— Casi, y muchas veces se acuesta muy tarde, desde que La Valliere le tiene cautivo de sus encantos. Una noche, cuando Nabo salia de su escondite para entregarse a su placer favorito, la reina se desperto de pronto y lo vio inclinado sobre su cama. Se llevo un susto tan grande que ni siquiera grito, y perdio el sentido. Entonces el se aprovecho. ?Tan sencillo como eso!
— ?Dios mio! ?Como imaginar una cosa asi de un chico tan joven? Si aun es casi un nino…
— ?No exageremos! A su edad los apetitos de los hombres ya se han despertado, sobre todo en los negros. Y ademas estaba enamorado… Ahora, dejemosle dormir.
— Me gustaria hacer otro tanto -suspiro Sylvie-, pero me pregunto si lo conseguire.
— Intenta no pensar en Nabo durante unas horas. Esta en mi casa y es mi problema, no el tuyo. Manana decidiremos lo que conviene hacer.
— Lo mas sencillo seria devolverselo a Francois de Beaufort, porque segun el rey muy pronto estara de vuelta; pero me temo que eso seria agravar su caso. El rey esta irritado con el por haber regalado a Nabo a la reina.
El rostro fatigado de Perceval se ilumino.
— ?Vaya una buena noticia! ?Vamos a volver a ver a nuestro Philippe? ?Dios sea alabado!
— Sabia que os haria tan feliz como a mi, y por eso unicamente quiero pensar en ese regreso tan esperado. En cuanto a este pobre muchacho, creo que lo mejor sera enviarlo a Fontsomme escondido en un coche, para que Corentin se haga cargo de el. Sin duda sabra hacer lo mas conveniente, dentro de unos dias, cuando sea posible el viaje. Hasta entonces tendremos que mantener cerrada con llave esta puerta.
— No temas. Solo Nicole y yo entraremos.
Al dia siguiente de la expedicion de Sylvie, la corte vistio de luto por la princesa Marie-Anne, victima de una «sangre viciada», que fue enterrada con toda solemnidad despues de ser colocada en su ataud con una notable discrecion. Por fin, el 20 de diciembre concluyo el interminable proceso de Nicolas Fouquet, con una nueva manifestacion del odio del rey. El tribunal soberano le habia Condenado al exilio, pero Luis XIV, furioso al verse privado del placer de ver caer su cabeza, no dudo en agravar la sentencia y ordenar cadena perpetua para el ex superintendente. ?Tenia que consolar a Colbert y a sus dos ayudantes, Le Tellier y su hijo Louvois, por no haber conseguido la condena a muerte!
En efecto, de los veintidos jueces que componian el tribunal, tan solo nueve habian votado en favor de la pena capital, y todos los demas se habian inclinado por la expulsion temporal o de por vida. La conciencia de los magistrados y la opinion publica -que se habia volcado totalmente en favor de Fouquet- habian sido mas fuertes que el odio del rey. Un odio que se convirtio en rencor tenaz hacia los jueces que se habian negado a complacerle. Todos lo pagaron de una u otra forma, pero el peor librado fue el integro Olivier d'Ormesson, juez y ponente del proceso, que fue quien descubrio pruebas falsas en el acta de acusacion y con ello salvo la vida del acusado. Fue Condenado a un retiro prematuro, al negarsele el acceso a todas las plazas e incluso la sucesion de su padre en el cargo de consejero de Estado, que le habia sido prometido. Ese cargo fue dado al obediente Poncet, que habia votado la muerte.
Asi ejercia la justicia el que se consideraba a si mismo el rey mas grande del mundo, pero cuyo orgullo era tan excesivo que nunca aprendio la virtud de la clemencia. En vano la anciana Madame Fouquet, que habia salvado a la reina, fue a rogar arrodillada a sus pies que se respetara al menos la opinion del tribunal. Todo lo que consiguio -aunque no lo habia pedido- fue la libertad de fijar su residencia donde mejor le pareciera: el resto de la familia, ya apartado de la corte, fue dispersado por las provincias, y a la esposa de Nicolas Fouquet se le denego el permiso de reunirse con su esposo en la prision que se determinara, para vivir y morir a su lado. Las ilusiones que aun conservaba la duquesa de Fontsomme sobre la grandeza de alma de su antiguo discipulo acabaron de marchitarse.
El 27 de diciembre, a las once de la manana, Fouquet, siempre acompanado por D'Artagnan, salio de la Bastilla en una carroza cerrada escoltada por cien mosqueteros. Su ultimo destino era la fortaleza de Pignerol, en los Alpes.
8. Marie
Texto. Despues de las fiestas del Ano Nuevo, Sylvie se resigno a abrir de nuevo el
Aquella noche cenaba en casa de su amigo el editor De Sercy, de modo que no compartiria el pate de lucio, las perdices a la espanola, los revoltillos de champinones y otras delicadezas, todo ello regado con vino de Champana y de Beaune, que Sylvie ofrecia en exclusiva a su amigo D'Artagnan, de vuelta de Pignerol a su vida normal de capitan-teniente de los mosqueteros. A ella le habia complacido, en efecto, que acudiese a verla apenas llegado a Paris, para traerle los afectuosos recuerdos de un preso al que tres anos de vida compartida habian acabado por convertir en amigo.
A lo largo de la comida servida solamente por Berquin, el oficial evoco para ella el largo viaje de tres semanas que, pasando por Lyon, le habia llevado hasta la fortaleza piamontesa, situada en la salida del valle del Chisone, a mitad de camino entre Briancon y Turin. Una plaza fuerte convertida en prision, en el fin del mundo, de la que era imposible evadirse, guardada como estaba no solo por sus torres y murallas, sino ademas por una naturaleza tan magnifica como brutal. Hablo de la mansedumbre y la resignacion de aquel hombre cuya salud siempre habia sido fragil y al que el calvario padecido habia quebrantado; y como, compadecido por su tos tenaz, lo habia envuelto en pieles para llevarlo al corazon de las montanas.
— Todos sus amigos, y en particular Madame de Sevigne, con la que he coincidido muchas veces en la casa de el o en la de Madame du Plessis-Belliere, elogian el excelente trato que siempre habeis tenido para con el - observo Sylvie.
— Las consignas eran ya lo bastante severas. Habria sido indigno de mi agravarlas, sobre todo con un hombre tan generoso. ?Sabeis?, nunca me gusto el oficio de carcelero que me fue impuesto, pero habria preferido ponerle fin llevando a Fouquet a cualquier lugar de exilio, que habria sido menos cruel que ese torreon de Pignerol. Al menos los suyos habrian podido reunirse con el.
— ?Y vuestra propia familia, querido amigo? ?Que es de ella? Madame d'Artagnan debe de estar contenta de recuperaros. Yo esperaba que ella os acompanara hoy…
El capitan vacio despacio su copa y dirigio a su anfitriona una mirada meditativa.
— Madame d'Artagnan ha abandonado nuestro
Sylvie no pudo contener la risa, porque la actitud burlona del mosquetero no inspiraba precisamente compasion, pero se excuso.