— ?Que audacia, Peguilin! -protesto Athenais-. Sois ya el servidor de tantas damas que debeis de estar muy atareado. ?Dejad tranquila a mi amiga Marie y dedicaos a vuestros asuntos! Estoy segura de que Madame de Valentinois os busca.
— ?Bah! Esta acompanando a Madame, y nosotros vamos hacia alli. Venid,
— Un momento -intervino Perceval con cierta severidad-. Soy el tutor de Mademoiselle de Fontsomme… y no tengo el honor de conoceros.
— Tampoco yo os conozco -dijo el joven en tono impertinente-, pero por eso que no quede: me llamo Antonin Nompar de Caumont, marques de Puyguilhem, y soy…
— El sobrino del mariscal de Gramont -recito Tonnay-Charente con los ojos en blanco-, y tengo el mando de la primera compania de cien gentileshombres Pico-de-Cuervo… ?y mi propio pico es mas agudo que el emblema de mi unidad! ?Seguid vuestro camino, marques! ?Deberiais estar ya junto a la puerta del rey para escuchar lo que ocurre!
— No escucho detras de las puertas,
— ?Ya os conocera suficientemente muy pronto! Venid, Marie.
— ?Vaya pecora! Pero tendra que morderse la lengua el dia que yo vaya, senor tutor, a pediros la mano de vuestra pupila.
— ?Quereis casaros con Marie…? A proposito, soy el caballero Perceval de Raguenel. Sera mejor que sepais mi nombre.
— Teneis razon, puede ser util. Pero decidme por que no habria de casarme con ella. ?Es bellisima, y un partido magnifico!
— Y vos, ?sois tambien un partido magnifico?
El joven sonrio de una manera curiosa que le arrugaba todos los rasgos de la cara pero le prestaba un encanto particular.
— No diria tanto. Mi padre, el conde de Lauzun, es mas rico en antepasados que en numerario… pero podeis estar seguro de que me abrire camino. El rey me quiere, porque le divierto.
— Tenia entendido que pretendiais casaros con una de las hijas de Madame de Nemours.
— Hay un impedimento de fuerza mayor para ello, querido. Si me casara con una, la otra me arrancaria los ojos, y por supuesto tambien los de la feliz elegida. No, gracias a Dios esas dos locas y su madre se han ido a seguir con sus discusiones a Saboya… y espero no volver a oir hablar de ellas. ?Hasta pronto, senor caballero! Voy a ver si me entero de algo.
En el gabinete del rey, la conversacion no tenia el mismo tono de frivolidad. Al entrar, Luis XIV habia ocupado su sillon detras de la pesada mesa en que portafolios abiertos, clasificadores y legajos daban testimonio de que no se trataba de un simple adorno, y luego habia senalado un asiento a Sylvie, mientras Beaufort y el abate se mantenian de pie, uno a cada lado de ella.
— Contadme lo que ha ocurrido -ordeno, al tiempo que se arrellanaba en el sillon de respaldo alto, de roble y cuero claveteado.
Con mas claridad de la que podia esperarse dada su emocion, Monsieur de Resigny conto la escena de la que habia sido testigo: los ninos entretenidos recogiendo nueces, los caballeros tan seguros de si mismos que ninguno de ellos habia tomado la precaucion de ocultar su rostro, el rapto del duquesito, y para terminar la frase desdenosamente dirigida al desolado preceptor. Cuando hubo terminado, el rey guardo silencio un instante, y luego dijo:
— ?Ese hombre dijo «los amigos de Monsieur Colbert»? ?Que pretendia decir con eso? ?Teneis alguna idea, duquesa?
— Si, Sire. Se trata probablemente de un tal Fulgent de Saint-Remy, que desembarco hace algun tiempo procedente de la isla de Saint-Christophe y que pretendia ser el hermano mayor de mi difunto esposo, y reclamaba su parte de la herencia… sin presentar ninguna prueba de ello.
— ?Un hermano mayor? ?Es que el mariscal de Fontsomme se caso dos veces?
— No exactamente, pero antes de marchar a la guerra habria firmado una promesa de matrimonio a una joven para el caso de que ella esperara un hijo varon. Ella quedo embarazada, el padre que la destinaba a otro se dio cuenta y la encerro en un convento; ella escapo de alli, para salvar a su futuro hijo y para seguir al unico amigo que tenia. Se embarcaron para las Islas y el hijo (ese Saint-Remy) nacio al parecer en el barco. Afirma que puede exhibir la promesa de matrimonio y se dice mas o menos protegido por Monsieur Colbert.
— ?Que habeis respondido a sus pretensiones?
— Me parecio que estaba en la miseria y le di un poco de dinero.
— Fue un error. A esa clase de personajes, se la echa a la calle sin explicaciones.
— Lo se, Sire, pero me atemorice, lo confieso, cuando dijo que en el caso de que algo le sucediera a mi hijo (?el ultimo duque!), haria valer sus pretensiones ante el Parlamento y el juez de armas del rey. Y mi hijo acaba de ser raptado…
— ?Teniais que haber llamado a la ronda,
Sylvie reprimio un estremecimiento: la mano de Beaufort acababa de posarse, ligeramente primero y luego con firmeza, en su hombro, como para recomendarle prudencia. Bajo aquella calida presion, ella se sintio extranamente confortada, porque eso queria decir que el estaba dispuesto a todo para salvar al nino del que sabia mejor que nadie de quien era hijo. Aunque tuviera que enfrentarse a aquel joven coronado, al que tenia las mismas razones para amar.
— Ninguno que yo sepa, Sire, pero tal vez seria necesario preguntar a Monsieur Colbert que le he hecho para que me hostigue con tanta crueldad.
— No creo que tenga la menor razon para atacarosla vos en particular, duquesa, ni para reprocharos nada… salvo tal vez una amistad excesiva hacia ese Fouquet al que acabamos de arrestar. Pero de ahi a tales acciones…
— Los amigos de Monsieur Fouquet se ven muy maltratados en los ultimos tiempos: exilio, prision, etcetera. Monsieur Colbert da libre curso a su odio, y ha llegado incluso a registrar por si mismo, con menosprecio de las leyes, los papeles intimos del antiguo superintendente… incluso cartas de mujeres. Ahora bien, como nunca he escrito a Monsieur Fouquet, no creo que haya encontrado ninguna mia…
— ?Un instante, senora! Se diria que estais aprovechando la ocasion para acusar a un servidor que para mi es precioso. Es posible que se exceda en sus funciones, pero es por celo hacia la corona, no por un pretendido odio.
— Sire -intervino Beaufort-, ?a quien quiere hacer creer tal cosa Vuestra Majestad? El mundo entero sabe que Colbert aborrece a Fouquet, pero el rey no nos hace el honor de recibirnos para discutir sobre eso. Solamente para intentar saber que es de un nino inocente, del hijo de un servidor aun mas fiel de lo que lo sera nunca Monsieur Colbert…
La mirada del rey se cargo de relampagos.
— Si yo estuviera en vuestro lugar, senor duque, procuraria no recordar demasiado que tambien vos habeis sido un gran amigo del preso.
— Trabajamos juntos para la defensa de las costas de Francia y la mejora de la marina, y por consiguiente al servicio de Vuestra Majestad; pero al margen de eso, Sire, el rey, que conoce a la duquesa de Fontsomme desde siempre, y que me conoce a mi desde hace mucho tiempo, no ignora que ella y yo tenemos el mismo defecto: cuando entregamos nuestra amistad, somos fieles en la adversidad como en la fortuna favorable, sin que eso nos convierta, sin embargo, en conspiradores. La justicia del rey es para nosotros tan sagrada como su persona.
La mirada de Luis XIV fue del uno a la otra: de la mujer tan encantadora y digna, a aquella especie de heroe de novela al que habia maldecido cien veces durante la Fronda sin conseguir evitar admirarle.
— ?Monsieur de Gesvres! -llamo.
El capitan de la guardia aparecio de inmediato.
— ?Monsieur Colbert esta en el castillo?