Aquel amor era peor que inoportuno, e incluso le asustaba, a el que nunca habia tenido miedo de nada. He aqui que despues de diez largos anos de penitencia, sin una sonrisa de Sylvie, sin siquiera poder rozar por un segundo sus dedos con los labios, a esta joven atolondrada se le ocurria amarle. ?Que pensaria su dulce y orgullosa Sylvie si supiera que se habia apoderado del corazon de su hija? ?Que estaba buscando una venganza sordida por diez anos de desdenes, o un medio mas sordido aun de aproximarse a ella en contra de su voluntad?
Recuperando una costumbre suya familiar en otro tiempo, cuando de nino se encontraba indeciso en Anet o Chenonceau, recogio unos guijarros del suelo y los lanzo de modo que rebotaran en la superficie del Gran Estanque. Y fue el agua la que le sugirio una solucion: hacerse a la mar, pedir al todopoderoso Fouquet que le consiguiera un mando, realizar por fin aquel sueno, el mas verdadero, el mas puro. Volver la espalda a la corte, sus trampas y perfidias, y navegar como un simple capitan con un punado de hombres, sin esperar que la muerte del padre al que amaba le ofreciera el cargo de almirante.
El ultimo guijarro fortalecio su decision, y despues de lanzarlo se puso a buscar a su amigo Fouquet. Cuando se hubo alejado, Sylvie dejo por fin su escondite junto a la estatua y continuo su paseo interrumpido. La cabeza ya no le dolia, pero necesitaba mas que nunca reflexionar en silencio y soledad. Bajo hacia los reflejos plateados de la cinta del canal…
Mientras tanto Marie, de regreso al castillo, se encontro con Tonnay-Charente y Montalais, que la buscaban.
— ?Donde diantre estabais? -exclamo la primera-. ?Vaya idea la de desaparecer de ese modo, cuando estan ocurriendo cosas apasionantes!
Marie habria contestado con gusto que Beaufort le parecia el mas apasionante de los temas pero, ademas de que no estaba dispuesta a compartir su secreto con nadie, sin la menor duda habria sido tiempo perdido, porque sus dos amigas parecian enormemente excitadas.
— ?De verdad? -dijo en tono ligero-. ?Es que Monsieur ha hecho a su esposa una declaracion de amor publica?
— No nos habriamos molestado en dar un solo paso para contaros una cosa asi -dijo Montalais-. Se trata del rey.
— ?Vaya noticia! Todo el mundo sabe que esta locamente enamorado de su cunada, hasta el punto de hacer llorar a la reina.
— ?Nos dejareis hablar? -dijo con severidad Athenais-. Asi evitareis decir tonterias. Ahora bien, si no os interesamos…
Marie detuvo con un gesto su movimiento de retirada, y se excuso amablemente.
— No os molesteis, estoy un poco nerviosa ultimamente…
— Sin embargo, podeis ver a D'Artagnan todos los dias -dijo Montalais, seca.
— Claro que si, son otros temas los que me preocupan. Ahora, por favor, contadmelo todo.
— Pues bien, asi esta el asunto…
Athenais, que tenia grandes dotes de narradora, conto con gracia y fidelidad la pequena escena que se habia desarrollado en los aposentos de Madame despues de la marcha de Beaufort. El rey habia entrado para informarse a su vez del estado de la bella enferma, pero no se entretuvo. Se acercaba ya la hora de la cena y Su Majestad, dotado de un formidable apetito, no oculto que estaba hambriento. Fue ese detalle lo que realzo el caracter extraordinario de lo que ocurrio despues: al salir de la alcoba de Madame, Luis, en lugar de dirigirse a la puerta, se acerco al grupo de las doncellas de honor y se dirigio directamente a Mademoiselle de La Valliere para preguntarle si se encontraba a gusto en Fontainebleau. Naturalmente, tras el primer momento de sorpresa, el respeto habia obligado a las companeras de la joven a apartarse y dejarla en esplendido aislamiento con el rey.
— ?Muy incomodo, la verdad! -gruno Aure de Montalais-. Y todavia pudimos oir menos porque la pobre Louise, roja como una cereza y sobrecogida, respondia con unos balbuceos casi inaudibles y ponia mas que de costumbre ojos de carnero degollado…
— ?Y eso en la alcoba de Madame? ?En su presencia? ?Y no dijo nada?
— Nada en absoluto. Miraba la escena desde su cama, sorbiendo una tisana con aire apacible. Pero yo conseguire averiguar lo que ha dicho el rey a Louise. Somos companeras desde que serviamos juntas a la vieja Madame en Blois. No puede ocultarme nada.
Sin embargo, la curiosa Montalais se quedo con las ganas: Louise se nego a revelar ni una sola de las palabras del rey. Mientras hablaba, se oprimia el pecho con las manos como si temiera dejar escapar la menor migaja de aquel precioso tesoro. Una actitud de la que las tres companeras extrajeron una conclusion sorprendente: La Valliere, con sus aires de virgen prudente, fragil y desinteresada de los asuntos terrenales, estaba enamorada de su soberano…
— ?Enamorada con locura, enamorada perdida! Ve despues de esto a fiarte del agua mansa -concluyo Montalais.
No era la unica sorpresa que aguardaba a las tres companeras. Los dias siguientes trajeron nuevo pasto a sus conversaciones, como a las de toda la corte. ?Luis XIVse puso a cortejar abiertamente a La Valliere! En cuanto entraba en los aposentos de Madame, la buscaba a ella antes incluso de saludar a la princesa. Iban de paseo y aparecia junto a la portezuela de su coche para darle la mano. Hubo sobre todo una ocasion en que estallo una tormenta cuando andaban dispersos por el bosque, en la que pudo verse a Luis en pie bajo un arbol, destocado y calandose mientras con su sombrero e incluso con su cuerpo se esforzaba en proteger a su bonita acompanante. Cuando el grupo de paseantes pudo reunirse de nuevo, la pareja emitia al mirarse una especie de irradiacion mas reveladora que un largo discurso. Madame, que hasta ese momento habia seguido los diversos escarceos con una indulgencia divertida, dejo de sonreir.
De hecho, lo ocurrido era lo siguiente: ante la beligerancia que habian suscitado sus amores, exhibidos con tanta insolencia, Luis y Enriqueta habian decidido recurrir a un engano y ponerse a resguardo a la luz de un «candelabro». Dicho de otra manera, el rey fingiria encapricharse de una de las doncellas de honor de su amante, y ambos tuvieron la precaucion de elegir la mas discreta, y tambien la mas vulnerable. La elegida fue Louise de La Valliere despues de que Madame -que no tenia la menor intencion de crearse una rival- descartara a Tonnay- Charente, demasiado bella y altiva; a Fontsomme, demasiado joven y bonita, que con toda seguridad no sabria interpretar su papel porque no estaba interesada en el rey, y finalmente a Montalais, demasiado maliciosa y seguramente dificil de manejar.
Pero en el curso de las conversaciones a solas con la joven, Luis XIV descubrio una cosa increible e inaudita: la pequena muchacha de Turena le amaba, le amaba apasionadamente incluso, desde que le habia visto tiempo atras en Blois, en casa de su tia D'Orleans. Y amaba al hombre, no al rey, y le habria preferido cien veces de haber sido un simple mosquetero o un terrateniente de campo, en lugar de estar casado con Francia y con una infanta.
El amor atrae al amor, y este era muy poderoso: Luis se inflamo como una tea de ramas de pino y olvido completamente a Madame, a la que no quedo otro recurso que aproximarse a las dos reinas para hacer frente comun contra la nueva favorita. La pobre iba a verlas de todos los colores, pero mientras tanto la muchedumbre de cortesanos se volvia, en un movimiento colectivo conocido desde muchos siglos atras, hacia el astro naciente.
Nicolas Fouquet se hizo anunciar ante su amiga Sylvie de Fontsomme.
— Vengo a enterarme de las novedades, amiga mia. Acabo de llegar de Vaux y oigo cosas tan asombrosas que necesito una confirmacion. Se habla del rey y una doncella de honor, cuando en mi anterior visita el problema era Madame.
— Asi es, todo ha cambiado. Por lo menos eso tengo entendido, pero es a Marie a quien deberiais preguntar, querido Fouquet, porque se trata de una de sus companeras.
— Puesto que es el rey quien esta en juego, una dama de honor de la reina tambien estara enterada. A Su Majestad no debe de gustarle esta nueva aventura mas que la anterior.
Sylvie se echo a reir.
— ?Es lo menos que puede decirse! ?La pobre…! Pensad que desde su boda, hace poco mas de un ano, la pobre pequena infanta, enamorada como ya no se usa, ha visto a su esposo distraerse primero con Madame de Soissons, luego con Madame a secas, y ahora con esa infeliz La Valliere. La novedad ha hecho que las dos reinas y Madame pasen todo el tiempo juntas, visiblemente aliadas en contra de la nueva favorita.