— ?Habladme de ella! ?Quien es exactamente?
— ?Una nina encantadora! Timida, dulce, modesta, una verdadera violeta de los bosques. Solo tiene diecisiete anos. Pertenece a una familia noble de la Turena.
— ?Rica?
— ?Oh, no lo creo! De las doncellas de honor de Madame, es la que viste con mas modestia. Su difunto padre, el marques de La Valliere, poseia algunos bienes, pero su viuda iba camino de hacerlos desaparecer cuando volvio a casarse con el mayordomo de la vieja Madame. La reina, naturalmente, lo sabe todo, y en ella se juntan la esposa enganada y la espanola ofendida. Admitiria tal vez una querida de alto rango, pero para ella La Valliere no es nadie, y su orgullo se resiente.
— ?Pensais que el rey esta verdaderamente enamorado, vos que lo conoceis desde la infancia?
Sylvie mostro las palmas de las manos en un gesto de impotencia.
— ?Quien puede alabarse de conocer bien a un hombre como el? Todo lo que puedo decir es que lo parece.
— ?Es todo lo que queria saber! ?Beso vuestras preciosas manos, querida duquesa!
Fouquet saludo con una pirueta llena de elegancia y se alejo hacia las profundidades del palacio diciendo que sabia lo que tenia que hacer. Se habia perdido ya de vista cuando Sylvie, inquieta, abrio la boca para preguntarle en que estaba pensando.
La idea del superintendente de las Finanzas era enviar a Madame du Plessis-Belliere a saludar a Louise de La Valliere y ofrecerle doscientas mil libras «para que su tocado fuera digno de una augusta atencion». Por desgracia, era el tipo de error que habria sido necesario evitar, porque Louise no estaba cortada por el mismo patron que la mayoria de las damas de la corte. No solo rechazo el regalo, sino que fue indignada a contarselo todo al rey.
De modo que Luis XIV tiene una fuerte prevencion contra su ministro cuando, mediada la tarde del 17 de agosto, su carroza escoltada por mosqueteros y guardias franceses cruza la alta verja dorada del castillo de Vaux-le-Vicomte y avanza por la ancha avenida arenosa de la que un ejercito de oficiosos sirvientes ha hecho desaparecer el menor guijarro… El efecto sorpresa es total: ante la magnificencia del castillo y sus jardines, surgidos de repente de los bosques que los disimulaban hasta entonces, Luis XIV retiene la respiracion y, mientras la larga fila de coches avanza, contempla casi incredulo los parterres floridos, el agua que brota de las fuentes - estamos en plena canicula-, las estatuas y la arquitectura audaz y majestuosa, tan nueva, del edificio.
Y he aqui que el propio Fouquet espera al rey al pie de la escalinata, mientras su mujer va a colocarse junto a la portezuela de la reina madre. Maria Teresa, debido a su embarazo que el calor hace particularmente penoso, no ha podido venir, pero Sylvie, invitada particular de los Fouquet, ha ido a reunirse con su amiga Motteville. Lo que ve la sobrecoge: el superintendente ha tirado la casa por la ventana para que la fiesta y el esplendor del castillo sean inolvidables, y eso es realmente demasiado para un rey joven, escaso con frecuencia de dinero y que todo lo observa con mirada rencorosa.
Despues de los refrescos, Fouquet ensena a sus invitados el parque de las mil cien fuentes, y luego un huerto que no tiene rival en el mundo. Mucho despues Luis XIV creara algo mejor aun en Versalles, y sin embargo podra oirsele decir a sus cortesanos: «Sois demasiado jovenes para haber comido los melocotones del senor Fouquet.»Vuelven luego al castillo y se sientan a la mesa. Mientras Fouquet y su esposa sirven al rey y a Ana de Austria en una vajilla de oro los manjares mas delicados preparados por Vatel, los invitados encuentran a su disposicion treinta bufetes cargados de vituallas y de los vinos mas finos. El rey devora primero, luego su apetito cede y se queda ensimismado, mientras su madre finge desdenar lo que le ofrecen.
Finalizada la cena, se trasladan al teatro al aire libre montado cerca de un bosquecillo de pinos. Como el tiempo amenaza tormenta, los espectadores son colocados bajo una amplia tienda de damasco blanco. Se representa una comedia de Moliere,
— Senora -murmura a su madre-, ?no le daremos un escarmiento a esta gente?
A las dos de la madrugada, Fouquet, pensando que el rey desea descansar, le pregunta humildemente si aceptara ocupar por esta noche la habitacion fabulosa que le han preparado. Pero no, el rey quiere volver a Fontainebleau. De inmediato suenan las trompetas y, mientras los coches avanzan, todo el castillo parece arder debido a la magia de los pirotecnicos, y Fouquet acude a sostener la portezuela para su real invitado. En ese instante tiene un gesto de total desprendimiento: ofrece Vaux, sus maravillas y a todos los que han contribuido a crearlas, a ese rey que no tiene para el ni siquiera una sonrisa, que no le da las gracias por una fiesta que ha arruinado al superintendente. Rehusa el regalo, pero conservara en la memoria los nombres de los artistas que lo han creado: Le Vau, Lebrun, Le Notre, ademas de Moliere que sin embargo pertenece aun a su hermano, y tambien de La Fontaine, que ha recitado unos versos tan hermosos.
Se va rumiando su colera, con unos celos indignos de un rey que se pretende grande…
Sylvie lo ha visto todo. Tambien ha visto la sonrisa de gato satisfecho que luce la faz pesada de Colbert. Este huele la sangre fresca… De modo que deja que Madame de Motteville se marche sola y decide quedarse un poco mas. Fouquet el magnifico conseguira algun coche para llevarla a Fontainebleau antes de que la reina se levante. Quiere hablar con su amigo: se acerca a la pareja que, al pie de la escalinata, mira como la caravana real desaparece en la noche.
Madame Fouquet la ve acercarse y le ofrece una sonrisa cansada.
— Le he dicho todo cuanto podia decirle, querida amiga, pero no ha querido escucharme. Permitid que me retire; estoy muy cansada…
— No es para menos… ?Os deseo un buen descanso! En cuanto a vos, querido Nicolas, creo que estais loco. ?Os dais cuenta de lo que habeis hecho? Esta fiesta demuestra de manera abrumadora, a los ojos del rey, que sois mas rico y poderoso que el.
— Se invito el mismo. ?Podia recibirle como a un vecino del campo? Le he recibido como debia, y lo que he querido mostrarle es que puedo ayudarle a convertirse en el rey mas grande del mundo.
— Habeis hecho lo que el queria. O mejor dicho, lo que queria Colbert… Mucho me temo que os quiten vuestra superintendencia y que nunca seais primer ministro. Pero gracias a Dios aun sois procurador general, y eso os pone a salvo de lo peor. Lo sois aun, ?no? -anadio, inquieta por la expresion sombria de su amigo.
— No, ya no lo soy. He vendido mi cargo a Monsieur de Harlay por un millon cuatrocientas mil libras… cuya mayor parte habeis visto volatilizarse con las iluminaciones, el espectaculo y los fuegos artificiales.
— ?Dios mio! ?Habeis hecho eso? Pero…
— Vamos, vamos -la interrumpio el en un tono que queria ser tranquilizador-, aunque el rey me apartara de la vida publica, sabria volver a ella pasado un tiempo. Y mientras tanto, repartire mi tiempo entre este lugar, en el que me encuentro bien, Saint-Mande, donde me encuentro aun mejor, y Belle-Isle. Ya veis que tengo en que ocuparme.
— ?Y si os quitan todo eso, si van… todavia mas lejos?
— ?No dramaticemos! Ya no estamos en la Edad Media ni en la epoca de los Valois, y yo no me llamo ni Enguerrand de Marigny ni Beaune de Semblangay. Y cambiando de tema… me alegra que os hayais quedado, pero venid a descansar un poco. Al amanecer, mi coche os llevara a Fontainebleau.
Mientras regresaba a cumplir con su servicio al fresco de una aurora gloriosa, mas alegre aun por el canto de una alondra madrugadora, Sylvie no conseguia apartar unos negros presentimientos que no disiparon los dias siguientes. La corte perdio algo de su alegria. El rey estaba enfrascado en su nuevo amor, con el que se reunia en secreto — ?el secreto no duro mucho tiempo!- en las habitaciones de su fiel Saint-Aignan. La reina sufria debido a su embarazo, y Madame se habia unido ahora a ella en las molestias de una futura maternidad que la fastidiaba porque le impedia en muchas ocasiones dedicarse a los placeres que tanto le gustaban.
Poco tiempo despues, una manana el rey anuncio que tenia intencion de marchar en breve a Nantes, donde