adormecida bajo un cielo azul oscuro puntuado de estrellas y acariciado por el claro de luna. Por un instante, se detuvo a contemplar tanta belleza sin oir siquiera el roce de su vestido sobre el suelo. Entonces oyo el ligero crujido de unos pasos que se acercaban: venia una pareja. Ella se apreto contra la balaustrada, a la sombra de una estatua, avergonzada de subito por su situacion de espia involuntaria. Era una enemiga jurada de los chismes de la corte y de quienes se dedicaban diariamente a coleccionarlos y difundirlos, y quiso alejarse, pero la retuvo una carcajada seguida de un:
— Diantre, querida pequena, ?sabeis que esto se parece mucho a un secuestro?
— ?Que otra solucion hay cuando se quiere hablar a alguien? Hace semanas que no se os ha visto, y apareceis junto a Madame en el momento en que menos se os esperaba. He aprovechado la ocasion y me he escapado cuando saliais, os he seguido y os he pedido un momento de conversacion. ?Estais enfadado conmigo… monsenor?
Las dos voces eran inconfundibles para Sylvie. Eran las de su hija y Beaufort. Se quedo donde estaba, cuidando de ocultarse mejor detras de la estatua. Por lo demas, la noche era lo bastante clara para que distinguiera sin esfuerzo a los dos paseantes, que parecian dirigirse a la cascada.
— De ninguna manera, senorita. Me sentiria mas bien halagado… si no temiera que vuestra intencion sea comunicarme algun contratiempo relativo a la duquesa, vuestra madre.
— ?Mi madre? ?Que tiene que ver, y por que suponeis que deseo hablar de ella?
— Porque los dos nos criamos juntos o poco menos, y porque no podeis ignorar hasta que punto me es querida.
La subita calidez del tono de Francois hizo que contrastara con mas fuerza la colera que vibro en la voz de Marie.
— ?Un afecto desperdiciado! Mi madre os detesta, senor duque. ?Olvidais que disteis muerte a mi padre? Es un buen motivo para que no os quiera.
— ?Lo se muy bien! Y creedme que estoy mas desolado por ello de lo que podria expresar. Y lo mismo digo de la brutalidad de vuestra acusacion. Mate al duque de Fontsomme pero no queria hacerlo, y eso lo cambia todo. Sois demasiado joven para entender lo que era la Fronda cuando no estabamos en el mismo bando. Y un duelo, cuando las armas y el valor son iguales, no tiene nada que ver con un asesinato.
A pesar de la sombria gravedad de las palabras de su acompanante, Marie se echo a reir.
— Os tomais mucho trabajo para abogar por una causa ganada desde hace mucho tiempo. Por lo menos, para mi…
— Esa absolucion me hace muy feliz -dijo Beaufort en tono grave-. ?Es de eso de lo que queriais hablarme?
Hubo un silencio, como si Marie vacilara al borde de lo desconocido, pero era demasiado intrepida para dudar mucho tiempo. Ademas, hacia muchos dias que ensayaba las palabras que iba a pronunciar. Detras de la estatua, su madre oyo:
— Quiero deciros que os amo y que quiero ser vuestra esposa.
Hablo con sencillez, pero con una nobleza que hizo temblar a Sylvie porque en sus palabras era perceptible la determinacion que las animaba. En su pequena Marie se revelaba ahora una mujer que habia sopesado profundamente cada una de las palabras que acababa de pronunciar. Francois tambien debio de darse cuenta de ello, porque no se rio e incluso dejo pasar unos momentos antes de contestar.
— ?Quien soy yo para merecer ser elegido por una persona tan encantadora como vos? ?Y tan joven…! Demasiado sin duda para saber de verdad lo que es amar.
— ?Por piedad, dejad a un lado los topicos gastados! No hay edad para el amor, y no ignoro que mi madre os amo cuando era aun una nina pequena.
— Hasta que conocio a vuestro padre. El corazon cambia, Marie… a vos os sucedera como a la duquesa.
Sylvie, con lagrimas en los ojos, le envio un pensamiento lleno de gratitud. Francois sabia muy bien que ella siempre le habia amado y que el matrimonio no habia significado ningun cambio, pero era bueno que Marie lo creyera asi. ?Como reaccionaria si llegase a ver una rival en su madre? Mientras tanto, Marie habia pasado de nuevo al ataque:
— ?Y el vuestro, monsenor? ?Que le sucede a vuestro corazon? -dijo en un tono de ironia feroz que asusto a su madre, porque revelaba a la mujer que seria muy pronto, con su disposicion combativa y su capacidad de sufrimiento-. ?Tan abarrotado esta por vuestras numerosas queridas que no queda en el espacio para un amor… legitimo?
— Cuanto mas numerosas son las queridas, menos espacio ocupan. A decir verdad, nunca han ocupado el menor lugar en el.
— ?Como, no amais a las mujeres a las que solicitais?
— No creo haber solicitado a ninguna.
— ?De verdad? ?Y Madame d'Olonne?
Beaufort se encogio de hombros.
— Elegid mejor los ejemplos, senorita. Madame d'Olonne no lo es… ?sobre todo para una joven! Y desde luego no pertenece a la clase de mujeres a las que se ama.
— ?Y Mademoiselle de Guerchy?
— Mademoiselle de Guerchy tampoco.
— Hablemos entonces de Madame de Montbazon. ?Por lo menos a ella la amasteis?
Una repentina colera hizo brillar los ojos de Beaufort.
— ?A ella os prohibo tocarla! ?Respetad a los muertos, Marie de Fontsomme! ?Y sobre todo a ella! Creo que voy a dejaros seguir sola este paseo. -Empezo a alejarse, pero ella le retuvo con un grito.
— ?No…! Os lo suplico, quedaos aun un momento. Y perdonadme si os he herido, pero ya veis, es la primera vez que amo (y seguramente, tambien la ultima, penseis como penseis), y no se muy bien que debo hacer.
— El verdadero amor no necesita que le digan lo que debe hacer. Ahora escuchadme, hija mia…
— ?No soy vuestra hija, ni quiero serlo!
— ?Dios mio, que fastidiosa sois! ?Dejad de jugar a interrumpirme! Lo que quiero deciros es serio. En primer lugar, habeis de saber que no me casare nunca. Cuando era nino me destinaron a la Orden de Malta, y la idea me gustaba porque siempre he sonado con recorrer los mares. Pero no llegue a profesar nunca, y tampoco he llegado a ver los campanarios de la santa isla guerrera…
— Luego nada os impide casaros…
— Si: ?yo! Porque nunca la mujer que amo (?perdonadme si os irrito, pero es preciso que lo diga!), nunca esa mujer me aceptara por esposo…
Marie retrocedio como si una bala acabara de alcanzarla.
— ?De modo que amais a alguien? -dijo con una voz tan alterada que dolio a Sylvie-. ?Quien es?
— Nunca lo he dicho mas que a Dios y a ella. Y ni siquiera estoy seguro de que ella me haya creido…
— Entonces ?por que no renunciar y tomar a la que tal vez podria ayudaros a olvidar?
— A mi edad no se olvida, y seria obligaros a correr un riesgo demasiado grande. ?Mereceis a alguien mejor! Mirad hacia delante, no hacia atras. Yo pertenezco al pasado.
— ?De la corte tal vez, pero no de la gloria! Sois un guerrero, sereis almirante despues de vuestro padre y perseguireis al enemigo en todos los mares del mundo. ?Sereis un heroe! Y yo quiero ser la mujer de un heroe… no de un pisaverde de la corte que espia continuamente el menor fruncimiento del entrecejo del soberano.
Francois se echo a reir con tantas ganas que la atmosfera se aclaro.
— Empiezo a entender por que dais tanta importancia a cargar con un vejestorio. Un marido no esta casi nunca en casa, y eso permite a su esposa llevar la vida que mas le gusta sin renunciar por ello a llevar con orgullo la aureola de la gloria.
El grito de rabia de Marie ahuyento a una lechuza que disfrutaba pacificamente de la brisa nocturna.
— ?Oh, es indigno…! Pero podeis decir lo que gusteis, no me hareis cambiar de opinion. ?Estoy decidida a no casarme con nadie que no seais vos… o Dios!
Y dicho eso, se volvio y echo a correr hacia el castillo iluminado, despues de recoger con las dos manos su falda de raso rosa, sin imaginar ni por un momento que dejaba a su madre sumida en un abismo de reflexiones… ni que su bienamado, al verla marcharse, exhalaba un «?uf!» de alivio.