— ?Nunca fue enemigo de su rey! -grito Sylvie, incapaz de contenerse-. Unicamente del cardenal Mazarino… como tantos otros.
— Puede ser, pero… ?conoceis el axioma latino
— No, Sire.
— Significa: «Temo a los griegos y a los regalos que nos traen.» ?Tendria que haber desconfiado del que me ofrecio un antiguo rebelde!
— Lamenta sinceramente sus antiguas faltas, y lo unico que desea es trabajar por el reino.
— Entonces que vele por su gloria… o muera. Acabemos, senora, me irritais al defenderlo! Pensad unicamente en cumplir lo que os he ordenado.
No habia nada que anadir. Al salir de la camara real, Sylvie se sentia angustiada. Percibia de modo confuso que una vez mas se encontraba enredada en un enigma cuya clave se le escapaba, o mas bien que temia encontrar. Desde el nacimiento de Marie-Anne, Nabo, el joven esclavo negro, habia sido retirado del aposento de Maria Teresa por orden de la reina madre, porque Molina y su hija creian que el extrano color de la recien nacida se debia a que, como estaba continuamente en compania de la reina, esta le habia mirado demasiado y su presencia habia acabado por impregnar de alguna manera la vista de su ama. Anadian que, como lo mismo ocurria con Chica, era una suerte que la nina no hubiera sido enana… Sylvie era una mujer de su tiempo y no daba credito a esas supersticiones. Siempre habia oido decir que cuando una mujer esta encinta hay que apartar de su vista toda forma anormal o monstruosa. Sin embargo, la colera que habia leido en la mirada de Luis XIV iba mas alla de esa clase de creencias, y ahora tenia miedo de lo que habia podido ocurrir al pobre muchacho.
Tanto miedo que, al encontrarse con Molina en la habitacion de Marie-Anne, no pudo evitar preguntarle que habia sido de el. El rostro amarillento y enjuto de la espanola reflejo entonces verdadero espanto, y sus labios delgados se apretaron como para retener unas palabras que pugnaban por escapar. Sylvie coloco entonces sobre su hombro una mano tranquilizadora.
— Piensa en lo que vengo a hacer aqui esta noche, Maria Molina, y mira si puedes confiar en mi. Temo por ese muchacho…
La espanola se decidio.
— Desde que vi a la nina, yo tambien temi por el. Mi hija se lo llevo entonces a la parte del palacio que van a derribar, porque ahora no va nadie alli, con la intencion de hacerle salir mas tarde para que pudiera marcharse de la ciudad e ir adonde quisiera, pero cuando volvio a buscarlo ya no estaba… solo habia manchas de sangre en el suelo. No puedo decir nada mas porque no se nada mas… ?Ya es la hora!
Sylvie tomo en sus brazos a la pequena, cuidadosamente envuelta en sedas y
— Un instante, os lo ruego…
Se acerco a Sylvie, aparto las telas que ocultaban la carita oscura, y poso en ella sus labios temblorosos en un largo beso.
— Cuidad mucho de ella, amiga mia -murmuro-. No sabeis cuanto me cuesta separarme de ella…
Sylvie no lo dudaba. Maria Teresa era una excelente madre, mucho mejor de lo que lo habia sido nunca Ana de Austria. Cuidaba con toda atencion del Delfin, de su alimentacion, y muchas veces le daba ella de comer. Tambien le gustaba pasearlo y jugar con el sin preocuparse de las sonrisas de lastima a que daba lugar un comportamiento tan poco regio; pero las verdaderas madres la comprendian y ella encontraba un lugar en su corazon. Asi sucedia con Sylvie, que sabia lo doloroso que habia sido para la joven reina la perdida de su segundo hijo, nina tambien. Separarse de esta debia de ser muy cruel, a pesar del color que hacia imposible su presencia entre los cortesanos.
— Iremos a verla, senora -susurro-. El rey lo ha prometido.
Despues de apartarse del rostro de la pequena, los labios de la reina rozaron la mejilla de la mujer de su sequito.
— ?Dios os bendiga a las dos!
Momentos despues, tras atravesar el Louvre sin encontrar ni un alma, Sylvie rodaba en direccion desconocida, escoltada a distancia, sin saberlo, por mosqueteros destinados a evitar cualquier encuentro inoportuno. Lo unico que supo es que salieron de Paris por la puerta de Saint-Denis.
Durante el camino, que duro algo menos de dos horas, mecio suavemente a aquel bebe distinto de todos los demas, que se apoyaba confiadamente en su pecho. Era realmente una nina muy bonita, regordeta, con las facciones finas de su madre, que corregian el caracter africano del rostro. Una fina pelusa oscura aureolaba la preciosa carita. El parecido con Nabo era muy grande, y Sylvie no conseguia comprender como habia podido suceder aquello. La respuesta le iba a llegar antes del amanecer.
Eran aproximadamente las cinco de la manana cuando el coche la dejo en casa de Perceval, despues de entregar a Marie-Anne a una mujer amable y sonriente, que la habia recibido en el umbral de una pequena mansion oculta entre una laguna y un bosque. Estaba muy cansada y tenia prisa por acostarse en su cama, donde esperaba que Nicole Hardouin, la gobernanta de Perceval, habria tenido la buena idea de instalar un mundillo, [23] porque el brasero colocado al salir en el coche se habia enfriado hacia mucho tiempo, y ella se sentia helada hasta los huesos.
Se sintio sorprendida al ver que la casa estaba iluminada y que Nicole, levantada, le tendia un tazon de leche caliente.
— Habia dicho que no me esperarais.
— No se os ha esperado, senora duquesa, pero ha ocurrido algo.
— ?Que?
— Lo vereis. El senor caballero os espera en las dependencias del servicio…
Perceval, que habia oido el coche, atravesaba ya el patio a oscuras para ir a su encuentro, y la condujo sin decir palabra hasta una de las habitaciones de los criados, nunca ocupadas, que se encontraban encima de los trasteros donde se guardaban las sillas de montar y las herramientas del jardinero. A la luz de un candil, vio sobre la almohada una cabeza envuelta en vendas. Una cabeza negra: Nabo.
— Cuando volvia de echar la basura en el sumidero, Pierrot lo ha encontrado acurrucado junto a la puerta, medio muerto de frio y de hambre, y ademas herido…
— ?Como ha llegado hasta aqui?
— La hija de Molina lo habia escondido en las salas del viejo Louvre. Le llevaba de comer y tenia intencion de sacarlo de alli, pero debieron de seguirla. Dos hombres enmascarados y armados lo encontraron e intentaron matarlo, pero no lo consiguieron. A pesar de la sangre perdida, consiguio escapar gracias al hecho de que, de tanto rondar por el Louvre, lo conoce mejor que nadie. Pudo salir del palacio y ocultarse en el almacen de un batelero, pero se sentia cada vez mas debil y se arrastro hasta aqui, hasta la unica casa que conocia un poco… y donde estaba seguro de que no le entregarian.
— Tenia razon. Pero a esos hombres que querian matarlo, ?quien les enviaba?
— ?Quien quieres que sea? ?Quien, en todo el reino, puede sospechar que haya colaborado en una descendencia mas bien extrana?
— ?El rey?
— Quiza no directamente, pero con toda seguridad Colbert, que parece decidido a convertirse en su angel malo. Es mas despiadado aun que su amo. ?Y no es poco! -gruno Perceval, que no perdonaba a Luis XIV el arresto de su amigo Fouquet.
— Pero, la reina no ha podido… ?Oh, padrino, apostaria mi salvacion por su honestidad!
— Y tendrias razon. Ni siquiera sabe que Nabo la violo, y la sorpresa causada por el nacimiento ha tenido que ser tan fuerte para ella como para los demas.
— ?Como es posible?
— ?Oh, es muy sencillo! Este infeliz esta enamorado de ella desde que Beaufort lo regalo, y sabes tan bien como yo que a ella le gustaba jugar con el y oirle cantar. Para ella, no era mucho mas que un objeto. Por las noches, el solia esconderse debajo de su cama para verla dormir…
— Pero el rey duerme con su mujer todas las noches… o casi.