gran claridad el camino que serpenteaba a traves de la landa hasta el borde de un acantilado hacia el que corria a arrojarse. Marie tenia la misma sangre impulsiva, unida a la tenacidad de los Fontsomme. Ademas, ?quien podia decir si no conseguiria hacerse amar? En otro tiempo, Sylvie habria apostado su vida por el amor de Francois por la reina Ana. Luego hubo otras mujeres, antes de que el decidiera amarla a ella. Al pensar en el rostro radiante de Marie, en su juventud y su luminosa belleza, en tanto que ella misma se deslizaba hacia la edad madura, la madre penso que no tenia derecho a oponerse a lo que tal vez era un decreto del destino.

Detuvo al paso a un criado que corria hacia las cocinas.

— Ve a decir al senor caballero de Raguenel que le espero aqui. ?Deprisa!

Unos segundos mas tarde, Perceval estaba a su lado.

— ?Pero que haces? Se marchan ya. ?Donde esta Marie?

Ella le tendio la carta y el la leyo antes de rugir:

— ?Pequena estupida! ?Cuando dejara de aferrarse a su quimera? Beaufort nunca…

— ?Como podeis saberlo?… Pero, sobre todo, ?que puedo hacer yo? ?Prevenirle? ?Prevenir a Philippe? ?Pensad algo, pero deprisa!

— Si has planteado la pregunta, es que los dos pensamos lo mismo. Vale mas evitar a Philippe esa preocupacion. Seguramente sabra como reaccionar cuando la vea aparecer al lado del duque. En cuanto a este, se pondra furioso con ella debido a ti, y su primera reaccion podria ser… cruel para nuestra Marie.

— El no ignora sus sentimientos, y creo que sabria hablarle con carino; pero, aparte de los peligros del viaje hasta Tolon, yo me inclinaria por dejarla intentarlo. Despues de todo, quien sabe si no le seducira. ?Es tan encantadora!

— ?Suenas?

— No… ?pero la prefiero duquesa de Beaufort antes que muerta!

Los ojos grises de Perceval la miraron con una expresion de ternura que revelaba sus pensamientos.

— De acuerdo. Excusala con cualquier pretexto y dejemosles marchar. Les seguire de cerca.

— Quereis…

— Ir detras de ellos para intentar limitar los danos. No temas: no tengo intencion de traerla aqui manu militari, sino unicamente de velar por ella sin dejarme ver demasiado. Beaufort se quedara en Tolon varias semanas para reparar sus barcos. Ella cuenta con eso, y yo tambien. Quiero estar alli para impedir… lo irreparable.

La aparicion de Philippe en el vestibulo interrumpio su conversacion.

— ?Que haceis? Tenemos que marcharnos. ?Donde esta Marie?

— La han llamado esta manana temprano al Palais-Royal, porque al parecer Madame no puede pasarse sin ella. Te da mil abrazos y ha prometido que te escribira.

Ella misma se asombro de la facilidad con que habia salido de sus labios aquella mentira. Philippe se echo a reir y bromeo sobre lo poco que se preocupaban los principes de los afectos familiares. En cuanto a Beaufort, no parecio dar importancia al incidente: tenia prisa por marchar de nuevo hacia las tierras de la Provenza, una de las cuales por lo menos, Martigues, seguia perteneciendole, ademas de que su hermano Mercoeur era el gobernador de la provincia. Pero sobre todo tenia prisa por volver a los barcos que iba a armar, cuidar, pulir y poner a punto antes de dirigirlos contra los berberiscos en aquel mar que no le ofreceria el majestuoso oleaje verde de su querido oceano.

Las prisas de la partida no fueron propicias para largas efusiones, pero los labios de Francois se entretuvieron un poco en la muneca de Sylvie, a la que dedico una mirada tan dulce que hizo que su corazon se derritiese al mismo tiempo que se encogia. El amor con que sonaba desde la infancia le daba miedo ahora, si para seguir viviendo habia de alimentarse del corazon y la vida de la que siempre seria su nina pequena.

Una hora mas tarde, Perceval iba hacia Villeneuve-Saint-Georges en uno de esos coches de posta a los que se empezaba a llamar «sillas», tirados por dos o cuatro caballos y que tenian la ventaja de ser totalmente anonimos. En efecto, no habia querido utilizar la carroza de viaje de los Fontsomme, porque en sus portezuelas iban pintados unos blasones demasiado familiares para Marie. Llevaba consigo la carta de Marie y otra de Sylvie en la que pedia a Beaufort, en nombre del amor que sentia por ella, que no redujera a su hija a la desesperacion y que, si no encontraba otro medio, pidiera a Philippe la mano de su hermana.

«Os bendecire si gracias a vos, que tan querido me sois, recupero el amor de mi hija. Hace mucho tiempo que tiene celos de mi, y temo que haya llegado a detestarme», terminaba Sylvie, que esperaba que Francois sabria comprenderla.

Despues de haber depositado asi sus esperanzas en Perceval, decidio ir a ver a la que, desde su ingreso simultaneo en el sequito de doncellas de honor de Madame, se habia convertido y seguia siendo la mejor amiga de Marie: la joven Tonnay-Charente, marquesa de Montespan al casarse dos anos antes con Louis-Armand de Pardaillan de Gondrin, marques de Montespan y d'Antin, hijo del gobernador del rey en la Bigorre, del que se habia enamorado tanto como el lo estaba de ella. Aquel matrimonio habia sido una rareza en la corte, tanto mas porque ni el rey, ni la reina, ni Madame ni Monsieur firmaron el contrato, como estaba establecido para la hija de un duque. Aunque el rey no tenia nada contra el duque de Mortemart, padre de la joven y perteneciente a la mas alta nobleza, no le ocurria lo mismo con los Pardaillan -de muy buena casa, que contaba tambien con un duque-, porque anos atras habian cometido el error de apoyar a la Fronda; sin contar a monsenor de Gondrin, arzobispo de Sens y primado de las Galias, que por su parte adolecia de ser un poco jansenista.

Casada pues con la autorizacion reticente de Sus Majestades, la joven marquesa habia renido tambien con Madame mas o menos en el momento en que la segunda de las tres amigas, Aure de Montalais, tomaba el camino del exilio. Athenais era de una familia demasiado encumbrada para que se la dejara de lado, y ahora habia pasado a formar parte del sequito de damas de la reina Maria Teresa, que apreciaba mucho su alegria, su piedad y buen humor. Lo cual no impedia a la hermosa joven pasar por los mayores apuros para mantener su rango. En efecto, a pesar de unas estipulaciones matrimoniales que parecian prometedoras, la pareja estaba casi en la banca rota, y poco faltaba para que se viera reducida a la miseria. El joven marques estaba endeudado hasta las cejas y a los dos les gustaba el lujo. Vivian, sobre todo, de prestado.

Hacia varios dias que Madame de Montespan no iba al Louvre. Estaba iniciando su segundo embarazo y sufria de nauseas y un ligero vertigo que no tenian importancia dada su buena salud, pero si desaconsejaban su presencia al lado de una reina aun convaleciente de su ultimo parto.

Asi pues, Madame de Fontsomme estaba segura de encontrarla en su casa y se hizo conducir al faubourg Saint-Germain, al antiguo hotel de la Rue Taranne en el que los Montespan ocupaban un apartamento tan amplio como incomodo. [26]

Encontro a la bella Athenais tendida en una especie de nido de pieles dispuesto sobre un sofa, junto a la chimenea de un amplio salon en el que algunos tapices nuevos y tres o cuatro hermosos muebles se esforzaban por ocultar un comienzo de decrepitud.

Estaba algo palida, por supuesto, pero su palidez no disminuia en absoluto una belleza que confundia a Sylvie cada vez que tenia ocasion de contemplarla. Aquella joven era una de las mayores bellezas de su epoca.

La marquesa tuvo una sonrisa amable para su visitante y quiso levantarse para saludarla. Esta le rogo que no se moviera.

— Teneis que pensar ante todo en vuestro estado, y cuidaros. Por favor, dejemos por hoy las cortesias.

— Me confunde vuestra bondad, senora duquesa, sobre todo porque esperaba vuestra visita. Marie se ha ido, ?no es asi?

— Me he figurado que sabiais algo. Por algo sois su unica amiga…

— Ignoro si soy la unica, pero la quiero mucho y querria verla feliz. Por eso la he ayudado a salir de Paris.

Sylvie no pudo evitar un respingo.

— ?La habeis ayudado… y me lo decis a mi, su madre?

Los magnificos ojos azules resplandecieron de orgullo.

— ?Por que habia de rebajarme a mentir? Soy de una estirpe demasiado orgullosa para eso. Desde hace mucho tiempo Marie deseaba visitar al senor duque de Beaufort en el lugar donde el decidiera pasar los meses de invierno. Pero como temia que se limitara a visitar Paris de paso, lo preparo todo de antemano.

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