando, su mano posada en la de Ana de Austria, la infanta hizo su entrada, en medio de un profundo silencio, en la casa que iba a ser la suya durante un tiempo tan breve. Vista de cerca, era visible que habia llorado mucho pero que se esforzaba por guardar la compostura.

Al ver aproximarse a aquella nina desolada, rigida dentro de su enorme vestido de raso encarnado recamado en oro, que parecia sostenerla mas que vestirla, Sylvie sintio un impulso de piedad y simpatia. En aquel rostro joven se leia la dulzura, y tambien la resignacion. La reina madre procedia ahora a las presentaciones: primero la superintendente; luego la dama de honor; despues, fue su nombre el que salio de los labios reales:

— La senora duquesa de Fontsomme os gustara, hija mia -dijo en espanol-. Ha sido ella quien ha ensenado a tocar la guitarra al rey, que lo hace muy bien. Sirve a nuestra corona desde que tenia quince anos. Es recta y leal. Ademas, habla nuestra lengua a la perfeccion.

Los dulces ojos azules, tan melancolicos, se iluminaron, y cuando Sylvie le dio una protocolaria bienvenida en el mas puro castellano, la joven contesto que se alegraba sinceramente de sus futuras relaciones. Mientras pasaban a otras damas, Sylvie descubrio lo impensable: aquella hija de una princesa francesa no conocia su lengua materna. Ahora bien, al margen de la reina madre, de Madame de Motteville, de ella misma y, felizmente, tambien del rey, nadie en la corte practicaba la lengua del Cid.

«?Muy bien! -penso Sylvie sin desanimarse lo mas minimo-. Intentaremos ensenarle el frances.»Mientras tanto, Maria Teresa habia sido conducida hasta su habitacion, de la que habian tomado ya posesion su camarera espanola, la morena y seca Molina, la hija de esta y una enana horrenda vestida de manera extravagante, que respondia al nombre de Chica y toqueteaba todo lo que caia en sus manos. Costo conseguir un poco de tranquilidad, y mientras Molina se encargaba de la recepcion de los cofres que venian de Espana, las damas francesas pudieron liberar a su joven ama del estorbo del «guardainfante» y del pesado tocado de plumas. Tuvieron entonces la sorpresa de descubrir debajo de todo aquello a una joven llena de gracia, de formas perfectas y poseedora del mas hermoso cabello rubio rizado que jamas habian visto.

— ?Nuestro rey tiene mucha suerte, senora! -dijo en voz baja Sylvie, lo que le valio una sonrisa radiante.

Mientras, el citado rey recibia una reprimenda importante de su madre: habia expresado el deseo de consumar el matrimonio aquella misma noche, y se le recordaron agriamente las conveniencias. Finalmente, todos -es decir, las dos reinas, el rey y Monsieur- se reunieron para cenar en petit comite. Maria Teresa aparecio vestida con un neglige de batista abundantemente adornado con encajes y cintas, y el cabello peinado suelto, un espectaculo que hizo brotar una sonrisa de los labios de su esposo.

Despues de dejar a la familia real sentada a la mesa, Sylvie regreso a la alcoba con Madame de Navailles para poner un poco de orden y preparar el momento de acostar a la joven reina. Encontraron a Molina desconsolada: faltaba un cofrecito de joyas.

— ?Estais segura? -pregunto Sylvie.

— Completamente. Cuando cargamos el coche que esta aun abajo, yo misma puse los tres cofrecitos de las joyas… ?y solo me han subido dos!

— Faltara por subir el tercero.

— No. He ido a ver. El coche esta vacio.

— ?Quien lo ha descargado?

— Los criados los baules grandes, y dos soldados los cofrecitos.

— Esto corresponde a la senora superintendente -dijo Madame de Navailles-, pero como ha ido a cenar con el cardenal, me ocupare yo. Voy a interrogar a los criados. Madame de Fontsomme, ?tendreis la bondad de ir a echar un vistazo abajo?

— Con mucho gusto.

Delante de la casa Haraneder habia cierta confusion alrededor de un carruaje vacio que dos gentileshombres de la reina madre registraban minuciosamente ante la mirada inexpresiva del cochero. Las personas atraidas por la descarga del equipaje se retiraban. Sin embargo, a unos pasos de la puerta, dos mosqueteros discutian animadamente. Uno de ellos era Monsieur d'Artagnan. Sylvie se acerco:

— Sois el capitan d'Artagnan, ?no es asi?

— Teniente solamente, mudame -respondio el con un saludo.

— ?Podeis explicarme que ha ocurrido? Soy la duquesa de Fontsomme, dama de compania suplente de la nueva reina.

— Un caso grave, me temo, senora duquesa. Para honrar a la Infanta, el rey habia decidido que mis mosqueteros guardarian esta noche las puertas de su casa. Cuando llegaron los coches, estaban de guardia Monsieur de Laissac, aqui presente, y Monsieur de Saint-Mars.

— Monsieur de S…

— ?Le conoceis?

— Apenas, pero continuad, os lo ruego.

D'Artagnan explico entonces que en el momento de detenerse los carruajes -la escolta espanola no habia cruzado las puertas de la ciudad-, los lacayos se habian encargado de los grandes baules de cuero, pero que el intendente de la reina madre habia rogado a los guardias que se ocuparan en persona de los cofrecitos sellados con las armas de Espana. Uno tras otro, Laissac y Saint-Mars los habian subido, esperando cada uno para hacerlo a que el otro hubiera bajado. Pero al bajar por segunda vez, De Laissac no habia encontrado ni el ultimo cofrecito ni a Saint-Mars…

— ?No supondreis que haya podido…? ?Oh! Es un gentilhombre y un soldado… -protesto Sylvie.

— Lo se, y creedme que la perspectiva no me hace feliz…

— ?No hay ninguna razon para que se haya marchado con el cofrecito! Si Monsieur de Saint-Mars ha abandonado su puesto, tiene que haber tenido un motivo… grave. Una razon importante. Sabeis igual que yo la… atraccion que ejerce sobre el la casa Etcheverry, en la que me alojo…

— Sin duda. ?Por desgracia, alguien le ha visto!

— ?Apoderarse del cofre y huir con el?

— Si.

— ?Quien lo afirma?

— El hombre que veis alli abajo, guardado por dos de mis hombres. Es uno de los peregrinos del hospicio, y ha visto a Saint-Mars salir corriendo en direccion al mar.

Desconcertada, Sylvie intentaba poner en orden sus ideas. La cita acordada con Maitena era para la noche del dia siguiente, y Saint-Mars no tenia ninguna razon… a menos que… Creyo oir de nuevo la voz tan triste del joven murmurar: «Soy pobre… De no ser asi, entraria audazmente en la casa de Etcheverry y le pediria la mano de su hija.» Se sintio acongojada. ?No habia podido resistir la tentacion, al verse delante de la fortuna que representaban las joyas de una infanta? Despues de todo, no conocia a aquel hombre, ni hasta donde podia arrastrarle la pasion. Sin embargo, algo le decia que era imposible; Saint-Mars tenia una mirada demasiado franca, demasiado directa. Ademas, Maitena, tan orgullosa, nunca aceptaria deber su felicidad a un robo miserable… y sobre todo realizado de una manera tan estupida. Era de noche, pero marcharse con un cofre bajo el brazo pensando que nadie iba a verle era decididamente ridiculo. Se dio cuenta de que estaba pensando en voz alta cuando oyo a D'Artagnan opinar:

— Estoy bastante de acuerdo con vos, y creo conocer a mis hombres, pero nunca se sabe lo que puede pasar por la cabeza de un muchacho enamorado. Si no hubiera ese testigo…

— ?Puedo hablarle?

— Claro que si. Venid conmigo.

El peregrino, que lucia con ostentacion un gran sombrero de fieltro abollado y adornado en el reverso con la

Вы читаете El Prisionero Enmascarado
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату